El 30 de mayo en la Historia de Cuba
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• 1866 -
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- Mando de Francisco Lersundi.
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Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 307-308 nos describe los acontecimientos del 30 de Mayo de 1866 en la Historia de Cuba:
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“A bordo de una fragata de guerra arribó al puerto de La Habana el teniente general Francisco Lersundi, para hacerse cargo de la Capitanía General. La recibió del general Domingo Dulce el 30 de mayo de 1866. Dulce, continuando hasta cierto punto la política de tolerancia y concordia iniciada por Serrano, dejaba ganados buenos afectos entre los hijos del país. Pudo llamarse un cubano más, con el aplauso de quienes ocupaban las avanzadas de la política de la Colonia. En realidad, Francisco Lersundi no era el hombre indicado para ser consecuente sucesor de Serrano y Dulce, considerada la obra gubernamental de cada uno de ellos desde el punto de vista de los que para Cuba querían un régimen de civilidad.
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“Poco más de cinco meses duró el mando de Lersundi. El país estaba por la propaganda reformista desarrollada por los hombres de buena fe que aún cifraban esperanzas en las rectificaciones de la Metrópoli. Lersundi no podía sostenerse con facilidad en las alturas del mando de Cuba. Sus antecedentes lo acreditaban cumplidamente de reaccionario de pura cepa. Moderado en la política de la Península, ilógico hubiera sido esperar de él destellos de liberalismo en la Isla.
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“Los elementos adictos a España bajo el yugo férreo del despotismo se ocuparon en aprovechar las condiciones personales de Lersundi. Los reformistas, firmes en sus propósitos y demandas, supieron mantenerse con dignidad en horas difíciles. Las relaciones entre unos y otros, entre los ganosos de una obra de regeneración y los reaccionarios que rodeaban a Lersundi, fueron agriándose día tras día. No tardó en llegar el de la crisis. Con motivo de ciertas manifestaciones de entusiasmo a que se entregaron los liberales de Puerto Príncipe los secuaces de Lersundi quisieron ver amenazas de revolución, y acabaron por decidir al Capitán General a que dictase la orden de cerrar los comités reformistas autorizados por Serrano y consentidos por Dulce.
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“Los que se habían propuesto defender los derechos políticos de Cuba continuaron su labor, a despecho de los rigores de Lersundi. El Capitán General se jactaba de haber limpiado el país de gente de mal vivir, y llegó sin duda a pensar que podía con igual facilidad reducir a la impotencia a los sostenedores de ideas avanzadas. Ocasión hubo en que le pareció que las aspiraciones de los cubanos y hasta los gérmenes revolucionarios rodaban por tierra con sólo trasladarse él de su residencia veraniega de Marianao a La Habana o recorrer algunas poblaciones de la Isla, sin otra consecuencia, según la expresión de un panegirista suyo, que recibir obsequios, paralizar los negocios y. recargar los presupuestos locales con los gastos que su presencia ocasionaba. Las cosas seguirían su marcha. Lersundi cesó en el mando de Cuba en momentos en que los liberales de esta Antilla no se atreguaban en el afán de producir una mudanza esencial en los negocios públicos.”
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