lunes, 23 de septiembre de 2024

Un día como hoy, septiembre 23, en nuestra lucha contra el castrismo.

Nelson Rodríguez Leyva, el escritor fusilado por el castrismo hace 50 años

LA HABANA, Cuba. — Este mes de julio —se desconoce qué día, solo se sabe que fue en una noche de carnaval — se cumplen 50 años del fusilamiento, en 1971, en la fortaleza de La Cabaña, del escritor Nelson Rodríguez Leyva.

Junto con Nelson, que hacía solo unos días había cumplido 28 años, fusilaron a un muchacho de 18, que estaba cumpliendo el servicio militar obligatorio. Los dos jóvenes fueron condenados a muerte porque, desesperados por escapar del paraíso castrista y armados con una granada, intentaron llevarse a Miami una avioneta de fumigación de la base El Jíbaro, en Sancti Spíritus.

Cuando descubrieron que el piloto los engañó y que en vez de a la Florida se dirigía a La Habana, se produjo una reyerta en la que el escolta de la nave murió como consecuencia de la explosión de la granada.

Cuando Nelson Rodríguez y su cómplice, heridos y con quemaduras, salieron de la avioneta, en la pista del aeropuerto de Rancho Boyeros los esperaban varias decenas de guardias que les apuntaban con sus armas.

Hasta donde se sabe, Nelson Rodríguez es el único escritor que ha sido ejecutado por el castrismo en su larga guerra —que dura hasta nuestros días— contra los escritores, intelectuales y artistas que no se someten a sus designios.

En 1964, siete años antes de morir, cuando aún no había cumplido los 21, Nelson Rodríguez publicó un libro de relatos titulado El Regalo, en Ediciones R.

Los cuentos de aquel libro, con influencias de Kafka y Virgilio Piñera, trataban de las vulnerabilidades del ser humano. Aparentemente, nada tenían que ver con el dentro o el fuera de la revolución impuesto por Fidel Castro. Pero luego de que en 1965, a pesar de ser hijo de un oficial del MININT, lo enviaran a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) por “problemas ideológicos”, escribió un libro que nunca llegaría a publicarse —el manuscrito lo desapareció la Seguridad del Estado— sobre sus experiencias en un campamento de trabajo forzado en Camagüey para la “rehabilitación de lacras sociales”.

Conocí a Nelson allá por 1970, en la casa en El Vedado de un pintor y su musa, donde confluían, siempre bajo la mirada atenta de los chivatos del CDR, músicos, aspirantes a escritores y otros especímenes del underground habanero.

Nelson era once años mayor que yo, pero era tan flaco y pequeño de estatura que parecía de mi edad.  Era de Las Villas, había sido alfabetizador, hablaba inglés y francés y escribía cuentos y poemas.

Solo conversamos un par de veces, en las que con la WQAM de fondo y la impertinencia propia de un adolescente con pretensiones de escritor, le pedí que leyera dos de mis relatos y me diera su opinión. No fuimos amigos como pudiera pensar quien lea mi cuento Volver a hablar con Nelson, del libro Los tigres de Dire Dawa (Neo Club Ediciones, 2014). Ese cuento fue una licencia que me tomé para honrar la memoria de Nelson Rodríguez, para que la dictadura no consiga que lo olvidemos.

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