viernes, 2 de noviembre de 2012

Crueldades de la naturaleza
Aimée Cabrera
habana-azoteasCuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) Los cubanos son alegres y optimistas. Siempre piensan que lo peor no sucederá. "Mente positiva", expresan algunos. Confían en la energía positiva para alejar lo malo que abunda por doquier.
Por eso, cuando se avisó por primera vez acerca de la formación de un área de bajas presiones al sur de Jamaica, pocos le dieron importancia. Otros varios fenómenos atmosféricos estaban en áreas cercanas y podían debilitar o esfumar aquella banda de nublados imprecisa. Pero no, de manera rápida y firme se convirtió en depresión tropical, y en huracán categoría 1 y 2 de la escala Saffir-Simpson.
Su impacto en Jamaica fue fuerte, mas había el optimismo de creer que al entrar por la costa sur del oriente de la Isla, el choque con las montañas lo debilitaría.
Se tomaron medidas pero no las suficientes. Cualquier provincia cubana está en peligro de desaparecer ante un huracán que no tiene que ser precisamente categoría 4 ni 5: solo basta ver el estado constructivo de las viviendas y sobran los comentarios.
El huracán de nombre suave de niño tranquilo, Sandy, entró por un punto de la provincia de Santiago de Cuba para salir por una localidad de Holguín, con la fuerza de vientos e intensidad en las precipitaciones suficientes como para borrar del mapa a las ciudades orientales, caracterizadas por su "aire caribeño" que les proporciona el carisma propio de sus habitantes, esos que murieron sepultados por los derrumbes o ahogados, sin que la naturaleza sintiera compasión de ellos.
Si en el año 2008 los huracanes Gustav, Ike y Paloma dejaron a miles de familias sin hogar, y muchas aún, de un extremo a otro del país, se encuentran en esa situación; ahora la cifra aumentó a millones, que perdieron el techo y sus pertenencias, esas que cuestan tanto trabajo conseguir.
El caos, el desánimo, el luto, se unen como un sollozo ahogado en una nación donde sus gobernantes priorizan las construcciones que darán ganancias económicas, y posponen todo plan constructivo o de mantenimiento de casas y edificios que están en pie de puro milagro.
Como siempre, las verdaderas estadísticas de fallecidos, lesionados, inmuebles destrozados, cifras de pérdidas de animales, y cultivos de todo tipo, a partir de la catástrofe del Sandy, serán publicadas de manera falseada y atrasadas como para que el tiempo borre la tragedia.
Pero esta vez el tiempo quedará paralizado por las carencias que harán más susceptibles y agresivos a los que lo han perdido todo, y no tienen esperanzas de recuperar nada.
La temporada ciclónica aún no ha terminado. Los residentes en la capital temen que fuertes y reiteradas lluvias se precipiten sobre sus viejos inmuebles. La mente y la energía positiva los exime de pensar en que se derrumben más edificaciones de forma parcial o total; mucho menos que pase un huracán.
Solo queda que la Madre Natura sienta compasión de esta otra parte de la mayor de Las Antillas, y deje a un lado su impredecible crueldad.
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Foto: Aimée Cabrera

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