“El 71: anatomía de una crisis”, de Jorge Fornet, Premio de la Crítica el pasado año, parece más una crónica de acontecimientos que un ensayo acerca de un período negro de la cultura cubana
viernes, mayo 1, 2015 | Orlando Freire Santana | 1 Comentario
LA HABANA, Cuba. -Reconozco que tenía sumo interés en leer el libro El 71: anatomía de una crisis, del investigador y ensayista Jorge Fornet, jefe del Departamento de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. El texto, galardonado con el Premio de la Crítica del pasado año— pergamino que concede anualmente el Ministerio de Cultura de Cuba a las obras literarias más destacadas—, aborda los sucesos de 1971 en el panorama cultural de la isla.
La expectativa en torno a este libro, además de lo atractivo del tema, giraba en buena medida alrededor de su autor. Porque Jorge Fornet— el hijo de Ambrosio, el que instauró el término de “quinquenio gris”— no es uno más entre los investigadores que abundan entre nosotros. Se trata de alguien, obviamente, con acceso a todas las fuentes, y por tanto en condiciones de ponernos al tanto de los más mínimos detalles de aquellos acontecimientos.
Es cierto que Fornet brinda abundante información sobre el encarcelamiento y la posterior retractación del poeta Heberto Padilla, así como las protestas internacionales que tales hechos desataron. Y en verdad no se trata de poca cosa, pues todo lo relacionado con el “caso Padilla” asumió caracteres protagónicos durante aquellas jornadas.
Sin embargo, buena parte del libro se dedica a contarnos ciertos “chismecitos” provenientes de México y otros sitios de nuestra región, a raíz de la toma de partido de cada importante figura de la literatura latinoamericana— Octavio Paz, Vargas Llosa etc.— en torno a estos sucesos. El autor, en cambio, apenas profundiza en un acontecimiento clave: la celebración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura durante el mes de abril de ese año 1971.
Fornet no enumera las Resoluciones homofóbicas del referido Congreso, que condenaron al ostracismo a valiosos escritores. Tampoco se detiene ante el discurso de clausura del evento pronunciado por Fidel Castro; una vuelta atrás— y ahora con más rigor— a la censura contenida en sus “Palabras a los intelectuales” en junio de 1961. Si en aquella ocasión el máximo líder afirmó que contra la Revolución nada se permitía, ahora en 1971, cegado por la ira, advertía que para ganar un concurso literario en Cuba, había que ser “revolucionario de verdad”. ¡Qué horror!
Jorge Fornet, por supuesto, trata de no incomodar a su jefe Roberto Fernández Retamar. Por ello minimiza las referencias al ensayo “Calibán”, escrito por el Presidente de la Casa de las Américas en junio de ese propio año; o sea, cuando los ecos del “caso Padilla” y del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura aún no se habían apagado.
Porque, de haber sido sincero en cuanto a la evaluación de “Calibán”, a Fornet no le habría quedado más remedio que reconocer que se trató de un libro pendenciero e insultante en extremo hacia figuras como el argentino Jorge Luis Borges. Además, visto retrospectivamente, no hay dudas de que “Calibán” clasifica como un texto fallido, pues, entre otras cosas, les recomienda a los escritores latinoamericanos que tomaran ejemplo de las naciones de Europa oriental que construían la sociedad socialista bajo el liderazgo de la Unión Soviética. ¡Y ya sabemos en qué terminó todo aquello!
En líneas generales notamos que Fornet no arriesga su punto de vista en casi ninguno de los temas tratados en el libro, sino que se limita a enunciarlos. En ese sentido el texto parece más una crónica de acontecimientos que un ensayo acerca de un período de la cultura cubana, como algunos han querido calificarlo. Ah, y un detalle que no quiero dejar pasar: en la página 13 de la edición que Letras Cubanas hace de este libro, Fornet asevera que el verdadero protagonista de estos hechos es Fidel Castro… Claro, no especifica que semejante “destaque” sería la consecuencia de su papel como villano de la película.
En fin, que asistimos a un intento de Jorge Fornet por jugar con la cadena, pero cuidándose de tocar el mono.
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