miércoles, 6 de febrero de 2013


El raulismo sin máscaras

 | Por Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org –La siniestra policía política cubana cobra cada día mayor visibilidad. Cada semana salen a luz nuevas pateaduras y arrestos contra opositores e integrantes de la sociedad civil alternativa.
El panorama se torna desolador, al sumar a esta ofensiva de salvajismo e impunidad las decenas de personas enviadas a prisión por sus actitudes contestatarias. Actualmente, el número de cubanos tras las rejas, por haber realizado algún tipo de protesta antigubernamental, es de 90 aproximadamente. Y es muy probable que la cifra supere el centenar en 2013.
¿Es Raúl Castro más o menos severo que su hermano Fidel? A juzgar por los hechos, la situación continúa más o menos igual. Lo que es admitido hoy, mañana puede ser brutalmente censurado. Considerar los actos de repudio, amenazas y encarcelamientos como “represión de bajo perfil”, es restar aún más importancia a algo que, lamentablemente, no tiene la resonancia que debería tener en el mundo.
La continuidad de la represión desvirtúa cualquier posibilidad de reformas en el ámbito político. Cada tímido movimiento de apertura económica, supeditado a los intereses de la cúpula de poder, viene siempre acompañado de su correspondiente demostración de fuerza.
La Habana parece contar con la connivencia internacional suficiente para continuar tranquilamente con sus violaciones de los derechos humanos. Las posturas aisladas de personalidades e instituciones, de organismos regionales o mundiales, nunca llegan a cristalizar en un movimiento suficientemente fuerte para frenar al régimen.
Lamentablemente, la suma de espaldarazos a la dictadura, por parte de lo que llaman el mundo civilizado, excede las críticas ante sus abusos y arbitrariedades. Sin presiones internas de suficiente envergadura, ni acciones internacionales cohesionadas, son pocas las esperanzas de que se produzca una evolución hacia la verdadera democracia en Cuba.
La dictadura ata los cabos para sobrevivir. Raúl Castro y su plana mayor están convencidos de que morirán de viejos en sus puestos. Y no creo que se equivoquen. Aún cuentan con muchos amigos que les tienden la mano, abiertamente o tras bambalinas.
Quizás Raúl sea la mejor alternativa para quienes dirigen este mundo caótico. Cuba dejó de ser una prioridad después del fin de la guerra fría y la política real tiene sus dinámicas al margen de nuestras ilusiones.
Raúl Castro ha iniciado el desmontaje del sistema que creó junto a su hermano. Y la retirada la hace lentamente, distribuyendo toletazos a diestra y siniestra. La garantía de que, gracias a su control, no habrá una rebelión que provoque el caos lo apuntala en el poder. De ahí, la relativización con que el mundo enfoca el tema de los derechos humanos en Cuba.
Entre el silencio que provoca el miedo, la constante emigración y las vil supeditación para evitar los ramalazos de la injusticia, apenas hay resistencia.
Sin embargo, la convicción y la fe en que llegará un futuro sin partido único tiene adherentes incondicionales, dispuestos a pagar las consecuencias.

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