Un Pororoca cubano
Hace décadas, antes de que llegara la oscuridad a mi país, Cuba, leí en un libro de aventuras sobre la gigantesca ola que se produce en Brasil cuando confluyen las aguas del Amazonas con el Atlántico, lo que se conoce como pororoca, desgraciadamente no recuerdo el título ni el autor, pero la descripción fue tan vivida que a pesar de los muchos años transcurridos lo recuerdo perfectamente, tanto, que tengo la impresión que ese Pororoca esta al reventar en la Isla para arrasar con el régimen totalitario.
Sin pecar de optimista, todo parece indicar que el hastío del pueblo ante el régimen de oprobio que padece desde hace 62 años está manifestándose de forma mucha más amplia que en ningún otro momento del pasado reciente. Las muestras de descontento y rebeldía se aprecian en las calles, no solo en los hogares, es un malestar popular que podría desencadenar una tormenta de grandes proporciones, si se prende la chispa en la seca pradera cubana, como hubiera descrito el destripador Mao Tse Tung.
Hasta los menos optimistas aprecian una poderosa ola surgida dentro de la población que tal vez no tenga todo el contenido político, como dice el escritor José Antonio Albertini, que muchos deseamos, pero si muestra un profundo desencanto, el resultado de continuas cosechas en las que solo se recogen desesperanzas y frustraciones. La gente esta harta de promesas incumplidas, de mentiras infinitas y de ser manipulados como marionetas.
Al parecer el dique de contención de la tiranía esta cediendo ante el empuje de la población, particularmente de los jóvenes que como siempre ha ocurrido en la historia cubana han estado a la vanguardia en la lucha por la democracia, sin embargo, es justo decir, que esta generación ha debido tener un empuje muy propio y una conciencia muy firme, porque contrario a sus predecesores, nacieron y se formaron en un ambiente nocivo en el que la doble moral y la delación, eran premiados con privilegios y beneficios notables.
También, todo parece indicar que muchos de los padres del presente no les inculcan a sus hijos el miedo y la desconfianza como se hizo casi norma en Cuba durante décadas. La complicidad con la dictadura de una buena parte de las generaciones precedentes, fundamentalmente la mía, ya fuera por su conducta servil o indiferencia, le facilitó al Poder el control casi absoluto que logró ejercer sobre la población. Por suerte, hay numerosas excepciones que rompen esa regla.
Además, es evidente que los jóvenes cuentan con más sentido común que sus progenitores y están más ávidos de progreso y libertad, por lo que han decidido cumplir el mandato martiano, de que “La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a vivir sin ella o decidirse a comprarla por su precio”.
Es edificante ver las manifestaciones de solidaridad de los ciudadanos contra personas que son atacada por las fuerzas policiales, sensación que se acrecienta cuando se lee el informe del Observatorio Cubano de Conflictos que indica que en febrero ultimo “se produjeron 159 manifestaciones públicas en la isla motivadas por la represión y brutalidad policial, que lejos de amilanar a los reprimidos, provocó más protestas”.
Por otra parte, se aprecia también que varios sacerdotes han roto el silencio cómplice que año tras año, salvo honrosas excepciones, han guardado ante los abusos de la dictadura. El hecho de que el clérigo Alberto Reyes Pías, Camagüey, publicara un mensaje en el que cavila sobre la esterilidad de la "revolución cubana" y sus gritos de "patria o muerte", y vaticina la llegada de la "primavera de una nueva Cuba", junto a las acciones de una juventud que exige los espacios a los que tienen derecho, son un reflejo de que las propuestas castrista han perdido mucha de su influencia en la población y que la represión puede contener las ansias de libertad de un pueblo por un tiempo, pero no todo el tiempo.
La juventud, el ciudadano, esta rompiendo el miedo, ojalá lo hagan con la fuerza del pororoca y la grandeza martiana de “Con todos y para el bien de Todos”.
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