Por: Lcdo. Sergio Ramos
Ha muerto un tirano…el pueblo siente el júbilo ante la noticia por haber sido el causante de infinitos sufrimientos, animados por la esperanza de libertad y paz para una nación desgarrada por el dolor y la opresión. Unos, lo manifiestan y exteriorizan, otros, los cautivos, lo sienten el alborozo en silencio, muchos de ellos, escondidos en la máscara del falso luto que impone el terror con que viven.
Su fallecimiento ocurre en momentos de cambios para los Estados Unidos, donde se plantea el detener o enmendar las políticas de acercamiento y concesiones para con Cuba, dispensadas por la saliente administración. Algo que queda por verse y se adentra en el terreno de las probabilidades y la especulación.
Lo real, es que ha muerto un tirano…pero sigue la tiranía, porque más allá del fallecimiento del cruel caudillo, queda en Cuba un régimen dictatorial, de corte dinástico, que en manos del déspota sucesor, que aspira a perpetuarse en el poder para traspasarlo a sus emparentados herederos, al amparo de un aparato militarista y represivo.
Sin embargo, es lógico que la desaparición definitiva del tirano mayor, permeada por las circunstancias de los tiempos presentes, presionan al dictador sustituto a realizar modificaciones encaminadas a la sobrevivencia de su casta gobernante. Pero tales modificaciones al sistema dictatorial solo lo son y serán para lograr la perpetuidad del régimen y el encumbramiento de la familia del opresor.
El deceso del tirano mayor, a pesar de sus postreras funciones simbólicas, deja un gran vacío de poder y de lealtades. Y como suele suceder cuando ocurren estos vacíos, los regímenes desembocan en mayor o menor grado en pugnas por el poder, pues resulta que en toda agrupación humana existen facciones, que siempre constituyen potenciales grietas por donde, ante cualquier evento que le afecte o debilite severamente, se destapan las luchas internas por la poltrona, movidas por las ambiciones y los recelos entre elementos rivales dentro de la cúpula del poder. Así ocurrió cuando la muerte de Josef Stalin. Eso pasó tras deceso de Francisco Franco. Lo mismo sucedió tras el fallecimiento de Mao Tse Tung. Así ha ocurrido a lo largo de la historia y podemos remontarnos a la pugna entre generales tras la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a.C.
La ausencia del omnipotente caudillo, también genera un estado de temor y amenaza para los que ostentan el poder, que muchas veces desemboca en mayor represión y crueldad, pues es usual, que cuando las dictaduras se sienten más amenazadas, los dictadores se vuelven más brutales.
Por otro lado, como parte de forzar la continuidad de régimen, los opresores que le sobreviven en el poder, tenderán a fabricarle al extinto tirano una imagen de endiosamiento basado en un profano culto a su memoria… Ya lo están haciendo, al punto que velan sus ‘cenizas’ en el monumento de José Martí en La Habana, lo pasean por todos el país y lo entierran justo en el cementerio de Santa Ifigenia donde está enterrado el Apóstol Martí, en lo ya denota una intención perversa opacar y empequeñecer ante el seudo-dios de la ficción propagandística, --- cuyo nombre que aquí me niego a mencionar---, la obra del más grande hombre de Cuba: José Martí.
Sin embargo, para el pueblo cubano, se abren nuevas coyunturas dentro del mismo escenario. Las grietas formadas por las facciones del poder pudieran abrirnos brechas de penetración y ampliación de espacios en al ámbito interno. Lo mismo que lo harán cambios que se producen en el campo internacional, tras la ausencia del longevo déspota. Son brechas en el muro de la opresión por donde, sin claudicaciones ni concesiones a la tiranía, la oposición democrática ha arremeter cual ariete, para empujar y adelantar la libertad y la democracia.
Esto es posible si nos lo proponemos y nos preparamos para penetrar por entre sus puntos vulnerables y revertir el cambio hacia y en favor de la libertad del pueblo.
Sentarse a ser un mero espectador esperanzado, que sueña que el régimen extinguirá por ley de gravedad, es un craso error, pues la inacción solo proporcionaría el tiempo que los sucesores necesitan para consolidarse en el poder. La estática también favorecería el avance de los peligros externos para la patria. Ya se están asomando, los intereses políticos y económicos de países carroñeros, que ante las debilidades y el vacío de poder que se genera en Cuba, pretenden hacer de nuestra isla un apéndice o un feudo de ellos, instalando sus bases militares o controlando su economía con la anuencia y complicidad de aquellos que aspiran a la perpetuidad en el poder dictatorial.
El momento es coyuntural y es hora de actuar juntos, todos los cubanos amantes y deseosos de la libertad y la democracia, como un solo pueblo contra el régimen opresor y sus aliados. Solo así, podremos sacar ventajas y avanzar, victoriosos, hacia la liberación nacional.
Ha muerto un tirano…pero queda la tiranía, por eso, ahora más que nunca, la lucha sigue hasta que Cuba sea libre.
San Juan, PR 29 de noviembre de 2016
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