Si de control se trata…
A la hora de vigilar a sus ciudadanos, ningún gobierno del mundo puede competir con los Castro.
Por estos días los medios de comunicación del mundo entero destapan el escándalo que ha suscitado las revelaciones de un exagente de la CIA sobre el control de los organismos de inteligencia de EE UU sobre las comunicaciones de ciudadanos. La prensa oficial cubana no se quedó atrás, pues cualquier evento medianamente cuestionable ocurrido en el vecino del norte enseguida es aprovechado para presentar a ese país como una dictadura disfrazada bajo el manto de la democracia. A las verdaderas dictaduras poco les importa satanizar a las democracias, olvidando en el proceso que no le pueden tirar piedras al vecino cuando su tejado es de vidrio.
En materia de control y vigilancia, el Gobierno cubano puede dar cátedra a los más altos oficiales de cualquier servicio de inteligencia del mundo. La dictadura que desgobierna Cuba posee el dominio absoluto de las comunicaciones dentro y hacia fuera de la Isla, interviene teléfonos cuando le viene en gana, penaliza derechos básicos como el de la libertad de expresión y asociación y, para ello, detiene a opositores y viola las más elementales normas de protección hacia el individuo, encarcela, golpea y difama de sus adversarios mostrando conversaciones telefónicas y videos tomados de forma ilegal.
Entrenada por las tenebrosas KGB soviética y la Stasi alemana, la Seguridad del Estado es un organismo dedicado a controlar y a su vez sembrar desconfianza entre los ciudadanos. Y eso, a pesar de que numerosos científicos sociales han demostrado que la confianza es un elemento básico para el avance y desarrollo de las sociedades modernas, pues crea un capital social indispensable para poder solucionar de manera pacífica los numerosos problemas que se generan continuamente.
En innumerables ocasiones, Fidel Castro se ha quejado de que las llamadas telefónicas que sostiene con presidentes de terceros países son escuchadas por los servicios de inteligencia norteamericanos; es decir, demanda para sí lo que le quita a sus propios ciudadanos, privacidad en sus conversaciones telefónicas.
Además, la ciudadanía desconoce cuánto gasta anualmente el Ministerio del Interior en cámaras de video, automóviles, gasolina y micrófonos en su vigilancia de la oposición interna. Aun cuando las autoridades disponen de cuantiosos recursos para impedir la expansión de un pensamiento alternativo, de vez en cuando se ven obligadas a organizar conferencias y charlas en distintos centros universitarios con sus destapados agentes, para contrarrestar la limitada influencia que podría ejercer la sociedad civil cubana sobre los más jóvenes. Así, el daño que intentan ocasionar a la dignidad de la persona es terrible, al presentar a chivatos como héroes y exaltar la delación como medio legítimo para reprimir a los que no piensan como enseña el vetusto periódico Granma. Pero cada vez más encuentran menos seguidores y la simulación y la doble moral campean por su respeto.
Presa de sus constantes errores y su asfixiante control, el castrismo hace aguas por todas partes. Aunque intenta controlarlo todo y retrasar el acceso pleno de Cuba a las más modernas tecnologías de la comunicación, sabe que su apuesta tiene fecha de caducidad. La escena final está cada día más cerca.
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