Mi muy trajinado, obtuso y sobornable inspector:
Pese a las tantas cualidades que contiene su currículo vital, y al sello de integridad revolucionaria y licenciatura ética otorgado por los líderes de su comité de base en el PCC (Pandilla de Corruptos Concomitantes), la mayoría subversiva del país lo considera un remedio peor que la enfermedad.
Es increíble que sea tildado de HP con diploma de honor por los vendedores ambulantes y los timbiricheros emergentes del país, por multar con la módica cifra de mil pesos a una vendedora de maní que se rascó una nalga con el cucurucho, advertir a un cocinero estatal que no se hace fufú de plátano con los pies, o a un panadero de que, aunque el sudor contenga todas las vitaminas del cuerpo, no sustituye al aceite en la confección del pan.
Y eso es injusto, porque usted no es menos HP que quienes le ponen una norma de multas a cumplir, o timan sin escrúpulos al comprador, y tiene como ellos tantos problemas particulares que resolver, sin olvidar que su carne y sus bolsillos son tan débiles como los de los demás.
Por eso, sin dejar de considerarlo con afecto una rata de alcantarilla o ladronzuelo de callejón, o de reconocer su aguerrida entrega al chantaje y la extorsión como exige y convoca la causa revolucionaria en el momento actual, quiero decirle que no está solo en esta cruzada moral contra el hundimiento económico del país, pues lo acompañan en sus encomiables faenas de raterismo las mafias vivas del pueblo con el apoyo de todo el liderazgo geriátrico de la nación.
Estoy indignado hasta el bostezo con quienes lo acusan de depredador y le atribuyen abusos de cargo por exigir el cumplimiento del deber en medio del caos. Su asesina bondad, el admirable carácter de matón, y la sincera puñalada trapera monetaria que clava en los bolsillos del infractor de una ley que, si bien no existe, usted debe cuidar, no debían ser retribuidas con el rechazo y las maldiciones a su gestión.
A punto de caer fulminado de ira por encontrar tantos detractores de su ecuanimidad a la hora de sacar el quilo a quien infringe lo establecido para el desempeño de su labor, decidí salir en su defensa, ya que lo considero un hombre de honor que buscar.
Mi siempre avispado engañador: Espero que nunca se amilane por las acusaciones de corrupción que lo adornan más que tarros en la cabeza de un reno montaraz. También que su ánimo jamás flaquee y de hombre de acero revolucionario, forjado con los robos de la corruptela, se me convierta usted en un jugo de atol, o en una gelatina de alquitrán expuesta al sol.
Su entrada a la galería de bandidos revolucionarios es tan notoria como la de tantos otros en el país. Los méritos abundan. Sus iniciativas personales en el cumplimiento de su misión, en lugar de ser criticadas, debían ser elevadas a un proyecto nacional.
Nadie podrá pasar por alto sus aportes al desarrollo físico de los vendedores ambulantes en el país, o a los actos de magias, exorcismos y desapariciones que practican a diario los dignos trabajadores de la gastronomía estatal, la vivienda y otros sectores donde el robo y la desidia demuestran la vitalidad del cubano en el cumplimiento de sus funciones.
Y aunque muchos lo acusan de convertir a granizaderos y tamaleros en zunzunes por cuenta propia que no se pueden posar en una esquina para vender so pena de ser multados, hechos polvo, o de que les decomisen sus carritos, sus bicicletas y los productos a comercializar, ¿acaso no agilizó con esta iniciativa la gestión empresarial? ¿No rompió la morosidad, el guasabeo y la obstrucción vial practicada por los vendedores?
Gracias a usted, un cubano de a pie puede pedir un tamal en Luyanó y comérselo en el Parque Central, luego de haber trotado varios kilómetros saludables detrás del vendedor, quien en Cristina mete la mano en la lata, en Monte saca el tamal, en la Fraternidad se lo cobra y en la acera del Louvre se lo da para su feliz degustación.
¿No es esto convoyar salud con placer? ¿Obligar a que sea cumplida la ley y respetado el inspector? Si no hubiera uno de ustedes en cada metro cuadrado del país, ¿no sería Cuba la isla de la comezón, el archipiélago del maní tosta'o, el país de las torticas largas y la nación con menos especialistas en el tumbe, la estafa, el birloteo y todas las gamas del ladronismo y la corrupción?
Es increíble que por obligar a un granizadero a caminar sin detenerse del Vedado a Marianao y viceversa para vender sobre la marcha su adulterada infusión, se le acuse de abusador, extremista y tantas calumnias más que hacen de usted un HP sin derecho a replicar.
Al parecer, nadie conoce de su bondad, del grado de flexibilidad que sabe mostrar ante determinada situación que viole la ley. Si todos comprendieran que las personas hablando se entienden, que usted no es la excepción, y que sólo hay que entrar billete en mano para que se paren donde les dé la gana y la multa desaparezca como triunfo de la razón, entonces, sin que deje de ser un HP, no dudo que se convirtiera también en El Salvador.
Estimado inspector: Siga talonario en mano, en alto el alma de extorsionador, que tanta entrega terminará algún día convirtiéndole en materia prima para un tamal, cocinado en aceite de maní y bajado con un granizado de limón.
Eso se lo aseguro yo, Nefasto "El granizadero".
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