Cuba, de la Unión Soviética a Rusia; agua pasada no mueve molino *Por: Vicente Morín Aguado La historia republicana de nuestro país muestra un hilo conductor, a veces velado, a veces revelado, entre la criatura en crecimiento llamada revolución y su única madre posible, la Unión Soviética. Tal revolución resultó ser una permuta forzada del sueño martiano por la pesadilla leninista.
No había que ser un gran analista para deducir que Fidel Castro, con su hermano menor de lugarteniente, después de aplicar casi al calco las recomendaciones de Marx y Engels, firmadas en el célebre manifiesto de 1848, les quedaba un único camino y no era patria o muerte, operación diversionista lanzada al público mientras entre bambalinas, parafraseando a Vladímir Ilich, se invocaba todo el poder a los soviets. Endilgarles el nuevo estalinismo a los cubanos requería aplicar las malas artes del malabarismo político, sobre todo después de que el uniforme verde olivo repitió, durante los primeros meses de 1959, que nada de rojo los acompañaba en la vestimenta.
El Comandante acudió a la ciencia y la técnica, plantando en La Habana una exposición soviética, para cuyo objeto aterrizó en el aeropuerto José Martí el vicepresidente Anastas Mikoyán-1ro de febrero de 1960-, acompañado de un inefable “traductor” apellidado Leonov.
El armenio Mikoyán terminó por llamarse en Moscú “el cubano”, en tanto Raúl Castro se llamó a sí mismo “un ruso del Caribe.”
Los habaneros acudieron asombrados a los salones del capitolio, casi deshabitados después del desalojo definitivo de las cámaras del congreso republicano, deslumbrados ante una copia del primer Sputnik, engañoso presagio, pero muy convincente, de un país que parecía estar a la cabeza de la tecnología, obra del socialismo marxista leninista.
La cuña sería un acuerdo por 100 millones de dólares equivalentes, el primero de una serie de préstamos soviéticos, cuyo monto final heredado y condonado por Rusia, conforman los bien llamados subsidios soviéticos, calculados en casi 40 mil millones por expertos. (Mesa-Lago, entrevista, 2019)
Sin embargo, la semilla de la discordia con Estados Unidos fue el trueque de petróleo por azúcar, inaugurando las prácticas feudales, tan características del totalitarismo que Cuba, a su modo, copiaría de su protector euroasiático. Las compañías norteamericanas se negaron a refinar el crudo soviético porque tenían suministros propios, cercanos y baratos. |
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