martes, 1 de noviembre de 2022

LA MANO SINIESTRA DE BARACK OBAMA

 

LA MANO SINIESTRA DE BARACK OBAMA
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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Los políticos de la mafia de Chicago ni toleran ni perdonan a quienes se les enfrentan y, más temprano que tarde, pasan la cuenta. Obama se la pasó a Michael Flynn.
Aún antes de que el Alcalde Richard Daley Senior le vendiera los votos del estado de Illinois a Joseph Kennedy para que su hijo John le robara las presidenciales de 1960 a Richard Nixon ya Chicago disfrutaba de una bien ganada reputación de corrupta. En ese ambiente hizo su entrada a la vida pública un aventajado joven mulato que había crecido a la sombra de su abuelo blanco y de sus compinches de la ideología de izquierda. Su nombre Barack Hussein Obama. Un hombre que aprendió en el pantano de Chicago las artimañas necesarias para triunfar en el pantano de Washington.
Obama inició su proselitismo político asistiendo por más de veinte años a la iglesia de Trinity United Church of Christ, en Chicago, liderada por el polémico pastor Jeremiah Wright, un consumado terrorista del púlpito cuyo sermón más famoso fue el titulado "Dios maldiga a América". Cuando decidió aspirar al Senado Estatal de Illinois, Obama anunció su campaña en la residencia de los dos terroristas confesos y miembros del Weather Underground, Bill Ayers y Bernardine Dohrn.
Por lo que resulta obvio que Obama y el terrorismo han andado de la mano desde hace mucho tiempo. Pero su capacidad para la simulación le ha permitido, al igual que la famosa "gatica de María Ramos", tirar la piedra y esconder la mano. Esa característica de su personalidad le ha sido muy útil en su vertiginosa y productiva carrera política. Un millonario que jamás ha sido dueño de empresa alguna ni desempeñado un empleo que cree riquezas.
Quizás esa sea la razón por la cual sus ocho años en la Casa Blanca estuvieron marcados por la ineptitud, la cobardía y la mentira. La raya roja con la que amenazó al dictador sirio Bashar al Assad se tornó amarilla cuando el amenazado continuó utilizando armas químicas contra la población civil. Los miles de millones de dólares con los que se propuso comprar la simpatía de los clérigos iraníes sólo le ganó el desprecio de los matones. La patraña inventada para justificar su inercia ante el asesinato de cuatro diplomáticos americanos en Benghazi no se la creyó nadie.
Pero en el campo de las mentiras, Obama bien merece un Oscar por su capacidad histriónica. Con su sonrisita sardónica le prometió a los americanos que su programa de salud−llamado "Affordable Care Act" y mejor conocido como "Obamacare"−les permitiría continuar con sus seguros individuales, mantener sus médicos personales y les ahorraría un promedio de 2,600 dólares anuales. No resulta, por lo tanto, extraño que esta cruel mentira haya sido rechazada por la mayoría del pueblo norteamericano.
Menos extraño todavía es el hecho de que, en noviembre de 2016, el pueblo norteamericano se decidiera a cambiar en forma radical la composición del gobierno y la dirección de la nación. La elección de Donald Trump, un hombre que jamás había ostentado un cargo público, fue un verdadero terremoto político que tomó por sorpresa a la totalidad del pueblo americano, pero, sobre todo, al mismo Barack Obama.
De hecho, el rechazo de Hillary Clinton fue, en gran medidas, un rechazo a la política de Obama. Un hombre de su arrogancia no podía aceptar de buen grado 

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