Parecía que el silencio de Fidel era otro de sus ardides, para no aparecer como cómplice de la amistad con el Imperialismo, pero ahora aparece una carta donde dice “Defenderemos siempre la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos”
jueves, enero 29, 2015 | Tania Díaz Castro | 9 Comentarios
LA HABANA, Cuba. — Si algo nos consta a los octogenarios que pertenecimos a la prensa oficialista durante los primeros años de la Revolución castrista, es que en el fondo del alocado e impetuoso corazón de Fidel Castro, se escondía el silencioso deseo de limar asperezas con Estados Unidos.
Cabe preguntarse entonces por qué a pesar de ser quien durante largos años mostró ante el pueblo y ante el mundo un odio feroz contra los gobiernos estadounidenses, ofendiéndolos, insultándolos, culpándolos de sus fracasos económicos, agrediéndolos de mil maneras, pensaba que eran ellos precisamente quienes lo iban a sacar del caos en que había sumido a Cuba.
Era evidente que Fidel sentía una mezcla de amor y de odio por el país más rico, democrático y libre del mundo.
Explicar esto es tarea de un psiquiatra.
Estados Unidos fue el país donde disfrutó de una costosa Luna de Miel, a donde acudió en busca de ayuda para los primeros pasos de su causa política, el primero país que visitó para la solicitud de créditos, recién llegado al poder. Y fue Eisenhower el primer presidente al que pide de manera oficial una entrevista.
En ocasiones, en los medios oficialistas de la prensa, se escuchó el rumor de que el gobierno castrista había hecho gestiones para establecer vínculos con Washington. Sobre todo se pensaba que Raúl, más pragmático que el hermano, se inclinaba más a dichas relaciones.
Fue precisamente en 1990, el año más desgraciado de la dictadura cubana, que el comandante y el general planearon un acercamiento con los yanquis. Se había anunciado el Período Especial en Tiempos de Paz y la posibilidad de la Opción Cero. La economía estaba en bancarrota. El 26 de julio de ese mismo año, ambos políticos se refieren a la difícil situación económica del país y a los esfuerzos extraordinarios que habrían de realizarse.
El 8 de junio de ese año, en un paso bien oculto de la opinión pública, se designa a Carlos Rafael Rodríguez para que logre poner fin a la enemistad entre Cuba y Estados Unidos.
El viejo comunista, fiel al pedido, se entrevistó con el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari y le pidió encarecidamente que lograra convencer a George Bush para que dialogara con Fidel y Raúl.
Salinas de Gortari cumplió el encargo. El día 11 se entrevistó con Bush y le planteó la necesidad de un cambio de política con la isla. Dos días después, Bush responde que Estados Unidos no cambiará sus métodos políticos orientados hacia Cuba.
Los deseos frustrados de los dos hermanos jamás fueron publicados en ninguno de sus medios de comunicación. Se trata de una historia que seguramente sólo unos pocos conocen, aunque sí piensan todos que si el máximo líder se hubiera desmadejado mucho antes de su visita al municipio de El Cotorro y mucho antes hubiera aterrizado de cabeza al final de un discurso en la ciudad de Santa Clara, Raúl Castro habría logrado hacer amistad con Clinton, siempre con la anuencia de su hermano, claro está y sin que esto le pasara jamás por la mente a las masas cubanas.
Lisette Bustamante, antigua reportera de la televisión cubana que desertó en España en 1992, escribió un poco después en el ABC sobre ¨el gran interés que tenía Raúl Castro en mejorar las relaciones con el mundo, principalmente con Estados Unidos¨.
También fue del conocimiento de los norteamericanos que a partir del 2006, en tres ocasiones Raúl había intentado un acercamiento con ellos, pese a que en las Reflexiones de su hermano, jamás esto se dijera.
Ante esta realidad, parecía lógico pensar que el silencio de Fidel era otro de sus tantos ardides, para no aparecer como cómplice de la amistad política entre el Imperialismo y su duro y radical Patria o Muerte.
Pero ahora aparece una carta del octogenario líder, dirigida a los estudiantes y difundida en los medios oficiales donde reflexiona sobre el restablecimiento de relaciones entre su enemigo histórico y su hermano Raúl, donde dice:
“ Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos”, y agrega sobre la actuación de su hermano Raúl en las negociaciones con la Casa Blanca: “El Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba”.
El viejo oso hormiguero, sano y salvo, todo lo está viendo desde su madriguera.
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