La Nación: el ejercicio retórico de CELAC en La Habana
Asegura el diario que la cumbre terminó presidida por el jefe de Gobierno del país anfitrión: en este caso, el dictador Raúl Castro.
Los presidentes de Colombia y Ecuador, Juan Manuel Santos (2i) y Rafael Correa (2d), posan junto a sus cancilleres, María Ángela Holguín (i) y Ricardo Patiño (d).
El diario argentino La Nación publica este jueves que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) acaba de concluir su reunión cumbre, celebrada en La Habana, Cuba, en el intento de crear un espacio común en una región que cuenta con una población total de 600 millones de habitantes,
Asegura el diario que es sintomático que la cumbre terminara presidida por el jefe de Gobierno del país anfitrión: en este caso, el dictador Raúl Castro.
Creado en 2010, en México, ese ente regional promueve fundamentalmente la integración y el desarrollo de sus miembros.
Asegura el diario que si esa integración se lograra, se trataría de la tercera potencia económica del mundo. Pero la realidad es bien distinta. En medio de una maraña de retórica inútil y de una diversidad innecesaria de instituciones que se suman y hasta se duplican, la integración latinoamericana parecía hasta no hace mucho avanzar tan sólo en el capítulo de la política.
Pero, declara La Nación, la notoria pérdida de influencia de la izquierda bolivariana, al hacerse inocultable el fracaso de sus estrategias, ha afectado seriamente el preocupante avance que se insinuaba en ese plano.
En lo económico, las visiones de los países son absolutamente disímiles. Mientras los del Pacífico abrazan la economía de mercado y la libertad de comercio, los del Atlántico se encierran en sí mismos y recurren al dirigismo y al proteccionismo. Algunos, como Venezuela y la Argentina, preocupan hoy seriamente al mundo porque evidencian el hundimiento de sus "modelos" mientras buscan a terceros a quienes culpar de sus propios errores. Están, por ello, empantanados en una altísima y destructiva inflación, con una pérdida vertiginosa de reservas, fuga de capitales y una sustancial ausencia de inversión externa.
Señala el diario que en procura de alejarse de EE.UU y Canadá, estos países terminan por aceptar las dictaduras marxistas gobernadas por partidos únicos, pese a que pisotean constante y abiertamente los derechos humanos y las libertades civiles de sus ciudadanos.
Apunta La Nación que, precisamente, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, al reunirse con el general Raúl Castro, se refirió a las detenciones arbitrarias de los opositores y le pidió públicamente que su país ratifique los pactos de derechos humanos que suscribió en 2008.
Asegura el diario que es sintomático que la cumbre terminara presidida por el jefe de Gobierno del país anfitrión: en este caso, el dictador Raúl Castro.
Creado en 2010, en México, ese ente regional promueve fundamentalmente la integración y el desarrollo de sus miembros.
Asegura el diario que si esa integración se lograra, se trataría de la tercera potencia económica del mundo. Pero la realidad es bien distinta. En medio de una maraña de retórica inútil y de una diversidad innecesaria de instituciones que se suman y hasta se duplican, la integración latinoamericana parecía hasta no hace mucho avanzar tan sólo en el capítulo de la política.
Pero, declara La Nación, la notoria pérdida de influencia de la izquierda bolivariana, al hacerse inocultable el fracaso de sus estrategias, ha afectado seriamente el preocupante avance que se insinuaba en ese plano.
En lo económico, las visiones de los países son absolutamente disímiles. Mientras los del Pacífico abrazan la economía de mercado y la libertad de comercio, los del Atlántico se encierran en sí mismos y recurren al dirigismo y al proteccionismo. Algunos, como Venezuela y la Argentina, preocupan hoy seriamente al mundo porque evidencian el hundimiento de sus "modelos" mientras buscan a terceros a quienes culpar de sus propios errores. Están, por ello, empantanados en una altísima y destructiva inflación, con una pérdida vertiginosa de reservas, fuga de capitales y una sustancial ausencia de inversión externa.
Señala el diario que en procura de alejarse de EE.UU y Canadá, estos países terminan por aceptar las dictaduras marxistas gobernadas por partidos únicos, pese a que pisotean constante y abiertamente los derechos humanos y las libertades civiles de sus ciudadanos.
Apunta La Nación que, precisamente, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, al reunirse con el general Raúl Castro, se refirió a las detenciones arbitrarias de los opositores y le pidió públicamente que su país ratifique los pactos de derechos humanos que suscribió en 2008.
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