El Mercurio: Cuba en problemas y por culpa de Venezuela
Los resultados de la nueva ley de inversión extranjera en la Isla se verán con el paso del tiempo, pero las experiencias anteriores de apertura han generado más frustración que beneficios.
Una vez más, Cuba está en problemas. En esta ocasión la causa directa parece ser la crisis económica que afecta a su benefactor, Venezuela, publica este lunes el diario chileno El Mercurio.
La ayuda anual venezolana se estima en 6 mil millones de dólares, incluyendo los 115 mil barriles de petróleo que envía diariamente a la isla.
Previendo que ante las dificultades económicas de sus generosos protectores la ayuda puede disminuir sustancialmente, el general Raúl Castro ha preparado una ley que busca estimular la inversión de parte de empresas extranjeras en Cuba.
Los resultados se verán con el paso del tiempo, pero las experiencias anteriores de apertura han generado más frustración que beneficios.
La revolución de Fidel Castro se sostuvo durante la Guerra Fría gracias al apoyo soviético, que encontró en la isla un aliado a pocos kilómetros de Estados Unidos, y, en consecuencia, le atribuyó al comunismo castrense una importancia estratégica.
Pero desaparecidos los soviéticos, los Castro debieron buscar fórmulas de sobrevivencia diferentes. Se decretó un período especial que implicó graves sacrificios para los cubanos, y Raúl Castro, entonces encargado de la economía, produjo una suerte de apertura, permitiendo un restringido funcionamiento de los mercados.
En esa oportunidad se autorizó la entrada de capitales extranjeros para trabajar en empresas mixtas con el Estado cubano. Pero, luego de que apareciera Chávez en Venezuela, tales planes comenzaron a ser abandonados y de 400 han pasado a ser 200 las empresas mixtas. Algunas con capitales chilenos enfrentaron toda suerte de acusaciones antes de desaparecer.
Mas la necesidad vuelve a imponerse. Este año la cosecha de papas parece ser de las peores del último tiempo, la deserción de los médicos cubanos ha obligado a reajustar sus salarios, la mano del gobierno se endurece contra los disidentes, los apoyos extranjeros no alcanzan y es necesario nuevamente recurrir al mercado.
No obstante, ello no implica ninguna apertura política y solo en estos días se ha sabido de la censura de información respecto del barco norcoreano que transportaba armas desde Cuba, se ha asegurado que no habrá internet en los hogares y se ha ascendido al yerno de Raúl Castro a general, manteniendo así el imperio del nepotismo.
El conocido pragmatismo del hermano menor de Fidel ha producido una nueva ley que les ofrecerá a las empresas extranjeras mejores condiciones que en la vuelta anterior: solo 15% de impuestos después de ocho años de gracia, podrán no estar asociadas con el gobierno y tendrán garantías de que no serán expropiadas.
Pero no podrán contratar a sus trabajadores, que serán asignados por las autoridades cubanas. Se trata de un pequeño paso en la dirección correcta, solo que, en medio de las restricciones políticas y con las reticencias con que el gobierno aprueba esta ley, no parece asegurar larga vida a quienes quieran arriesgarse a invertir en Cuba.
La ayuda anual venezolana se estima en 6 mil millones de dólares, incluyendo los 115 mil barriles de petróleo que envía diariamente a la isla.
Previendo que ante las dificultades económicas de sus generosos protectores la ayuda puede disminuir sustancialmente, el general Raúl Castro ha preparado una ley que busca estimular la inversión de parte de empresas extranjeras en Cuba.
Los resultados se verán con el paso del tiempo, pero las experiencias anteriores de apertura han generado más frustración que beneficios.
La revolución de Fidel Castro se sostuvo durante la Guerra Fría gracias al apoyo soviético, que encontró en la isla un aliado a pocos kilómetros de Estados Unidos, y, en consecuencia, le atribuyó al comunismo castrense una importancia estratégica.
Buscando nuevas fórmulas para sobrevivir
Pero desaparecidos los soviéticos, los Castro debieron buscar fórmulas de sobrevivencia diferentes. Se decretó un período especial que implicó graves sacrificios para los cubanos, y Raúl Castro, entonces encargado de la economía, produjo una suerte de apertura, permitiendo un restringido funcionamiento de los mercados.
En esa oportunidad se autorizó la entrada de capitales extranjeros para trabajar en empresas mixtas con el Estado cubano. Pero, luego de que apareciera Chávez en Venezuela, tales planes comenzaron a ser abandonados y de 400 han pasado a ser 200 las empresas mixtas. Algunas con capitales chilenos enfrentaron toda suerte de acusaciones antes de desaparecer.
Mas la necesidad vuelve a imponerse. Este año la cosecha de papas parece ser de las peores del último tiempo, la deserción de los médicos cubanos ha obligado a reajustar sus salarios, la mano del gobierno se endurece contra los disidentes, los apoyos extranjeros no alcanzan y es necesario nuevamente recurrir al mercado.
No obstante, ello no implica ninguna apertura política y solo en estos días se ha sabido de la censura de información respecto del barco norcoreano que transportaba armas desde Cuba, se ha asegurado que no habrá internet en los hogares y se ha ascendido al yerno de Raúl Castro a general, manteniendo así el imperio del nepotismo.
El conocido pragmatismo del hermano menor de Fidel ha producido una nueva ley que les ofrecerá a las empresas extranjeras mejores condiciones que en la vuelta anterior: solo 15% de impuestos después de ocho años de gracia, podrán no estar asociadas con el gobierno y tendrán garantías de que no serán expropiadas.
Pero no podrán contratar a sus trabajadores, que serán asignados por las autoridades cubanas. Se trata de un pequeño paso en la dirección correcta, solo que, en medio de las restricciones políticas y con las reticencias con que el gobierno aprueba esta ley, no parece asegurar larga vida a quienes quieran arriesgarse a invertir en Cuba.
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