Un día como hoy, febrero 29, en nuestra lucha contra el castrismo.
Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.
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PROHIBIDO OLVIDAR.
1988
Expresos políticos cubanos dan inicio a una Huelga de Hambre para apoyar la Moción de la Delegación de EE.UU. en Ginebra presentada ante la Comisión de Derechos Humanos para que se abriera una investigación de las violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales en la Cuba castro-comunista.
Participaron en la Huelga de Hambre en New York:
Israel Abreu, José Alvarez, Humberto Alvarado, Sergio Bravo, Jesús Blanco, Orestes Espinos, Guillermo Estévez, Esther García Lorenzo, Angel García Martínez, Ofelia Menocal, Rubén Gonzalo, Filiberto Gonzalo, Ofelia Muñiz-García, Manuel Marcel, Miriam Ortega, Reina Peñate, Arcadio Peguero, Roberto Pizano, Arturo Sosa Fortuny, Evaristo Sotolongo y Carlos Vellido.
La huelga se celebró en varias ciudades con expresos políticos cubanos al frente de cada una de ellas.
En Los Ángeles, René Cruz; en New York Guillermo Estévez; en New Orleans Guillermo Bango; en Tampa, Roberto Pizano; en Miami María Antonia Mier y Ramón Conte; en Washington, José Carreño y Gloria Lassales; en Caracas, Nelly Rojas; en Puerto Rico, Kemel Jamis; en Buenos Aires Ana Lázara Rodríguez y Roberto Martín Pérez.
La delegación de EE.UU. ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU estaba encabezada por el expreso político cubano Armado Valladares. La huelga duró una semana y se dio por terminada cuando el alcalde de Union City, NJ. Robert Menéndez se dirigió a los huelguistas en la Plaza Dag Hammarskjold localizada al frente de las Naciones Unidas en New York y les pidió que dejaran la misma ya que los objetivos habían sido alcanzados.
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Ruidos y silencios de la Galera 13
Por Ramón Grau Alsina
La Galera 13 de la antigua fortaleza colonial española de La Cabaña, que domina la entrada de la Bahía de La Habana, recuerda a las galeras de remos de siglos anteriores, que surcaban los mares navegando con el sudor de los presos encadenados a sus remos. Una puerta de barrotes de hierro con cerradura, un pasadizo en forma de túnel, celdas abiertas donde los remeros se tienen que sentar y de cara al patio, barrotes de hierro.
En la década de 1960, en la Galera 13 coincidieron 385 hombres a mi lado esperando juicio y ejecución por el pelotón de fusilamiento. Una mezcla de ruidos y silencios dominaba la vida en aquel interior. Las bayonetas apretujaban a los desnudos presos unos contra otros en el patio durante horas bajo un sol de condenación. Más tarde el sonido de las botas de los guardas sobre la piedra, el chasquido de las cerraduras abriéndose, las bayonetas empujando a un grupo de reclusos fuera de la Galera 13 para el juicio. De nuevo el chasquido de la cerradura detrás de los que salían. ¿Quiénes volverían vivos?
El Foso de los Laureles
Temprano por la tarde, de nuevo ruido de botas militares y chasquido de cerraduras de hierro. Las bayonetas empujando a algunos de los presos de nuevo a la Galera 13. A las 9 p.m. el trueno de un cañón de la fortaleza señalaba a La Habana la hora correcta. Los presos que no habían vuelto encaraban al pelotón de fusilamiento amarrados, en turnos de uno en uno, a «el palo», una estaca de madera enfrente del paredón del Foso de los Laureles, gritando «Viva Cristo Rey». La detonación de los rifles arrojaba plomo que desgarraba tejido humano antes de chocar contra la pared colonial. Afuera, la chusma compuesta por hijos y esposas de los guardas animaba para ganarse una promoción. Desde la Galera 13 los presos respondían insultando a los guardas. Un silencio aterrador y la detonación del tiro de gracia. Uno por uno todos los presos eran ejecutados. Más silencio, el sonido del tubo de escape de un camión, el claveteo de los ataúdes, ruedas de camión alejándose, silencio, el viento soplando entre los laureles y los corazones palpitando fuerte.
Enterramiento en sacos
Un día, no se escuchó el martilleo de los clavos. La Galera 13 gritó. ¿Han tirado los cuerpos al mar? No mucho más tarde los guardas informaron que se había acabado la madera para hacer ataúdes y que el enterramiento se realizó en sacos de nylon. Otro día, todos los 15 que fueron a juicio volvieron a la Galera 13. Gran celebración, alegría, habían sobrevivido. Antes de las 9 p.m. los guardas volvieron y se llevaron a los «afortunados» 15, los amarraron de uno en uno al «palo» y les dispararon. Ruidos, el aire soplando, corazones palpitando. Si los árboles pudieran hablar…
El delito comúnmente imputado a los presos de la Galera 13 era «desacuerdo con el régimen». Lo que desean todos ellos hoy es un último ruido: el chasquido final de las puertas de la prisión abriéndose. Entonces sí habrá una verdadera paz y silencio.
FIN
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