lunes, 1 de diciembre de 2014

Un cubano debutando en el mundo real

Un cubano debutando en el mundo real

Todo va a una velocidad de vértigo. Las cosas funcionan. Contraste entre la oscura Cuba medieval y las luces del mundo real

camilo cover
El autor, Camilo Ernesto Olivera (foto cortesía del autor)
LA HABANA, Cuba. — En las manos la visa un día antes de la fecha del viaje. Hay que correr, ajustar asuntos pendientes, avisar a los amigos que te reciban.
Reacomodar el equipaje para llevar lo mínimo.
Poder regresar a La Habana bien provisto. Evitar así, pagar el diezmo a los cancerberos de la aduana cubana.
La familia pidiéndote que les traigas de alla tal o más cual cosa que en la isla no se consigue. O se consigue de mala calidad, a precios de estafa, en las tiendas TRD controladas por la mafia gubernamental.
El día señalado para viajar, te toca la célebre Terminal Tres del Aeropuerto “José Martí”. Después de confirmar el boleto, se paga el impuesto de 25 CUC (moneda equivalente al dólar en Cuba) por el uso de un aeropuerto que no lo vale.
La tortuosa cola para la revisión en frontera y luego el salón de espera.
La aeromoza del avión de Air Europa, te recibe con una sonrisa. Es la primera desde que entraste al aeropuerto.
camilo madrid noche
La Gran Vía iluminada, foto internet
Pasaje a los desconocido
Madrid es como un caleidoscopio, desde el instante en que el taxi sale del aeropuerto rumbo a la ciudad. Los edificios, los anuncios comerciales y las pancartas lumínicas, la vía sin un solo bache, la limpieza. Los primeros atisbos de una vida a la cual no estás acostumbrado.
Todo se mueve de otra manera. Nadie te pregunta nada que no quieras responder. Tú vives tu vida y el de al lado vive la suya. El peso traumático por la atmosfera represiva de La Habana se va diluyendo. Estas a solas contigo mismo. La dinámica social respeta tu espacio vital, y te compromete a respetar el espacio de quienes te rodean.
En las calles, en los ómnibus, en el Metro, se va más rápido, a una velocidad de vértigo. En minutos estas abordando cualquier medio de transporte. Ninguna falla, los ómnibus pasan a la hora señalada y no se repletan. Se paga mediante boletines, que se adquieren en las estaciones del Metro y valen para este y los ómnibus. Cubren una cuota de varios viajes. Son como pequeñas tarjetas de crédito.
Otra vida nocturna
Burger King, Starbucks, Mac Donald, tiendas para casi todos los bolsillos, restaurantes, fondas y cafeterías abiertos hasta la madrugada. Clubes de Jazz, Rock, música tradicional o de vanguardia, de strippers… En medio de todo esto, la libertad de elegir según tengas para pagar.
Camilo, el ayuntamiento, Madrid-La-noche-de-Madird
La Noche de Madrid, engalanada, foto internet
En la mayoría de esos lugares la posibilidad de conectarte a internet por vía Wi Fi sin tener que pagar un centavo.
Las calles iluminadas todo el tiempo y en todas las cuadras. Poder sacar tu móvil con internet activado, algo impensable en la Cuba actual. Enviar las fotos al Facebook en el instante o chatear con los amigos. No tener que mirar a los lados como en La Habana, con miedo de que te asalten y arrebaten de las manos el teléfono.
También ver los rostros de la crisis. Los que duermen en la calle, porque perdieron el trabajo y no pueden pagarse el techo. O los que llegan desde fuera intentando abrirse paso y se la ven difícil. Así como en La Habana deambulan los mendigos y las personas mayores con demencia senil y las villas miseria crecen por día.
Regreso al medioevo cubano
La puerta del avión, que da hacia el pasillo que conecta al aeropuerto. Un grupo de genízaros observan a los pasajeros que van saliendo.
Las largas filas para acceder al control en frontera te colocan en frecuencia. Estas de nuevo en territorio cubano. El salón no tiene climatización ninguna y esta semioscuro. Ruegas para que el buche amargo de la revisión y el mal trato de los aduaneros sean leves.
camilo cibeles
La fuente de Las Cibeles, uno de los símbolos de la capital de España, foto internet
Logras rebasarlo todo. Vienes con poco equipaje y te desvían hacia la puerta verde. Todavía dos funcionarias de aduana someten a prueba tu paciencia. Pero no les queda más remedio que darte paso. Abres la puerta hacia el salón de espera.
Apenas puedes reconocer a tus familiares, que aguardan en medio de las penumbras y la aglomeración de público. No sabes si te alegras de verles. Tienes mucho que contar, y te das cuenta de que tienes que medir tus palabras.
Es como despertar del sueño a la pesadilla.

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