Un día como hoy, septiembre 14, en nuestra lucha contra el castrismo.
Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.
Comparta estas efemérides. Gracias.
PROHIBIDO OLVIDAR.
1959
El exsoldado del ejército rebelde Moisés Díaz muere asesinado en la sede de la seguridad del estado de Marianao donde se encontraba arrestado.
1960
El guerrillero Luis Caridad Rodríguez es fusilado en Santa Clara, provincia de Las Villas.
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1962
Marquito López, José Luís González y Rigoberto Aguilera mueren en combate contra las milicias comunistas en los llanos matanceros.
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El ex teniente del ejército rebelde Elpidio Carralero Torrejón que había estado alzado en la zona de San Felipe, provincia de Camagüey es fusilado en esa provincia.
1964
Después que el Trabajo Forzado había comenzado en la mayoría de las dependencias del Presidio de Isla de Pinos, circulares y edificios rectangulares, en la Circular Nro. 4, aún sin trabajar, el Jefe de Orden Interior Sgto. Porfirio García quien pocos días antes había asesinado en el Edificio 6 a Ernesto Díaz Madruga se presentó con la intención de organizar los Bloques 19 y 20, los presos lo recibieron cantando el Himno Nacional y pidiendo justicia por la muerte de Díaz Madruga. Alfredo Izaguirre de la Riva, ex director del diario "El Crisol", el periodista Emilio Adolfo Rivero Caro y los estudiantes Juan y Alberto Muller fueron conducidos bajo tremenda golpiza al Pabellón de Castigo, los dos primeros como pioneros del rechazo al trabajo forzado "plantados" fueron aislados por 20 meses en las celdas de castigo por negarse a participar en el Plan de Trabajos Forzado. Después en el transcurso de las atrocidades cometidas por la guarnición otros 18 presos políticos adoptaron la misma posición ( +Odilo Alonso Fernández, +Nerín Sánchez, José "Pepín Varona, Carlos Moreno Pacheco, Heriberto Bacallao Espinosa, +Pedro Luís Boitel, +Israel Abreu Villarreal, Ricardo Vázquez Pérez, Gregorio Ariosa, +Ernesto Toledo López, + Roberto López Chávez, Servando Infante, +José Piloto Mora, Orlando Almanza, Ramón Lezcano, Roberto Pavón Peña, Juan Pérez Báez y Antonio Rodríguez Galano. Alfredo Izaguirre salió de las celdas sin cejas ni pestañas ocasionado por la obscuridad a que estaba sometido. El salvaje trato a que eran sometidos los plantados requeriría un espacio bien amplio para detallar las interminables torturas. Gloria a todos los que dieron ese paso por su valentía y determinación.
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José Tarafa Machado y Avelino Pontón Moya juzgados bajo los cargos de conspirar contra los poderes del estado y trabajar para la CIA son fusilado en el campo de tiro de Camagüey.
[Fuente: United States Information Agency, 1993, Year 1964. Beruvides, 1993, p. 161. / Archivo Cuba.]
1965
Pedro Laurdet Castillo es fusilado en playa Siboney, Oriente.
1966
José Ramón Rodríguez es asesinado en el Castillo del Príncipe, LH.
1970
Se produce un desembarco de miembros de la organización Alpha 66 en Río Seco, Banes, provincia de Oriente dirigido José Rodríguez Pérez junto otros ocho hombres mas.
1976
El opositor Hipólito Hernández es asesinado estando bajo arresto en San Miguel del Padrón, L H.
1986
Juan Gómez Blando es fusilado en La Habana. Llevaba dos años preso.
1996
Renzo Salvello Gallego es asesinado por un teniente de policía que lo detuvo mientras viajaba en bicicleta por su vecindario y sin que cruzaran palabras entre ellos apuntó con su arma y disparó un proyectil que le atravesó la cabeza. Los familiares de la víctima han declarado que, presumiblemente, el oficial había tomado al joven por otra persona. No obstante, la Asociación de Lucha Contra la Injusticia Nacional emitió una comunicación señalando, entre otras cosas: "Actos de esta naturaleza ocurren frecuentemente en el territorio nacional porque son provocados por la impunidad. Un ejemplo de esto es la reincidencia de este miembro de las fuerzas armadas, que ha cometido actos anteriores similares ".
[Fuente: U.S. Department of State, 1997, p. 8. Inter-American Commission on Human Rights, Organization of American States, 1997 Annual Report, p. 691. / Archivo Cuba.]
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El día más largo de mi vida: el 17 de abril de 1961
Por Frank de Varona
Después de la medianoche, nuestro barco, el Houston, un buque tipo “Liberty” de la Segunda Guerra Mundial entró en la Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961. Hubo un silencio total, sólo el chapoteo de las olas contra el barco se oía. ¡Nuestro “D-DAY” había llegado!
Mientras navegábamos yo recordaba que un mes antes mi hermano Jorge y yo éramos estudiantes universitarios en Georgia Institute of Technology (Georgia Tech) en Atlanta, Georgia. Cuando terminó el trimestre de invierno, a mediados de marzo, los dos regresamos a Miami y anunciamos a nuestros asombrados padres que ambos queríamos alistarnos en lo que después se llamó la Brigada de Asalto 2506.
Deseábamos partir hacia los campamentos en Guatemala para entrenarnos como soldados y después liberar a nuestro país del comunismo. Mi padre aprobó la decisión de mi hermano, que entonces tenía 19 años, pero se negó a permitir que yo lo hiciera porque tenía sólo 17 años.
Le dije a mi padre que no estudiaría más y sería un vago si no me dejaba partir a los campamentos. Con el tiempo, mi padre firmó un formulario de consentimiento porque yo era menor de edad.
Por fin pude reunirme con mi hermano Jorge, mi primo hermano Osvaldo de Varona de 18 años de edad, muchos primos lejanos como Yayo de Varona, quien era el G-2 de la Brigada, Roberto de Varona y su hijo Robertico y Carlos de Varona Segura quien era hijo del ex Primer Ministro y Ministro de Trabajo Manuel Antonio “Tony” de Varona en la Base Trax en las montañas de Guatemala, cerca de Retahuelo, el 1 de abril de 1961. Además me reuní con numerosos amigos de la infancia de Camagüey.
Después de apenas dos semanas de entrenamiento fui trasladado en avión a Puerto Cabezas, Nicaragua. La Brigada de Asalto 2506 era una pequeña unidad de 1,500 soldados. Allí en el muelle nos vino a despedir el jefe del ejército de Nicaragua, Anastasio Somoza, Jr.
En la noche del 14 de abril, los cinco pequeños barcos de carga oxidados y en mal estado que nunca debieron haber sido usados en una invasión partieron hacia Cuba. No se nos permitió cocinar a bordo ya que los barcos estaban llevando gasolina y aceite para los aviones de la Fuerza Aérea de la Brigada y toneladas de municiones, lo que hizo que nuestras naves fueran bombas flotantes.
El Houston llevaba 230 bidones de gasolina de auto, 98 bidones de gasolina de aviación, 8 bidones de gasolina para los botes de desembarco, 23 bidones de aceite y grasa, 17 bidones de diésel, un hospital de campaña, 22,916 libras de balas de pequeño calibre, 28,805 libras de alto explosivo, 5,940 libras de fósforo y 2,125 de municiones químicas, para un total de 183.7 toneladas cortas. ¡El Houston era una bomba flotante!
Más tarde, uno de nuestros barcos, Río Escondido, explotó tras ser atacado por la Fuerza Aérea de Castro. La explosión fue tan fuerte que pareció una pequeña bomba atómica. En ese barco iba mi hermano Jorge quien era observador avanzado del Sexto Batallón de Infantería y gracias a Dios ya había desembarcado.
A las 2:00 de la madrugada, el Houston llegó a Playa Larga. Yo estaba en la cubierta del barco hablando con el camagüeyano Juanito Sosa y esperando ansiosamente para desembarcar con otros soldados del Quinto Batallón de Infantería.
Los soldados con más experiencia del Segundo Batallón comenzaron a desembarcar primero en los pequeños botes con motores fuera de borda que llevábamos. La grúa utilizada para colocar estos barcos en el agua hacía un ruido infernal que despertó a los soldados enemigos en Playa Larga y pronto estábamos bajo el fuego del enemigo en la tierra.
El Houston tenía dos ametralladoras calibre 50 que de inmediato comenzaron a disparar contra el enemigo en Playa Larga, pero no tenía ametralladoras antiaéreas. El Bárbara J, un buque de apoyo que tenía muchas ametralladoras calibre 50, también comenzó a disparar al enemigo. A lo largo de la noche vi las balas trazadoras iluminadas que disparaban al enemigo en Playa Larga.
El Houston llevaba a bordo unas pequeñas lanchas para llevar nueve soldados con un motor fuera de aborde. En Nicaragua habían puesto incorrectamente la mezcla de gasolina y aceite lo que provocó que algunos motores no funcionar bien. Los motores fuera de borda en algunos de las lanchas se rompieron y otras se perdieron en la oscuridad o se hundieron al chocar con las rocas y arrecifes en la playa. Cuando llegó la mañana, todo el Quinto Batallón se encontraba aún a bordo del Houston y una escuadra del Segundo Batallón.
A las 6:00 de la mañana vimos un avión B-26 volando en nuestra dirección y todos gritamos de alegría. Esperábamos apoyo aéreo ya que los entrenadores estadounidenses nos habían dicho en el campamento de Guatemala "el cielo sería nuestro." Para nuestra sorpresa y la desesperación, el B-26 abrió fuego sobre nosotros de un extremo al otro del Houston hiriendo y matando a varios brigadistas. Nuestra pesadilla acababa de empezar. Fuimos atacados repetidamente por los aviones B-26, Sea Furies y los jets T-33 de la Fuerza Aérea Revolucionaria del régimen comunista de Fidel Castro.
Estos aviones enemigos debieron haber sido todos destruidos antes de nuestro desembarco. Así lo contemplaba el plan original de la CIA y los Joint Chief of Staff o al alto mando del Pentágono. Desgraciadamente, el presidente John F. Kennedy redujo el primer ataque aéreo de nuestros B-26 de 16 a sólo 8 aviones. Posteriormente canceló los cuatro siguientes ataques aéreos de la Brigada.
Esas dos decisiones, unidas al cambio de lugar de desembarco de Trinidad a la Bahía de Cochinos, nos condenaron al fracaso. El enviarnos a Cuba sin apoyo aéreo y naval en barcos de carga obsoletos a luchar contra más de 200,000 soldados enemigos representó un acto de negligencia criminal.
Estando en la proa del barco vi como una bomba lanzada por un B-26 cayó en el mar al lado de nuestro barco y sentí como la explosión estremeció al Houston. A eso de las 9:00 de la mañana un cohete de un Sea Fury nos dio en la popa. El piloto de ese avión fue Enrique Carreras Rolás. Por suerte el cohete no explotó o el Houston hubiera explotado por completo como el Río Escondido matándonos a todos.
El cohete hizo un gran agujero de alrededor 10 pies en la parte inferior de la nave y dañó el timón. El Houston empezó a hundirse rápidamente y su capitán, Luis Morse, lo encalló a una milla de la costa al oeste de la Bahía de Cochinos. El impacto del cohete provocó un pequeño fuego en la bodega del barco, vi humo y soldados gritando y pensé que el buque iba a estallar en cualquier momento. Por suerte unos valientes brigadistas apagaron el fuego con mangueras.
A pesar de que el Houston no llevaba salvavidas, al ver lo cerca que habíamos estado de una muerte segura, muchos soldados y oficiales comenzaron a saltar al agua y a tratar de nadar a tierra. Sin embargo, al principio yo no quise hacerlo porque había visto tiburones en el agua. Pero al ver que todos a mí alrededor se tiraban al mar entonces decidí hacerlo y salté con un cuchillo en la mano.
Cometí el gran error de sólo dejar mi rifle y la mochila a bordo y me lancé al agua desde una altura de tres pisos con 360 balas y granadas alrededor de mi pecho y en la cintura, cantimplora y comida seca y el uniforme completo incluyendo las botas. Con todo ese peso me hundí y llegué al fondo del mar a más de 30 pies de profundidad. Casi me ahogué nadando desesperadamente a la superficie. Llegué casi sin aire y a punto de respirar agua salada. Con el gran peso que llevaba me hundía al nadar. Con gran esfuerzo descarté todo en el agua, hundiéndome y nadando hacia la superficie varias veces. Al fin me quedé sólo con los pantalones.
Junto con mi compañero de cuarto de la Universidad de Georgia Tech, en Atlanta, Georgia, y amigo de toda la vida, el camagüeyano Eduardo Sánchez, comencé a nadar hacia la orilla. Después 60 años todavía recuerdo claramente ese día, como si hubiera ocurrido ayer.
Los aviones enemigos estaban disparando a los que estábamos en el agua, muchos de nuestros soldados gritaban y se ahogaban y algunos estaban siendo devorados por los tiburones. Recuerdo que vi una mancha oscura dentro del agua y pensé que era un tiburón. Entonces di una vuelta y comencé a nadar hacia el Houston. Eduardo me recordó que un tiburón nos podía atacar nadando hacia el barco, por lo tanto, era mejor nadar hacia tierra.
Me encontraba extremadamente débil en el agua ya que en Guatemala me había comido una lata de spam que estaba podrida, y a pesar de que sólo comí un bocado, me enfermé violentamente por varios días. Ya no había medicinas en el campamento y estuve varios días sin comer y tirado en el “sleeping bag” en el piso de mi tienda de campaña. Abordo del Houston no comí nada durante los tres días de travesía.
Como estaba tan cansado que apenas podía nadar tuve que quedarme flotando en el agua frecuentemente, pero con la constante preocupación de ser devorado por un tiburón. Pude ver un pequeño bote salvavidas cerca de la playa y decidí nadar hacia el bote para descansar y remar después a tierra.
Me despedí de Eduardo que decidió seguir nadando a tierra. Al llegar escuché a varios brigadistas que estaban llorando tirados en el fondo del bote y en un estado de shock nervioso. Pedí ayuda para que me ayudaran a subir, pero nadie me dio una mano. Tuve que hacerlo solo y había unos tres pies de altura del mar hacia la cubierta del bote.
Con mucho esfuerzo y después de tratar de subir sin éxito varias veces pude subir y entonces vi que al otro lado del bote estaba un brigadista en el agua pidiendo ayuda para subir y le ayudé a hacerlo. Traté de despertar a los hombres que seguían llorando y rezando y al ver que era inútil y después de descansar, me tiré al agua y nadé rápidamente a tierra.
Me tomó cerca de una hora nadar hasta la orilla, ya que tenía que flotar y descansar en el mar varias veces. Completamente agotado, al fin llegué a tierra. Me arrodillé, besé la arena y le di gracias a Dios por haberme salvado del naufragio del Houston. Miré a mí alrededor y vi una escena dantesca de desesperados soldados desarmados, pidiendo agua, agobiados y muchos de ellos vistiendo sólo ropa interior con sus cuerpos cubiertos de petróleo.
Más tarde en esa mañana triste, al jefe de nuestro batallón, Ricardo Montero Duque, pidió cuatro voluntarios para remar en un bote salvavidas al Houston para rescatar a los soldados heridos y otros que estaban aún a bordo. Yo me ofrecí de voluntario junto con Mario Cabello, Jorge Marquet y otro soldado.
Remamos tan rápido como pudimos al Houston, siempre mirando al cielo por si los aviones enemigos nos atacaban. Los aviones enemigos continuaban disparando contra nosotros de vez en cuando.
Al subir al Houston me encontré con Rinaldo González, a quien en el colegio de los Hermanos Maristas de Camagüey le decíamos Nanano. Me sorprendió lo tranquilo que estaba y me dijo que estaba esperando un bote para desembarcar.
Rescatamos a varios soldados que no sabían nadar y algunos de nuestros heridos. Uno de ellos fue el Dr. René Lamar, un médico que había sido herido en el brazo por una bala de ametralladora de un avión. Entre los soldados que llevamos a tierra estaban el segundo al mando de nuestro batallón Félix Pérez Tamayo, Luis González Lalondry y Fico Rojas.
Por la tarde caminamos hacia el norte bordeando la playa en dirección a Playa Larga. Por desgracia, había soldados enemigos en una pequeña aldea cercana llamada la Caleta de Buenaventura y sólo un puñado de nosotros teníamos fusiles. Ricardo Montero Duque nos ordenó volver a la zona de la playa frente al Houston que estaba semi hundido y esperar a ser rescatados.
Sin comida ni agua esperé con los demás durante cuatro días. El jueves 18 de abril, aproximadamente a las 5:00 de la tarde, el Padre Tomás Macho (que años más tarde me casó con mi esposa Haydée) comenzó a ofrecer una misa que se ofrecía en situaciones desesperadas como la nuestra.
En ese momento dos lanchas con seis soldados enemigos desembarcaron cerca de nosotros. Los pocos que tenían fusiles le hicieron una emboscada y abrieron fuego matando o hiriendo a varios de ellos. Un soldado enemigo pudo escapar en la lancha.
Después Montero Duque dio la orden de retirarnos del área y tratar de escaparnos ya que nuestra posición había sido descubierta. ¿Pero hacia dónde íbamos a ir? No teníamos mapas ni sabíamos dónde estábamos.
Me encontraba muy débil ya que llevaba dos semanas sin comer y tenía una sed extrema. Con un grupo pequeño, comencé a caminar hacia el sur sin saber a dónde ir. Por la mañana del sábado, 20 de abril, ya no podía hablar debido a la resequedad en la boca y la garganta causada por la sed extrema.
A eso del mediodía, fui capturado por un pelotón de milicianos junto con Eduardo Sánchez y otros brigadistas. Pensé que nos fusilarían en ese momento y me encomendé a Dios.
El enemigo nos robó el dinero y relojes y nos quitaron las botas, pero nos dieron agua. No quise aceptar comida, sólo tomé agua, pero mientras más agua tomaba, más sed tenía y el agua me sabía a vinagre.
Los milicianos nos trasladaron en un barco al otro lado de la bahía y fuimos encerrados en una casita en Playa Girón. Esa noche nos visitó el asesino Ernesto Che Guevara que miró detenidamente a nuestro grupo de prisioneros. Como era el más joven se acercó a mí y me preguntó cuántas caballerías tenía mi padre. Le contesté que tenía 100 caballerías y él me dijo, “Entonces tú viniste a recuperar las fincas que la revolución le quitó a tu padre”. Le contesté diciendo, “No, hubiera venido yo o no, si hubiéramos triunfado se la hubieran devuelto porque no se las robó a nadie”. El Che me dijo “Se las robó al sudor de los campesinos”, a lo que le respondí “Esa es la teoría marxista que yo no comparto”.
El Che me preguntó cómo nos habían tratado y le respondí “Muy mal, nos robaron el dinero, relojes y nos quitaron las botas”. A lo que me respondió “Esas cosas le hacen falta a la revolución”. Me quejé también nos habían confiscados los artículos religiosos que llevábamos. Entonces el Che les dijo a sus hombres “Devuélvanles a los prisioneros todos los artículos religiosos porque eso no le hace falta a la revolución”. Así recuperé mi rosario, medallitas y pequeña estatua de la Virgen María. Todavía las conservo en mi casa.
Años después escribiría un artículo sobre el asesino en serie que fue Ernesto Che Guevara. Al triunfo de la revolución, Ernesto Che Guevara ya había asesinado a muchos soldados y campesinos. El 2 de enero de 1959 Fidel Castro lo asignó al mando de la fortaleza de La Cabaña y lo encargó de los fusilamientos y de la campaña de terror de la revolución. Se estima que en sólo los primeros cinco meses de gobierno castrista el Che fusiló unos cientos de prisioneros en La Cabaña.
Fidel Castro y el Che no querían repetir el error de Jacobo Arbenz de no haber fusilado suficientes personas en Guatemala. Entonces decidieron implantar el terror en Cuba con el paredón de fusilamiento desde el principio, inclusive desde la Sierra Maestra ya que se mataba a campesinos y soldados.
A los familiares que visitaban a los presos en La Cabaña se les obligaba a caminar por la pared manchada con la sangre de los patriotas que antes de ser fusilados gritaban “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cuba Libre!” Entre los cientos de fusilados se encontraban niños y jóvenes.
Un niño de 14 años fue llevado al paredón por defender a su padre cuando lo fueron a arrestar. Los presos viendo este crimen tan horrible y gritaron por las ventanas “Asesinos” y el Che se volvió y disparó su pistola hiriendo a varios presos. Para poder disfrutar de estos fusilamientos, el Che mandó a quitar la pared de su oficina para poder tener una buena vista del paredón. Al Che le gustaba de vez en cuando dar el tiro de gracia a las víctimas de las ejecuciones.
El gobierno comunista también se convirtió en un gran vampiro. Antes de ser fusilados los presos eran llevados a la enfermería de La Cabaña donde se les extraía cinco pintas de sangre. Algunos presos perdían el conocimiento y a los que no podían caminar los llevaban al paredón en camilla. Esta sangre de cubanos que amaban la libertad de su patria la vendían a $50.00 la pinta a Vietnam del Norte. Todavía en la Cuba actual se venden pintas de sangre y órganos humanos. Se estima que Cuba comunista recibe $100 millones de dólares al año por estas ventas. El gobierno opresor y sanguinario comunista se ha convertido en una nación Drácula.
Las inhumanas prisiones comunistas
Dos años muy crueles e inhumanos de prisión brutal fue nuestra suerte. Estuvimos en prisiones superpobladas. Al principio estuvimos en el Palacio de los Deportes, seguido por el Hospital Naval y después nos pusieron a todos en la prisión del Castillo del Príncipe. La mayoría dormíamos en el suelo, apretados unos a otros, muertos de hambre y bebiendo agua contaminada. Yo contraje disentería, hepatitis y enfermedades de la piel. Al año de estar preso nos llevaron a juicio y fuimos condenados a 30 años de prisión con trabajo forzado o un rescate de dinero en dólares, como en el tiempo de los piratas.
Los tres líderes de la Brigada, Manuel Artime, José Pérez San Román y Erneido Oliva, fueron valorados en $500,000 cada uno. A los oficiales de la Brigada y los que fuimos ricos nos valoraron en $100,000, los que ellos llamaron clase media valían $50,000 y los obreros $25,000. Mi hermano y yo caímos en el grupo de los $100,000 y éramos 214 prisioneros.
Nuestro grupo fue trasladado al Presidio Modelo en Isla de Pinos. Ese fue el lugar donde peor nos maltrataron. En un pequeño lugar llamado el Pabellón Dos, que estaban frente a una de las circulares, y con espacio para unas 40 personas, nos pusieron a todos. Estábamos peor que sardinas en lata, todos dormíamos el suelo y teníamos un solo inodoro.
Fuimos incomunicados, sin visitas ni cartas, durante siete meses y varias veces por la madrugada venían los guardias y nos obligaban a desnudarnos contra la pared y nos daban golpes diciéndonos cosas obscenas. Teníamos unas tres duchas y sólo abrían el agua durante 10 minutos al día y la mayoría de nosotros no podíamos bañarnos. Lo más espantoso fue privarnos de jabón, pasta de dientes y papel higiénico durante esos siete meses. Nos trataron realmente peor que a los animales. Mientras permanecí en las prisiones no perdí el tiempo y aprendí francés, alemán, leyes, religión, contabilidad, geografía e historia, además de leer cientos de libros.
Las cinco circulares del Presidio Modelo donde más de 5,000 presos políticos fueron brutalmente tratados y torturados.
La liberación de los brigadistas
Por fin fuimos liberados el 25 de diciembre de 1962 cuando el gobierno de los Estados Unidos pagó $62,500,000 por los casi 1,200 prisioneros. Mi hermano y yo volamos en el último avión a la base de Homestead Air Force donde nos dieron uniformes de la Fuerza Aérea. Mis padres lloraron cuando nos vieron a mi hermano y a mí al llegar al Dinner Key Auditorium en Miami. Mi peso en el momento de la liberación era de 120 libras. Había perdido 60 libras de peso.
El naufragio del Houston, la semana que estuve huyendo por la Bahía de Cochinos y el encarcelamiento de casi dos años me hizo apreciar aún más el valor de la libertad y los privilegios de todos los días y las comodidades que damos por sentado, tales como alimentos, agua, vivienda, e higiene.
Conclusión
A pesar de haber perdido nuestra libertad, junto con nuestra bella casa en Camagüey, automóviles, fincas de ganado y cuentas bancarias en Cuba y vivir por debajo del nivel de pobreza en Miami por varios años, yo estaba seguro de que todo eso era una situación transitoria. Yo estaba decidido a obtener una educación y convertirme en un profesional exitoso en los Estados Unidos.
He tenido una gran vida en los Estados Unidos como un educador, periodista y escritor. He escrito 27 libros, seis de ellos sobre el presidente Barack Obama, y cientos de artículos publicados en periódicos, revistas y sitios web. Estoy felizmente casado con Haydée Prado, que tiene un doctorado en psicología clínica y es una excelente mujer. Tengo una hija maravillosa y exitosa representante de una compañía de software, Irene, casada por segunda vez con un canadiense Mark Symes. Irene estuvo casada con un colombiano, Daniel Linares y de ese matrimonio nació un adorable nieto, Daniel "Danny" Francisco Linares de Varona.
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