jueves, 28 de mayo de 2015

Nuestro (agotado) modelo educativo


Sin pensar en la salida total del Estado en esta esfera, no debe soslayarse la diversidad.
Son notorias las carencias e insuficiencias que afronta el sistema educativo cubano en todos los tipos y niveles de enseñanza. Escasean los maestros, es malo el estado constructivo de muchas escuelas, están desactualizados los planes de estudio, y en no pocos territorios es nula la vinculación escuela-comunidad.
Estas y otras anomalías acaban de ser reconocidas por el señor Lizardo García Ramis, director del oficialista Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP), en entrevista concedida al periódico Juventud Rebelde. El funcionario, después de sugerir la actualización del sistema nacional de enseñanza, para que se adecue a la realidad de sus alumnos y maestros, concluye con una crítica a la ya descartada estrategia de paliar el déficit de maestros mediante la formación de los Profesores Generales Integrales (PGI): "Con absoluta sinceridad pienso que estamos pagando las consecuencias de una estrategia equivocada en la formación de los maestros".
Por supuesto, el entrevistado no mencionó la paternidad de Fidel Castro sobre la idea de crear los PGI, a quienes se les exigía la impartición de todas las asignaturas, lo mismo las científicas que las humanísticas.
Creemos que el director del ICCP, además de la omisión anterior, tampoco incursionó en el meollo del problema. Porque nuestro sistema nacional de enseñanza no precisa de una simple actualización; más bien se impone un cambio en el modelo educativo. Como mismo el férreo control estatal obstaculiza la buena marcha de la economía, el monopolio del Estado en materia educativa se interpone en el despegue cualitativo de este sector.
No es que pensemos en la salida total del Estado en esta esfera. La educación pública debe de tener siempre un peso importante, pues garantiza el acceso a la instrucción de aquel segmento poblacional con escasos recursos económicos. Sin embargo, estimamos que la diversidad no debe ser soslayada.
Comenzaríamos por permitir la creación de cooperativas de maestros y profesores, a las que podrían acceder los actuales repasadores (cuentapropistas), así como otros docentes que deseen abandonar la nómina del Ministerio de Educación (MINED). Estas cooperativas —que serían el germen de una incipiente escuela privada— podrían resolver muchos de los problemas que hoy afectan la calidad del proceso docente-educativo.
Como cooperativistas, es muy probable que esos docentes vean incrementar sus ingresos, además de adquirir un mayor sentido de pertenencia, lo que aumentaría el protagonismo de las escuelas a nivel de base. También disminuiría el control burocrático del MINED, que impide el despliegue de la iniciativa creadora del maestro en las aulas. Por último, el presupuesto estatal se liberaría de la carga de atender financieramente a todos los centros educacionales del país.
Bueno, ¿y quiénes serían los alumnos que irían a estas cooperativas escolares? Pues aquellos cuyos padres estén dispuestos a pagar las matrículas con tal de que sus hijos reciban una educación de mayor calidad. Y creo, sinceramente, que no serán pocos.
Los colegios religiosos también tendrían su espacio en el nuevo modelo educativo. Se trata de una vieja reclamación de la Iglesia Católica, a la que el castrismo siempre se ha negado, aun en los tiempos de mayor distensión en las relaciones Iglesia-Estado. Acerca de la calidad de la enseñanza en estos colegios, dos ejemplos bastan: el Seminario San Carlos y San Ambrosio en el alborear de nuestra nacionalidad —en esa época no solo formaba a los futuros sacerdotes—, y el Colegio de Belén que cobijó al propio Fidel Castro.
A los que piensen que el fin del monopolio estatal sobre la enseñanza supondría el final de la educación gratuita en el país, les recordamos que tal gratuidad es hoy un mito. Tanto en las enseñanzas primaria y secundaria, y también en los preuniversitarios, con vistas a los exámenes de ingreso a la educación superior a los educandos no les queda más remedio que pagar por las clases extras que reciben de los repasadores particulares. Es el único modo de contrarrestar el vacío que les dejan los cientos de maestros improvisados con que cuentan las escuelas cubanas.
Claro, el modelo educativo está agotado. Pero la intención de los gobernantes de mantener el control totalitario sobre la sociedad —donde la manipulación de las mentes de niños y jóvenes resulta clave— parece más fuerte que nunca. De todas formas, no está de más suscribir una frase muy recurrente entre nosotros: soñar no cuesta nada.

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