Las unidades sectoriales de la policía no dan abasto y la eficiencia y profesionalidad policial solo funciona en la serie televisiva Tras la Huella”
febrero 28, 2016
Giselle Carmona, 23 años, iba camino al bar Montejo en la Calzada 10 de Octubre, a tiro de piedra de la iglesia Los Pasionistas, en La Víbora, cuando le arrebataron su teléfono Samsung Galaxy de última generación.
“Eran cerca de las nueve de la noche. Yo iba escuchando música cuando un negro muy alto, con una navaja, me pidió el teléfono. Luego salió corriendo por la calle O’Farrill hacia arriba. Enseguida hice la denuncia en la estación de policía, pero ha pasado un mes y no han atrapado al ratero”, cuenta Giselle.
Luego de hablar mediante IMO con su hermana que reside en Coral Gables en un punto WiFi ubicado en el parque Santa Amalia, municipio Arroyo Naranjo, el más violento y con mayor cantidad de sucesos de sangre en La Habana, Yaibel, 32 años, fue interceptado en una calle oscura y le despojaron su teléfono inteligente Huawei y una laptop Hewlett Packard.
“Fue alrededor de las once de la noche, hace dos meses. La policía ni siquiera hizo una foto robot. Me enseñaron un carpeta de fotografías de supuestos delincuentes y me dijeron que si aparecía algo me avisarían.
“Fue alrededor de las once de la noche, hace dos meses. La policía ni siquiera hizo una foto robot. Me enseñaron un carpeta de fotografías de supuestos delincuentes y me dijeron que si aparecía algo me avisarían.
Hasta el sol de hoy. Con el número de IMEI del teléfono lo desactivé en ETECSA, pero me han contado que hay tipos que lo craquean y lo ponen a funcionar”, acota Yaibel. Un iPhone o un Samsung de altas prestaciones cuesta en el mercado negro entre 500 y 900 pesos convertibles (600 a 1000 dólares).
El salario de dos a cuatro años de un profesional. Un oficial de la policía que opta por el anonimato asegura que el número de asaltos y robos en viviendas ocupadas ha crecido de manera alarmante en La Habana.
“En municipios como Arroyo Naranjo, Diez de Octubre y San Miguel del Padrón, el promedio de arrebatos de dinero, prendas de oro, celulares y robos de autos o sus agregados es de 150 a 200 todos los meses. Los robos en hogares también ha crecido. El 60 o 70% de los casos quedan sin resolverse”, alega el instructor policial.
Las causas por las que no se solucionan van desde exceso de casos que lleva cada investigador, mal trabajo en las pesquisas, hasta déficit de productos químicos para levantar huellas o equipamientos de última tecnología.
“Las técnicas más avanzadas se utilizan para asesinatos o hechos de sangre. Los robos en la vía pública, cuando se reiteran en determinada zona, pasan a ser investigados por el DTI provincial, pues las unidades sectoriales no dan abasto. En algunas avenidas importantes hay cámaras de vigilancia, pero muchas no funcionan y los delincuentes conocen las calles que no tienen vigilancia. La eficiencia y profesionalidad policial solo funciona en la serie televisiva Tras la Huella”, confiesa el instructor.
El aumento de robos en viviendas ha despertado las alarmas de un segmento elevado de ciudadanos. Sobre todo en aquellos que han invertido dinero en reparar sus casas comprando electrodomésticos modernos, ordenadores y televisores LED.
A Yosvani, dueño de una cafetería, según dice le robaron en pleno día. “Eran
como las diez de la mañana. Vivo solo con mi esposa que está embarazada. Esa mañana ella tenía turno médico. Los ladrones rompieron la puerta de hierro con un gato hidráulico y se llevaron la computadora, dos televisores de pantalla plana, dinero, ropa y joyas”.
como las diez de la mañana. Vivo solo con mi esposa que está embarazada. Esa mañana ella tenía turno médico. Los ladrones rompieron la puerta de hierro con un gato hidráulico y se llevaron la computadora, dos televisores de pantalla plana, dinero, ropa y joyas”.
Ahora se vio obligado a invertir casi dos mil pesos convertibles en ‘bunkerizar’ su casa: colocó cerraduras anti robo, dos verjas de hierro fundido, un portero electrónico con cámara y puso alarmas en todas las ventanas exteriores.
Sergio, residente en el Casino Deportivo, barriada al suroeste de la capital, se dedica a vender en el mercado negro una gama de sistemas de protección anti robos.
“Desde alarmas y artilugios para autos a cámaras y sistemas electrónicos para viviendas. Un portero con timbre y cámara cuesta entre 250 y 300 cuc. Cerraduras electrónicas de alto estándar pueden llegar a mil pesos convertibles. Es una inversión extra, pero es muy jodido que tú te sacrifiques en tener todas las comodidades en tu hogar y de buenas a primera te lo desvalijen el hogar”, acota.
Solo en su cuadra, Sergio ha vendido cuatro porteros electrónicos y dos cerraduras electrónicas. Si usted recorre cualquier barrio habanero notará como el 80% de las casas están enrejadas.
Los de bolsillos amplios refuerzan sus propiedades con rejas y cerraduras de mayor calidad. Muchos apartamentos y residencias parecen cárceles con sus balcones y portales tapiados
Los dueños de automóviles y motos deben tener una protección extra. Garajes que parecen jaulas de hierro con alarmas anti robos. “A mí me han robado dos veces los neumáticos y la reproductora, a pesar de toda la protección”, dice Alejandro, dueño de un Lada 2107 de la era soviética.
Niorvis estaba en una cafetería bebiendo un par de cervezas y al salir le habían llevado los neumáticos traseros de su jeep Willis. “Me lo dejaron calzado con bloques.
Hicieron esa pincha (trabajo) en menos de veinte minutos, que fue lo que estuve en la cafetería”. Con el aumento de turistas, el arrebato de bolsos y cámaras a extranjeros es otra modalidad que crece. “Sobre todo en Centro Habana, Vedado y Habana Vieja, desvalijan la reproductora o la goma de repuesto del auto rentado”, señala un policía.
Los hechos de sangre son relativamente escasos. Riñas con armas blancas y hasta algún muerto se suelen dar en barrios al sur de la capital como Luyanó, Mantilla o La Cuevita.
La Habana está lejos de ser un matadero al estilo de Caracas o Tegucigalpa.
La prohibición de tenencia de armas ayuda. Pero si de robar se trata, ande con los ojos muy abiertos. Un teléfono inteligente, una cámara de video de alta definición o una tableta Apple son golosinas para los rateros.
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