sábado, 4 de enero de 2020

Será peor?

“El año que comienza será igual o peor que el anterior”

“Yo sí he visto este año más gente celebrando. Celebran porque, como Trump está ‘apretando’, creen que este año se caiga esto”
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Desesperanza (cubaencuentro.com)
LA HABANA, Cuba. – El 21 de diciembre, durante la clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), Miguel Díaz-Canel Bermúdez concluyó su discurso de esta manera: “Que nuestras plazas urbanas y rurales se llenen de música y de alegría. Hay todas las razones para festejar. En el año 61 de la Revolución, nos tiraron a matar y estamos vivos. Vivos, celebrando y empeñados en seguir ganando.”
Estas palabras sirvieron de pretexto a esos que acostumbran escandalizar, emborracharse y ostentar su potente y caro equipo de música –aunque no tengan comida–, para agredir al vecindario una vez más. De modo que el último día del año, desde las primeras horas de la mañana, el frenesí se apoderó de estas personas que, ignorando las normas de convivencia y la más elemental consideración hacia sus vecinos, subían el volumen lo más alto posible. Como resultado, tuvimos que sufrir al unísono las letras más vulgares de reguetón, timba, salsa y en menor medida, música romántica, casi hasta el amanecer.
Después de 1959, como parte de su política hostil contra la familia y la Iglesia católica, la dictadura castrista intentó acabar con la tradición navideña. Para ello prohibió la Nochebuena y limitó dichas festividades (para los cubanos el período comprendido entre el 24 de diciembre y el 6 de enero), a la celebración del 1º de enero, fecha de la cual se apropió como el día del triunfo de la revolución. Así, con el objetivo de aparentar ante el mundo que cuenta con el apoyo popular, por esta fecha organiza y promueve a través de los medios una serie de fiestas y bailables públicos con diferentes orquestas y agrupaciones musicales de moda –para atraer a la juventud–.
Antes de 1959 se celebraba el 31 de diciembre como último día del año, pero nunca fue una fiesta popular multitudinaria. Más bien se esperaba el año nuevo con una cena tradicional en familia, y con las campanadas de las 12 de la noche se comía las doce uvas y se tomaba una copa de sidra. Había asimismo otras tradiciones como tirar un cubo de agua a la calle o quemar el año viejo (un muñeco improvisado, relleno de paja o trapos). La música y el baile no paraban, pero sin molestar a los vecinos.
Durante los lustros más recientes ha surgido una nueva tradición: dar la vuelta a la manzana con una maleta o maletín, representativa del deseo subyacente de muchos de abandonar Cuba huyendo del totalitarismo y de la falta de oportunidades y libertades. Igualmente ha regresado poco a poco la bella costumbre de poner el arbolito en muchas casas, ya sean ateos o creyentes, cada familia según su economía o el espacio disponible en la vivienda.
“El año que acabó fue tan malo como todos los anteriores. Y no te hagas ilusiones: el que comienza será igual o peor. ¿Por qué este iba a ser bueno, si nunca lo han sido?”, opina, desencantada, una amiga. Y es que la incertidumbre y el desconcierto que provocan en la ciudadanía las nuevas medidas que implementará el gobierno de la isla no auguran un 2020 muy feliz. Sin embargo, otro amigo me comparte otro punto de vista: “Chica, si tú supieras, que yo sí he visto este año más gente celebrando. Pero no te engañes, no celebran por la revolución. Celebran porque, como Trump está ‘apretando’, creen, esperan, que este año se caiga esto”.
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