viernes, 29 de enero de 2016

Un héroe para justificar el fracaso cubano


Seguimos sin querer admitir que el vino, si está agrio, por muy nuestro que sea, no es más que eso: vino agrio

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Han abundado son los tergiversadores y los manipuladores del ideario de José Martí (Reuters)
Han abundado son los tergiversadores y los manipuladores del ideario de José Martí (Reuters)
LA HABANA, Cuba.- Se cumplen 163 años del natalicio de nuestro héroe nacional, José Martí. Es la ocasión de repetir de carretilla alguno de sus versos o las dos o tres frases suyas que todos los cubanos aprendemos de memoria desde la escuela primaria. Luego, son vueltas a repetir el 19 de mayo, en el aniversario de su muerte. A poco más que eso, en esas dos fechas, se reduce el culto martiano que nos inculcaron desde niños. ¡Qué pena!
Tenemos el mito, pero de bien poco nos han servido las advertencias y las enseñanzas de Martí. Más bien, desde los tiempos de la independencia y hasta la actualidad, nos hemos dedicado sistemáticamente a incurrir en todo lo que nos advirtió que evitáramos. Hemos hecho como los israelíes en el Antiguo Testamento, que desobedecían continuamente a Jehová y por eso fueron castigados. Aunque ni remotamente como los hebreos, nuestro pueblo también ha recibido su correspondiente castigo. Y lo que falta todavía…
¿En qué quedó aquello tan citado y que nunca ha sido, de la república y la nación “con todos y para el bien de todos”?
Los cubanos hemos explotado, sin oficio ni beneficio, la leyenda martiana. Pocos pueblos tienen el privilegio de tener un poeta como héroe nacional. Pero los poetas y sus cosmogonías no son fáciles de entender. Nunca entendimos bien a Martí, y lo hemos idealizado y sobredimensionado como el político que no era y que no quiso ser.
Al preparar la guerra por la independencia, Martí cumplió su principal rol histórico. Ya poco más podía hacer. Su muerte en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, enfrentado a una patrulla española, fue casi un suicidio. Le facilitó la salida que no hallaba ante tanta tozudez e incomprensión de los principales jefes militares mambises.
Pero la historia oficial, la que enseñaban antes y la que malamente se enseña ahora, rehúye referirse a los conflictos entre los próceres…
¿Hubiese podido Martí, después de la independencia, lidiar con los que pretendían dirigir la república como si fuese un campamento militar, e imponerles su visión civilista y democrática?
Habría que ver, con tan abigarrado y confuso ideario político como mostró en sus escritos, qué hubiera hecho Martí de haber sido el primer presidente de la república.
Muy pocos cubanos han leído a fondo a Martí. Lo que sí han abundado son los tergiversadores y los manipuladores de su ideario. Así, han creado un Martí multipropósito, útil y conveniente para todos.
El mayor plagiario, Fidel Castro, hizo de Martí el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada, su guía para la construcción de la sociedad socialista y el mentor de su patológica confrontación con los Estados Unidos. Para justificar su dictadura de partido único, citó el caso del Partido Revolucionario Cubano, pasando por alto el hecho de que fue creado únicamente para organizar la guerra por la independencia y no para perpetuar en el poder a ningún caudillo.
La leyenda martiana contribuyó a la construcción de un meta-relato histórico, una teleología del destino nacional, que nos ha hecho más daño que bien. Lejos de redimirnos, nos legó, entre otras cosas, la mala conciencia y el hado de la fatalidad nacional.
Martí, desde el exilio, idealizó con su pluma una Cuba en la que vivió en total apenas 20 años de su vida. Pero la Cuba que inventó seguramente hubiera sido mucho mejor que la real, si los cubanos hubiésemos logrado llevarla a vía de hechos. Si no idéntica, al menos parecida a la que soñó Martí. Pero no pudimos. Y seguimos sin poder…
Tanto nos machacaron con los héroes impolutos y las estatuas de bronce, que terminaron por aburrirnos. Como consecuencia de ese aburrimiento, hoy muchos cubanos, sobre todo los jóvenes, identifican a Martí con el teque castrista y lo rechazan.
Los cubanos deberíamos abochornarnos de tanto desconocimiento y tergiversación de Martí. Pero nos es más fácil lamentarnos. Y para ellos, seguimos citando sus frases. Aunque no vengan al caso, no las entendamos bien o las interpretemos a nuestro antojo y conveniencia, para justificar nuestro fracaso como nación.
Así, atenidos a Martí, seguimos sin querer admitir que el vino, si está agrio, por muy nuestro que sea, no es más que eso: vino agrio. O peor aún: vinagre. Del que tanto arde en las heridas…
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ACERCA DEL AUTOR

Luis Cino Álvarez

Luis Cino Álvarez

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Es subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.

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