EL ASESINATO MORAL DE UN HOMBRE HONORABLE
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
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Kavanaugh es un consagrado jurista, un padre de familia y un hombre honorable que lleva más de 30 años en la luz pública sin ser acusado de un solo delito.
Desde el mismo instante de la renuncia del Magistrado del Tribunal Supremo Anthony Kennedy los demócratas anunciaron su oposición a cualquier magistrado que fuera nombrado por Donald Trump. Si el presidente hubiese nombrado a una luminaria de la jurisprudencia como Oliver Wendell Holmes, Jr, los demócratas se habrían opuesto. Porque su objetivo no son magistrados competentes sino magistrados obedientes a la agenda secular y materialista de la izquierda que se ha apoderado de su partido.
Esa izquierda, que ya controla las universidades y la prensa, se propone ahora mantener el control de un Tribunal Supremo a través del cual ha logrado legalizar el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Dos posiciones políticas extremas que jamás habrían sido aprobadas por el voto mayoritario de los electores. Quien represente aunque sea un remoto peligro a estos logros, sin importar sus calificaciones jurídicas, será crucificado por los socialistas que son mayoría en el nuevo Partido Demócrata. Ese es precisamente el caso de Brett Cavanaugh.
"Porque la extensa experiencia y las credenciales de este jurista lo hacen el nominado más excepcionalmente calificado en la historia del Tribunal Supremo". Y eso no lo digo yo sino un periódico como USA Today, que normalmente no escatima improperios contra el Presidente Trump. A mayor abundamiento, la Asociación Americana de Abogados le ha dado su más alta calificación, ha sido magistrado del Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia--el más importante de la nación--por más de 12 años, ha escrito más de 300 opiniones y escuchado más de 2,000 casos en su calidad de magistrado y por lo menos 13 de esas opiniones han sido ratificadas por el Tribunal Supremo--un récord de éxitos e influencia sin paralelos a todo lo ancho del espectro ideológico. Y como colofón, ha sido profesor durante más de una década en las universidades de Yale y de Harvard, dos de las más prestigiosas de los Estados Unidos.
Impotentes de impugnar a Kavanaugh por falta de calificaciones profesionales, los demócratas optaron por usar el arma a la que ya nos tienen acostumbrados: atacar su carácter y destruir su reputación. Ahí es donde sacan de su bolso de trampas a Christine Blasey Ford. La mujer afirma que, cuando ella tenía 15 años y Kavanaugh 17, durante una fiesta de la escuela secundaria a la que ambos asistían, un embriagado Kavanaugh intentó desnudarla y, cuando ella trató de gritar, le cubrió la boca.
El problema para la Ford es que ella no ha producido evidencias contemporáneas que respalden alegaciones sobre un delito supuestamente cometido hace 36 años. Otro problema es que los tres testigos del incidente citados por ella-- Leland Ingham Keyser, Mark Judge y Patrick J.Smyth--uno dice que no estaba presente, otro que no recuerda la fiesta y otro que ni siquiera conoce a Brett Kavanaugh.
Por otra parte, la Ford muestra lo que considero una conveniente amnesia que debilita sus acusaciones y, al mismo tiempo, imposibilita la defensa de su inocencia por parte de Kavanaugh, un hombre que ha negado categóricamente haber cometido el delito. Por ejemplo, la Ford no sabe la fecha ni el lugar en que se produjo el supuesto intento de violación. Tampoco recuerda haber comentado el incidente con sus familiares o amigos de aquella época. También se le olvido que cuando finalmente se lo confesó a su psicóloga en 2012 le dijo que fue en una piscina y que fueron 4 varones. Y cuando le envió la carta al Senado se le olvido decirles que su abogada la paga la Fundación de George Soros, el banquero de la izquierda vitriólica en los Estados Unidos.
Sin embargo, ninguno de estos 'olvidos' o contradicciones constituye un obstáculo para que los demócratas crean la acusación de Christine Blasey Ford porque, para ellos, se trata de un artículo de fe de su religión de izquierda. Los senadores demócratas Richard Blumenthal, Mazie Hirono y Chris Coons--todos miembros del Comité Judicial del Senado--han declarado casi al unísono: "Nosotros creemos a la Dra. Ford".
Ahí lo tienen, los partidarios de la Ford creen en ella porque creen en ella. Consideran que cualquier alegación creíble, por remota que sea, es suficiente para descalificar a Kavanaugh. Y aún si esa acusación no fuera verdadera y Kavanaugh fuera inocente sigue estando descalificado para el cargo. ¡Qué galáctica estupidez de legisladores de un país que dice garantizar los derechos consagrados en 'The Rule of Law"! En esta atmósfera enrarecida por al fanatismo y la mentira no hay forma de que el acusado pueda albergar la esperanza de ser declarado inocente.
Ya sea por ignorancia o fanatismo, estos senadores violan los derechos constitucionales de Brett Kavanaugh. Según la carta magna de los Estados Unidos todo acusado es considerado inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada por sus acusadores y declarada por un jurado de sus conciudadanos.
Al mismo tiempo, ese acusado tiene derecho a confrontar a sus acusadores y responder a las acusaciones específicas en su contra. Por ese motivo los republicanos no pueden acceder a la exigencia demócrata de que Kavanaugh declare primero y la Ford después. Esto sería como instituir en pleno siglo XXI, en el Capitolio de los Estados Unidos, un procedimiento procesal tan descabellado e injusto como el de los Tribunales de Inquisición de la España medieval.
Por otra parte, la conducta de la Ford y de sus aliados es contraria a todos los valores sobre los que descansa la jurisprudencia norteamericana. Es totalmente inconstitucional lanzar acusaciones sin fundamento alguno contra un individuo y contemplar cómo se desencadena el caos, al mismo tiempo en que se reclama ser una víctima cuya veracidad no puede ser cuestionada.
Si la Ford tiene pruebas debe someterlas junto con su acusación. Si la Ford tiene razones contundentes para que las pruebas no sean mostradas de inmediato tiene que aclarar las razones por las cuales no las muestra. Si la Ford tiene cualquier prueba de que sus acusaciones contra Kavanaugh están basadas en los hechos y en la verdad tiene que mostrarla inmediatamente. No le corresponde a Kavanaugh probar su inocencia. Le compete a la Ford demostrar que él es culpable. Y Kavanaugh es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad más allá de cualquier duda razonable.
Esa es la inocencia que los inquisidores demócratas y la prensa complaciente que repite sus vituperios se ha encargado de ignorar. Kavanaugh es un consagrado jurista, un padre de familia y un hombre honorable que lleva más de 30 años en la luz pública sin ser acusado de un solo delito. Los delincuentes no comenten un delito aislado ni se reforman por sí mismos después del primer delito. Por eso nadie que piense puede creer en estas acusaciones. Ese es el cuento con el cual sus acusadores han perpetrado un asesinato moral contra Brett Kavanaugh. Y, para un hombre honorable, cualquier ataque a su moralidad es más devastador que la muerte física.
Por su parte, los republicanos no tienen tiempo que perder porque el tiempo está contra ellos. Los demócratas los han intimidado con la acusación de que niegan los derechos de las mujeres y, según encuestas recientes, han ganado terreno en el tribunal de la opinión pública. Pero el público no debe de tener 'vela en este entierro'. Este es un asunto que forma parte de la función constitucional del Senado sobre asesoramiento y consentimiento de las decisiones del presidente.
Si Christine Blasey Ford no presenta sus cargos y sus pruebas en forma expedita, el Senado debe proceder inmediatamente a votar sobre la nominación de Brett Kavanaugh. Después de todo, aunque los republicanos se comporten como caballeros, los demócratas seguirán comportándose como agitadores cuyo objetivo no es el dialogo sino resistir la agenda conservadora, controlar las calles y amedrentar a los partidarios del presidente. El tribunal Supremo es la llave que no podemos entregarle a quienes se proponen convertir a los Estados Unidos en una republica socialista, materialista y atea.
9-25-18
Esa izquierda, que ya controla las universidades y la prensa, se propone ahora mantener el control de un Tribunal Supremo a través del cual ha logrado legalizar el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Dos posiciones políticas extremas que jamás habrían sido aprobadas por el voto mayoritario de los electores. Quien represente aunque sea un remoto peligro a estos logros, sin importar sus calificaciones jurídicas, será crucificado por los socialistas que son mayoría en el nuevo Partido Demócrata. Ese es precisamente el caso de Brett Cavanaugh.
"Porque la extensa experiencia y las credenciales de este jurista lo hacen el nominado más excepcionalmente calificado en la historia del Tribunal Supremo". Y eso no lo digo yo sino un periódico como USA Today, que normalmente no escatima improperios contra el Presidente Trump. A mayor abundamiento, la Asociación Americana de Abogados le ha dado su más alta calificación, ha sido magistrado del Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia--el más importante de la nación--por más de 12 años, ha escrito más de 300 opiniones y escuchado más de 2,000 casos en su calidad de magistrado y por lo menos 13 de esas opiniones han sido ratificadas por el Tribunal Supremo--un récord de éxitos e influencia sin paralelos a todo lo ancho del espectro ideológico. Y como colofón, ha sido profesor durante más de una década en las universidades de Yale y de Harvard, dos de las más prestigiosas de los Estados Unidos.
Impotentes de impugnar a Kavanaugh por falta de calificaciones profesionales, los demócratas optaron por usar el arma a la que ya nos tienen acostumbrados: atacar su carácter y destruir su reputación. Ahí es donde sacan de su bolso de trampas a Christine Blasey Ford. La mujer afirma que, cuando ella tenía 15 años y Kavanaugh 17, durante una fiesta de la escuela secundaria a la que ambos asistían, un embriagado Kavanaugh intentó desnudarla y, cuando ella trató de gritar, le cubrió la boca.
El problema para la Ford es que ella no ha producido evidencias contemporáneas que respalden alegaciones sobre un delito supuestamente cometido hace 36 años. Otro problema es que los tres testigos del incidente citados por ella-- Leland Ingham Keyser, Mark Judge y Patrick J.Smyth--uno dice que no estaba presente, otro que no recuerda la fiesta y otro que ni siquiera conoce a Brett Kavanaugh.
Por otra parte, la Ford muestra lo que considero una conveniente amnesia que debilita sus acusaciones y, al mismo tiempo, imposibilita la defensa de su inocencia por parte de Kavanaugh, un hombre que ha negado categóricamente haber cometido el delito. Por ejemplo, la Ford no sabe la fecha ni el lugar en que se produjo el supuesto intento de violación. Tampoco recuerda haber comentado el incidente con sus familiares o amigos de aquella época. También se le olvido que cuando finalmente se lo confesó a su psicóloga en 2012 le dijo que fue en una piscina y que fueron 4 varones. Y cuando le envió la carta al Senado se le olvido decirles que su abogada la paga la Fundación de George Soros, el banquero de la izquierda vitriólica en los Estados Unidos.
Sin embargo, ninguno de estos 'olvidos' o contradicciones constituye un obstáculo para que los demócratas crean la acusación de Christine Blasey Ford porque, para ellos, se trata de un artículo de fe de su religión de izquierda. Los senadores demócratas Richard Blumenthal, Mazie Hirono y Chris Coons--todos miembros del Comité Judicial del Senado--han declarado casi al unísono: "Nosotros creemos a la Dra. Ford".
Ahí lo tienen, los partidarios de la Ford creen en ella porque creen en ella. Consideran que cualquier alegación creíble, por remota que sea, es suficiente para descalificar a Kavanaugh. Y aún si esa acusación no fuera verdadera y Kavanaugh fuera inocente sigue estando descalificado para el cargo. ¡Qué galáctica estupidez de legisladores de un país que dice garantizar los derechos consagrados en 'The Rule of Law"! En esta atmósfera enrarecida por al fanatismo y la mentira no hay forma de que el acusado pueda albergar la esperanza de ser declarado inocente.
Ya sea por ignorancia o fanatismo, estos senadores violan los derechos constitucionales de Brett Kavanaugh. Según la carta magna de los Estados Unidos todo acusado es considerado inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada por sus acusadores y declarada por un jurado de sus conciudadanos.
Al mismo tiempo, ese acusado tiene derecho a confrontar a sus acusadores y responder a las acusaciones específicas en su contra. Por ese motivo los republicanos no pueden acceder a la exigencia demócrata de que Kavanaugh declare primero y la Ford después. Esto sería como instituir en pleno siglo XXI, en el Capitolio de los Estados Unidos, un procedimiento procesal tan descabellado e injusto como el de los Tribunales de Inquisición de la España medieval.
Por otra parte, la conducta de la Ford y de sus aliados es contraria a todos los valores sobre los que descansa la jurisprudencia norteamericana. Es totalmente inconstitucional lanzar acusaciones sin fundamento alguno contra un individuo y contemplar cómo se desencadena el caos, al mismo tiempo en que se reclama ser una víctima cuya veracidad no puede ser cuestionada.
Si la Ford tiene pruebas debe someterlas junto con su acusación. Si la Ford tiene razones contundentes para que las pruebas no sean mostradas de inmediato tiene que aclarar las razones por las cuales no las muestra. Si la Ford tiene cualquier prueba de que sus acusaciones contra Kavanaugh están basadas en los hechos y en la verdad tiene que mostrarla inmediatamente. No le corresponde a Kavanaugh probar su inocencia. Le compete a la Ford demostrar que él es culpable. Y Kavanaugh es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad más allá de cualquier duda razonable.
Esa es la inocencia que los inquisidores demócratas y la prensa complaciente que repite sus vituperios se ha encargado de ignorar. Kavanaugh es un consagrado jurista, un padre de familia y un hombre honorable que lleva más de 30 años en la luz pública sin ser acusado de un solo delito. Los delincuentes no comenten un delito aislado ni se reforman por sí mismos después del primer delito. Por eso nadie que piense puede creer en estas acusaciones. Ese es el cuento con el cual sus acusadores han perpetrado un asesinato moral contra Brett Kavanaugh. Y, para un hombre honorable, cualquier ataque a su moralidad es más devastador que la muerte física.
Por su parte, los republicanos no tienen tiempo que perder porque el tiempo está contra ellos. Los demócratas los han intimidado con la acusación de que niegan los derechos de las mujeres y, según encuestas recientes, han ganado terreno en el tribunal de la opinión pública. Pero el público no debe de tener 'vela en este entierro'. Este es un asunto que forma parte de la función constitucional del Senado sobre asesoramiento y consentimiento de las decisiones del presidente.
Si Christine Blasey Ford no presenta sus cargos y sus pruebas en forma expedita, el Senado debe proceder inmediatamente a votar sobre la nominación de Brett Kavanaugh. Después de todo, aunque los republicanos se comporten como caballeros, los demócratas seguirán comportándose como agitadores cuyo objetivo no es el dialogo sino resistir la agenda conservadora, controlar las calles y amedrentar a los partidarios del presidente. El tribunal Supremo es la llave que no podemos entregarle a quienes se proponen convertir a los Estados Unidos en una republica socialista, materialista y atea.
9-25-18
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