Los artistas que no les interesa la política
LA HABANA, CUBA, diciembre,www.cubanet.org — En respuesta a mi reciente artículo acerca de los artistas que disienten pero no tanto, he recibido un mensaje que confirma el miedo y oportunismo de esta farándula que juguetea la disidencia: pregunta por qué se iban a “incinerar” los artistas al comprometerse con una oposición que no ha logrado ganarse a la población y hacer que salga de su apatía ciudadana.
Así, caemos en otro de los tantos círculos viciosos del presente estancamiento, como el de que no se pueden elevar los salarios si no aumenta la productividad, y esta no aumenta porque los salarios son insuficientes para hacer que la gente trabaje en lugar de simular que lo hace.
No se trata de que los artistas hagan oposición, sino de que los que se decidan a jugar a ser contestatarios sean un poco más consecuentes. Si apuestan, que lo hagan en serio. Y si no les interesa la política, como suelen declarar en sus viajecitos a Miami, que digan no también a las convocatorias oficialistas.
Si se decidieron a abrir la partitura libertaria, que salgan de su aburrido “allegro ma non troppo” y toquen algo más movidito…
Los artistas, si lo son de veras y no meros bufones y figurines, se supone que sean -junto a los intelectuales- la conciencia crítica de la nación. El cuento de la torre de marfil es solo eso: un cuento.
Beethoven ante Napoleón Bonaparte
El artista no tiene otra opción que reflejar su tiempo, la vida, las ideologías y los intereses del hombre, ese animal político. Y eso se aplica, desde los tiempos de los aedas, lo mismo a Balzac, Tolstoi y Dostoievsky que a Kundera, Rushdie o Zoé Valdés; a Chaplin y Ford que a Oliver Stone o Eisenstein; a Goya que a Picasso; a Rimbaud y Baudelaire que a Ana Ajmátova o Raúl Rivero; de los músicos cortesanos que componían por encargo de sus mecenas, y Beethoven que rasgó su partitura de Emperador dedicada a Bonaparte, que a Coltrane, Dylan, Violeta Parra, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés.
Pasa también en el arte que malamente lo es, como las novelas de Corín Tellado y Marcial Lafuente Estefanía, las películas de Tarzán, los comics del Pato Donald –una vez quisieron darnos la fórmula para leerlos en clave ideológica- o la timba y el reguetón que se escucha a todo volumen en La Habana.
Pero, he aquí que luego de tantos años de machucarnos los comisarios culturales con la letanía del “artista ideológicamente comprometido” y “el arte como arma de la revolución”, ahora recomiendan el arte por el arte, puro, aséptico, descontextualizado, sutil, que se limite a sugerir, a insinuar, jamás a decir lo que es demasiado obvio.
Prestos a complacer a los comisarios, pero con algún que otro amago contestatario, para estar a tono con los tiempos, cual consumados equilibristas del tíbiri tábara, la insinuación, la ironía y la pulla, hacen su obra hoy los creadores cubanos.
Tomemos el caso de la más joven narrativa cubana (¿post-literatura para el post-talitarismo?), que en vez de regaños de los comisarios de la UNEAC, suele recibir premios literarios.
Los nuevos narradores se empeñan en usar un lenguaje preciosista, que puede ir de difuso a críptico. El discurso oficialista -–y también el disidente– es sólo un zumbido remoto, un abejeo que apenas molesta, fácil de obviar.
Para escribir sus atmósferas intimistas y alucinadas, y sus historias que no llegan verdaderamente a serlo –al menos en el sentido aristotélico–, los autores echan mano a todo tipo de referentes: desde Lezama Lima y Borges hasta el heavy metal, el cine de Hollywood y los muñequitos rusos. Todo a través de la fusión, la parodia y la intertextualidad.
Cineastas, humoristas, cantautores
Qué decir de los cineastas, los humoristas y los cantautores, esos que dicen ser “ni de aquí ni de allá” y que advierten que “la política no cabe en la azucarera”, y por eso, actúan con similar entusiasmo -¡manos pa`arriba, mi gente!- lo mismo en la Tribuna Antiimperialista que en cualquier escenario de Miami-Dade.
A propósito, me viene a la mente ahora el contraste entre Boris Larramendi, cantautor cubano radicado en España, y Arnaldo y su Talismán.
Mientras Larramendi aprovechó su visita a Cuba para solidarizarse con los activistas pro-democracia de Estado de Sats, Arnaldo y su Talismán se prestaron el pasado 10 de diciembre para amenizar la pachanga represiva de chusmas y sumisos, con segurosos, pioneritos y brigada de respuesta rápida, que tuvo lugar frente a la casa de Antonio Rodiles, en Miramar, para impedir un acto por el Día de los Derechos Humanos.
Boris Larramendi permaneció los días 10 y 11 sitiado por la turba de porristas en la sede de Estado de Sats. Está por verse qué pasará con él. Lo más probable es que las autoridades no le dejen entrar más a su país.
En cuanto a la disposición de Arnaldo a participar en un mitin de repudio, si alguien le pregunta, dirá que no es político, que es solo “un mulato acelerado”. Eso, si no le da por reafirmar su lealtad a la revolución. No importa: luego brindará por los de aquí y por los de allá, y deseará a todos los cubanos la felicidad.
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