No había revista nacional ni reportaje televisivo sobre los beneficios de la revolución en los años 70, que no exhibiera esos bloques de apartamentos frente al Malecón habanero como el preámbulo de lo que habría ser un ambicioso programa de viviendas para los trabajadores
miércoles, mayo 20, 2015 | Ernesto Pérez Chang | 0 Comentarios
LA HABANA, Cuba. -“Esto parece un edificio pero no falta nada para que se convierta en una montaña de escombros”, dice una vecina de aquel edificio nombrado Girón que en los años 70 se convirtiera en un ejemplo de los “avances de nuestra arquitectura socialista”. No había revista nacional ni reportaje televisivo sobre los beneficios de la revolución que no exhibiera esos bloques de apartamentos frente al Malecón habanero como el preámbulo de lo que habría ser un ambicioso programa de viviendas para los trabajadores.
Mucho antes de la caída del campo socialista, el edificio, situado en las calles 1ra y E, comenzó a presentar problemas. Filtraciones, agrietamiento en las paredes y estructuras principales, fallas eléctricas y de los ascensores, falta de agua o de mecanismos eficientes para el bombeo, se fueron agregando a la lista de asuntos pendientes que hoy, empeorados, amenazan con llegar a un punto donde la demolición sería el único recurso para evitar una tragedia.
Un vecino, que no desea ser identificado porque está a la espera de los resultados de un proceso legal por desavenencias con otro inquilino, estuvo entre los primeros en mudarse y asegura que los problemas siempre han existido y solo se han ido agravando con el tiempo: “Si los comparas con los de hoy, claro que aquellos tiempos son un idilio pero siempre hubo filtraciones y tupiciones de las tuberías. La falta de agua es desde siempre. En los años 90 todo empeoró. Los escándalos entre vecinos son a diario. Las peleas, las denuncias porque, inevitablemente, todos afectamos a todos de alguna manera, pero en este país la gente prefiere hacerse los ciegos y echarse la culpa entre nosotros mismos para no buscarse problemas mayores. (…) Los que vivimos en los pisos más altos somos los más perjudicados cuando se rompe el ascensor pero ese es el menor de los dolores de cabeza. El salitre se está comiendo toda la estructura. Aquí un día va a ocurrir una desgracia. (…) Por la noche es aconsejable ni pasar. Esto está tan oscuro que se presta para todo lo malo. Han asaltado gente, a turistas, esto es una cueva, incluso a plena luz del día. Yo lo pienso mil veces para bajar de noche”.
Otra vecina que tampoco quiso ser identificada cuando le dijimos que no pertenecíamos a un medio de prensa oficialista, comentó sobre las reiteradas ocasiones en que han denunciado el peligro en que se encuentra la edificación:
“Hemos mandado cartas a todos los niveles, a los periódicos, y no ha pasado nada. Una vez, hace años, vino alguien de [la empresa] Micro Social de la provincia. Vinieron, miraron y después mandaron cuatro gatos que cambiaron unas tuberías que a los pocos meses volvieron a filtrase, cogieron dos o tres filtraciones más. (…) Arreglaron el ascensor porque ya era evidente que iba a ocurrir una tragedia. Pintaron un poco, sobre todo el cartel [que dice Girón] y los alrededores y el resto no lo pudieron hacer porque dicen que no tienen recursos para todo lo que necesita el edificio y que tampoco tienen fuerza de trabajo. El pasillo de mi apartamento está en un hilo y cuando uno pasa tiempo aquí abajo uno ve caer los pedazos de cemento y la arenilla. (…) No hay manera de sacar un seguro, no hay para dónde virarse y poner una queja y, para colmo, si aparezco en ese periódico, me van a quemar viva en mi trabajo”.
Como todo cuanto suponía una “victoria frente al imperialismo”, el edificio fue bautizado como Girón. El nombre no se debió solo a que los inquilinos serían los trabajadores de la extinta fábrica ensambladora de ómnibus “Girón” sino a que era el sello de todo cuanto era considerado un paso de avance en el camino al socialismo. Como recuerda un estimado amigo que trabajara durante años en unidades militares, hasta las ventanas conocidas universalmente como “tipo Miami”, en los años 70 se les comenzó a llamar “Girón” porque estaba prohibido escribir “Miami” en los documentos y vales de compra. Girón era la marca de todo aquello que estaba llamado a perdurar.
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