sábado, 29 de marzo de 2025

Un día como hoy, marzo 29, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, marzo 29, en nuestra lucha contra el castrismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.

Comparta estas efemérides. Gracias.

PROHIBIDO OLVIDAR.

1960

Un incendio destruyó 16 mil arrobas de cañas en Ia finca "La Ceiba", en Cienfuegos, provincia de Las Villas.

1961

Un Tribunal castrista de la Fortaleza de la Cabaña, en la causa 26 de 1961, sancionó a 30 años de prisión por un delito contra los poderes del estado a José A. Villamil Alvarez, Miguel Díaz Rodríguez, Idelfonso M. Vega Guerra, José Bilbao Varela, Luis Rogelio Viñas Castellón y Juan G. del Sol Díaz. Se encuentran prófugos José Díaz Rodríguez y Bernardo Corrales.

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El secretario general del Directorio Revolucionario Estudiantil, Alberto Muller Quintana, arriba al campamento “Lirio de Nagua” en la Sierra Maestra y asume la jefatura de las fuerzas insurgentes de la organización que aunque no contó con los recursos bélicos prometidos, logró reunir a poco mas de un centenar de hombres y mujeres dispuestos a enfrentar la dictadura. La dirección de las guerrillas del DRE quedó integrada de la siguiente manera: Alberto Muller Quintana, jefe de la operación, Enrique Casuso Pérez, jefe militar y Juan Ferrer Ordoñez, jefe del campamento “Providencia.”

1962

Eduardo Mora es fusilado en Vueltas, provincia de Las Villas.

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Varios combatientes, entre ellos Generoso Bringas, son exfiltrados por el Punto Fundora , Matanzas para recibir entrenamiento en el exterior y regresar a Cuba para continuar la lucha contra la tiranía.

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En la finca Ibarra, a unos nueve kilómetros al este de la ciudad de Matanzas, fuerzas castristas dirigidas por el comandante Dermidio Escalona Alonso y el capitán Lizardo Proenza Sánchez sostienen un enfrentamiento con la guerrilla dirigida por Gabriel de Jesús Infante Hidalgo (Enrique). En el encuentro siete alzados resultaron muertos y cuatro heridos. Por parte de las fuerzas castristas se reportaron dos soldados muertos del LCB y uno de la PNR.

Jesús Acosta Pérez, Carlos Alemán Díaz, Eulalio Cabrera Pulido, Braulio E. Infante Hidalgo y Enrique Infante Hidalgo son 5 de los guerrilleros que resultaron muertos en el enfrentamiento.

[Algunas fuentes los reportan como fusilados]

1963

Sergio Iglesias Hernández (el Sheriff) muere combatiendo a la milicia castrista en la finca La Botella, municipio de Agramonte, provincia de Matanzas.

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El guerrillero Carlos Alemán muere en un enfrentamiento con la milicia castrista en la provincia de Matanzas.

1964

Eutimio Leyva campesino miembro de la guerrilla comandada por Mario Abreu Cervantes es capturado y fusilado en Camagüey. 

1975

Rafael Escalona y Demetrio Rodríguez son fusilados en un campo de tiro cerca de La Cabaña en La Habana.

1999

Se funda el Grupo de Trabajo “Proyecto Memoria” que ha hecho mas de 1500 entrevistas a presos políticos cubanos y 2 documentales con el fin de dar a conocer distintos aspectos de la lucha de los cubanos en contra del castrismo.

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Katiana Cobas Manduley es acusada de haber reprimido a opositores pacíficos en Caimanera, Guantánamo, incluyendo al denunciante, participando activamente en actos de repudio como miembro de Brigadas de Respuesta Rápida. Cobas Manduley era miembro del Partido Comunista de Cuba y dirigente sindical en el Ministerio de Salud Pública municipal.

Habría llegado a Estados Unidos el 7 de Febrero del 2024, después de haberse establecido en Jamaica, de donde viajó a México y cruzó la frontera, Según el denunciante, ella se encuentra residiendo en Jacksonville Florida.

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Dictadura de Fidel Castro: los primeros meses registrados por la revista ‘Life en Español’

El repaso de publicaciones de la revista 'Life' de 1959 sobre Fidel Castro y la dictadura que aún nos oprime es un ejercicio más que necesario.

Cubanet         Colaborador desde Cuba                marzo 28, 2025

LA HABANA, Cuba. – Si un suceso ocupó espacio en la prensa de la época, en tanto colmaba de expectativas y temores a millones de personas en el mundo, fue sin dudas la llegada de Fidel Castro al poder en enero de 1959.

Meses antes, algún que otro reportaje en medios internacionales llamaba la atención sobre lo que sucedía en la Sierra Maestra. En tal sentido, decenas de corresponsales y fotógrafos de los principales periódicos y revistas estadounidenses establecidos en La Habana se mantenían a la espera del desenlace de los acontecimientos; la mayor parte de ellos en cierta medida contribuyendo, con sus simpatías por algunos sectores izquierdistas, a la idealización de una figura, la de Fidel Castro, de la que esperaban más de lo que luego ofreció en cuanto a la democratización y el desarrollo de un país que parecía haberse librado de una dictadura y, además, al rumbo que tomarían las relaciones con los Estados Unidos.

Por aquel entonces, Washington comenzaba a promover un mayor acercamiento con América Latina y el Caribe, teniendo en cuenta los grandes beneficios mutuos de estimular los intercambios económicos y políticos —que ya para la fecha ocupaban cerca del 10 por ciento de las inversiones de capital estadounidense a nivel global— pero, además, la agresiva labor de inteligencia y desestabilización desplegada por el régimen comunista de la Unión Soviética en aquellos pocos países como México, Argentina y Uruguay donde había logrado establecer sus únicas sedes diplomáticas.

Ambos temas, tanto el de la guerrilla en Cuba como el de los efectos de la influencia Rusa en los sindicatos y movimientos políticos declaradamente antiestadounidenses, fueron atendidos con sistematicidad en las páginas de publicaciones de la época, y tal regularidad puede ser rastreada, por ejemplo, en diarios como The New York Times —que sin dudas históricamente califica como el “más benévolo” (tal como lo describiría Thomas Dozier, subdirector de Life en Español, en 1959) con la figura de Fidel Castro desde los inicios de la dictadura castrista hasta la actualidad— o en revistas de circulación internacional y ediciones en varios idiomas como Times y Life.

Life, en su versión en español, con las redacciones centrales en Chicago y Nueva York, estuvo entre las más populares en la Isla. Una suscripción anual a la revista quincenal, con cerca de 80 páginas a todo color y en papel cromado, rondaba los 4 pesos, lo que la hacía asequible a todos los públicos, de modo que en incluso en las escuelas públicas era usada por maestros y estudiantes que gustaban de las “figuritas” (las imágenes) para ilustrar los trabajos de clase sobre ciencias naturales, historia, artes, en tanto su contenido variado y ameno lo propiciaba.  

Pero lo cierto es que Life fue la que mayor atención prestó a los procesos que se desencadenaron antes y después del 1ro. de enero de 1959, incluso documentando y hasta siendo protagonista de acontecimientos como la guerrilla en la Sierra Maestra (gran parte de las primeras imágenes de la Revolución Cubana, que hoy son consideradas icónicas, pertenecen a fotógrafos de Life), los procesos judiciales contra prisioneros de guerra que terminaron en grotescos espectáculos públicos y masacres, así como también la renuncia forzosa del presidente Manuel Urrutia (precisamente fue un fotógrafo de Life, Andrew St. George, el que sirvió como interlocutor entre Urrutia y Castro), y los ataques violentos a la prensa nacional e internacional que, insistiendo en mantenerse fiel a la verdad, se negaba a alinearse con los intereses del líder rebelde devenido en tirano.

Regresar en la actualidad a las viejas páginas de Life en Español, sobre todo a los 24 números aparecidos a lo largo del año 1959, repasarlos y contrastar lo escrito por aquellos periodistas con lo que ha pasado en los más de 60 años que han transcurrido desde aquellas primeras impresiones, advertencias, premoniciones y vaticinios, desde los primeros reportajes, análisis y noticias, es un ejercicio que no solo satisface la curiosidad de quien lee a la distancia del tiempo sino que, yendo al pasado, refresca la visión sobre acontecimientos actuales, sepultados por la nociva, contradictoria e invariable narrativa del régimen cubano, meticulosamente elaborada para ocultar la verdad y erigirse como víctima de una “conjura externa”, de una “guerra mediática” que, aun aceptándola como real, solo tendría al castrismo como su iniciador.

Life, del encantamiento a la decepción

 

Si un sentimiento se percibe fácilmente de la lectura de los primeros números de Life correspondientes a 1959 es el encantamiento en grado casi absoluto de los editores de la revista, en consonancia con las reacciones de la mayor parte de los medios extranjeros, en especial los estadounidenses, que cubrían los sucesos en Cuba.

Los últimos ejemplares de 1958, así como varios artículos sobre “la brutalidad del régimen de Batista” entre junio de 1956 y abril de 1958 (“El caso del undécimo cadáver”, 4 de junio de 1956, más el reportaje fotográfico sobre la guerrilla como desmentido a las declaraciones de Fulgencio Batista sobre el fin del levantamiento guerrillero, y la nota del 7 de abril de 1958, titulado “Tragedias, terrores y tahúres: Mientras Cuba hierve Batista se hace rico”) son muestras de cuán bondadosos con el “heróe guerrillero” eran los reportes que salían de La Habana.

De modo que a Fidel Castro, experto manipulador de la información y de las personas a su alrededor, se le hizo fácil usar a su favor el ambiente de ingenuidad que cundía entre los reporteros, y de escasa profundidad en los análisis de los expertos, que prestaban oídos sordos a las advertencias sobre un grupo de comunistas solapados entre los principales jefes guerrilleros, en especial el argentino Ernesto Che Guevara y Raúl Castro, este último muy vinculado desde antes de 1959 con agentes de la inteligencia soviética que operaban en México.

Artículos como los aparecidos en el número del 15 de diciembre de 1958 son un ejemplo de cómo el ambiente editorial de Life, conformado por Andrew Heiskell, como editor, con un consejo de redacción encabezado por Edward K. Thompson, como director y Henry Moscow, como subdirector de la versión en español, era propicio para lo que realmente ocurriría en Cuba pasara inadvertido.

1958 es un año en que, no casualmente, aparecen en Life varios artículos sobre la Unión Soviética, destacándose un extenso reportaje sobre la vida apacible en el río Volga, así como la exaltación de la figura de Nikita Khrushchev como detractor de las políticas de Stalin.

El entusiasmo, de marcado tono izquierdista, se extiende a los primeros números de 1959 (en el primero de ellos se incluye un reportaje sobre Alicia Alonso, la bailarina que no ocultó su apoyo incondicional al Movimiento 26 de Julio y a la ideología comunista, antes y después de 1959), incluso se mantiene más allá del número del 23 de febrero, donde ya comienzan a notarse los primeros signos del desencanto, a raíz del juicio al capitán del ejército de Batista, Jesús Sosa Blanco, un suceso convertido por Fidel Castro en espectáculo público y que, por primera vez, dividió las opiniones entre los partidarios del “héroe” cubano fuera de la Isla, dejando en franca minoría a quienes apoyaron los procesos de ajustes de cuenta que terminó con más de medio millar de fusilados en apenas tres meses de “Revolución”.

Punto crítico: El proceso de Sosa Blanco y el espectáculo de los fusilamientos

El proceso contra Sosa Blanco sin dudas fue como el chasquido de dedos que despertó a los hipnotizados por el encantador de serpientes, Fidel Castro.

Algunos fragmentos del reportaje publicado por Life dan cuenta del horror. En el número del 23 de febrero, a partir de la página 11, y bajo la pregunta: “¿Es justicia o espectáculo romano? Los procesos de La Habana”, aparece un amplio trabajo sobre el juicio al capitán Jesús Sosa Blanco, acompañado con imponentes fotografías de Joe Scherschel y Andrew St. George, enviados especialmente por Life a La Habana.

El autor del trabajo calificó el proceso como un “juicio espectacular y orgiástico” y escribió, además: “A la luz de los reflectores, 15.000 voces clamaban al unísono: ‘mátenlo’. En medio del tumulto general y ante 45 testigos que lo llamaban ‘asesino’ (…). (Los invitados extranjeros) quedaron más impresionados por el procedimiento que por el veredicto. (…) Sosa Blanco fue juzgado conforme a una mezcla de leyes viejas y nuevas forjadas por los rebeldes, de la que se podía esperar un solo veredicto: de culpabilidad, y una sola sentencia: la de muerte. No hubo, como lo disponía el antiguo código de Cuba, un jurado, sino un tribunal de tres hombres que actuó como juez, jurado y hasta como fiscal. Se aceptaban rumores. Bastaba que un testigo asegurara haber oído decir que Sosa era un malvado”, narra el artículo.

La Revolución Cubana comenzaba a revelarse como el circo que más tarde se transformó en arena de gladiadores, todos dirigidos por el “héroe” devenido en el narcisista, megalómano y sanguinario que muchos medios de prensa, anteriormente favorables al proceso político iniciado en 1959, no tardaron en denunciar y hasta en caricaturizar, como se aprecia, por ejemplo, en páginas de la revista Topaze, de Chile, donde se llega a decir: “Nos resultaba extremadamente simpático el líder de la Sierra Maestra, Fidel Castro. Le creíamos inflamado de amor a la libertad y la justicia, pero al parecer solo está llamado al odio”.

Por otra parte, Excelsior, de México, publica un dibujo de Abel Quezada donde se representa a Fidel Castro como una calavera, con una paloma en un hombro y una ametralladora en las manos. Otra imagen del mismo medio, pero de Arias Bernal, lo exhibe a la sombra de un ahorcado del que cuelga un cartel que dice: “Matanza cubana”.

El repudio se extiende hasta Brasil, donde el Diario Carioca, de izquierda y declaradamente “antiyanqui”, aplaude los primeros ataques verbales de Castro contra Estados Unidos, pero igual insiste en desaprobar los fusilamientos.

En Life comienzan a identificar por vez primera, como maniobra manida, que ha definido a la dictadura castrista hasta el presente, el intento de desviar la atención de los problemas internos hacia un enemigo externo inexistente, como se comprobará posteriormente en la acogida que recibió Fidel Castro en Estados Unidos, igualmente reseñada por Life, y hasta en las declaraciones a favor de los procesos realizadas por Charles O. Porter, representante estadounidense invitado con todo propósito por el dictador cubano como observador a las sesiones contra Sosa Blanco. Así, en el número del 23 de febrero de 1959 se puede leer: 

“La reacción de Castro ante la crítica general (con respecto al proceso de Sosa Blanco) consistió en la socorrida táctica de lanzar dardos a Estados Unidos. Aludiendo a una imaginaria intervención estadounidense en Cuba, exclamó: “200.000 gringos morirán”, apuntaba Life en un editorial.

No obstante, en el primer número de marzo de 1959, Life publicará un fragmento de la novela El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, en consonancia con la visión de sus editores sobre los acontecimientos en el Caribe, el jolgorio popular, desenfrenado, caótico que rondaba las ejecuciones, para ellos más conectada con un asunto de idiosincrasia regional que con las influencias de los comunistas en el gobierno naciente,  algo que sí lograban identificar en las huelgas de los transportistas en México o en las revueltas “antiyanquis” en Panamá (en relación con el canal), claramente conectadas con la penetración de los sindicatos obreros por la inteligencia soviética.

La realidad política cubana, que desde el número de febrero de 1959 comenzó a ser descrita en titulares como un caos, para los editores de Life parecía consecuencia de otros fenómenos, y descartaban de plano la influencia de los comunistas, a pesar de denuncias importantes, como las realizadas por el comandante Pedro Díaz Lanz, jefe de la Fuerza Aérea de Fidel Castro, que habiendo escapado de Cuba, expuso las peligrosas influencias de los comunistas en el nuevo gobierno.

Con respecto al giro no advertido por un amplio sector de la prensa extranjera, un artículo en Life de agosto de 1959 se atrevía a decir: “Muchos cubanos de la clase media y alta, piensan que eso es exactamente lo que Castro está haciendo. Casi nadie cree que Fidel esté pagado por Rusia, y aún los opositores opinan que Pedro Díaz Lanz (…) exageró la nota ante el Comité del Senado estadounidense al decir, categóricamente, que hay comunistas en el Gobierno de Cuba”, afirmaba Life, y continuaba: “Muchos de los principales consejeros de Castro han tenido definidas inclinaciones izquierdistas, pero nadie —cubano o extranjero— que sepa realmente de estas cosas, puede señalar a un comunista reconocido con un alto cargo en el gobierno de Castro (…). En otras palabras, sería casi imposible acusar a Fidel Castro y su gobierno de ser agentes activos del comunismo internacional. Pero la política y los actos de Castro favorecen, sin lugar a dudas, la causa comunista”, terminaba sospechando el articulista.

Los miedos se hicieron realidad

Mientras buena parte de la oposición en el año 1959 esperaba a que Fidel causara su propia caída, la revista Life se mostraba confiada de la transparencia del proceso político emprendido por el líder rebelde, de ese modo, estaba convencida de que “el cubano de educación media, que tradicional e históricamente profesa una cálida amistad hacia Estados Unidos, no permitirá que Fidel arroje al país en brazos de la Unión Soviética”, aquí, entre aciertos y desaciertos menos peligrosos, se equivocaba rotundamente.

Ni siquiera las acusaciones del propio Fidel Castro, o el espectáculo de horrores del juicio a Sosa Blanco, que reportaron en el número del 23 de febrero de 1959, les permitió ver lo que se avenía.

Para mayo de 1959, los rumores de la penetración comunista comenzaban a convertirse en certeza. Aun así, la visita de Fidel Castro a Washington sirvió al régimen para disipar sospechas, algo que le funcionó, al menos con la prensa estadounidense y en especial con Life, que se deshizo en elogios con el “héroe” que aún no se revelaba del todo (al menos públicamente) como un dictador. Incluso lo describió como “impaciente por hacer cambiar de opinión a sus críticos estadounidenses”.

Se lee en ese número de mayo, bajo el editorial titulado “La visita de Castro a los Estados Unidos”, que Fidel Castro “(se dedicó) a comprender mejor a Estados Unidos” y “a pedir a los estadounidenses que trataran de comprender la Revolución Cubana”; y “conquistó una gran victoria personal ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y ante la Asociación Norteamericana de Directores de Periódicos”. Life agrega: “Pero la mayoría de los estadounidenses esperan que tras descubrir por sí mismo la amistad que se le ha demostrado en Estados Unidos, el jefe rebelde tendrá menos propensión a exaltar a las muchedumbres cubanas con discursos antiyanquis (…). Declaró que prefiere el camino de la libertad a las consignas del comunismo, y aseguró que los rojos, si los hay en su gobierno, carecen de influencia”.

Pero inmediatamente, Life tacha la declaración de “ingenua”, dando mayor crédito a las informaciones que, con total razón, indicaban el engaño de Fidel Castro, así como la burla al pueblo y gobierno estadounidenses.

Para finales de agosto de 1959, ya era más que evidente la tomadura de pelo, y así se acababa la luna de miel entre Fidel Castro y la prensa extranjera que aún permanecía en Cuba. En el número del 24 de agosto, los editores de Life lanzan una gran pregunta en portada: “¿Qué anda mal en Cuba?”.

Un artículo firmado por Thomas Dozier, subdirector de Life en Español, titulado “Castro y el caos”, revela la profunda decepción de los que anteriormente se mostraron entusiastas y confiados.

“El clima político ha variado profundamente en los siete meses transcurridos desde que Fidel Castro (llegara al poder)”, dice Dozier, y agrega: “Lo que fue gloria y nobles principios se ha tornado caos y demagogia (…). Cuba ha cambiado una dictadura por otra (…). Pero hay algo más grave: Fidel Castro, deliberada o inconscientemente, alienta a la causa comunista más que cualquier líder político latinoamericano (…). Cuba no tiene un gobierno democrático ni probabilidades de establecerlo pronto (…). No hay prensa libre. Quien critique a Fidel corre el riesgo de arresto o fusilamiento por ‘contrarrevolucionario’, o el peligro de que Fidel azuzara a la chusma contra el periódico o redactor disidente”.

Pero Dozier se da cuenta de algo mucho más grave: “No solo hay dictadura en Cuba sino que, además, es militar”, y se horroriza con una realidad que, a pesar de los años, para nada es muy diferente de lo que sucede en la actualidad:

“Por lo general en las dictaduras militares hay, por lo menos, orden y eficiencia; en la de Castro impera la ineptitud y el caos (…), esto último refleja en parte la extraña personalidad de Fidel Castro, pero se debe, más que nada, al desorden y el extremismo de una economía planeada por un gobierno que pretende realizar mucho con excesiva rapidez, sin preocuparse por las consecuencias (…). Tratar con el Gobierno cubano es una pesadilla”, escribe el subdirector de la revista.

El artículo de Dozier, así como otros igualmente críticos que le sucedieron, irritaron sobremanera a Fidel Castro. Para finales de 1959, los corresponsales de Life en La Habana corrían la misma suerte que los periodistas y editores de Diario de la Marina y Avance, acusados de “contrarrevolución” y arrastrados a un proceso judicial que terminaría en cierres, difamaciones, asesinatos de reputación, persecución y cárcel como medidas ejemplarizantes para lo poco que iba quedando de la prensa libre en Cuba.

En uno de los últimos editoriales de ese año 1959, Life denuncia: “la prensa de la Cuba fidelista no es libre porque ha sido reducida, primero por su entusiasmo desenfrenado y más tarde por el miedo, a la condición de sierva del gobierno”.

Cualquier semejanza con la realidad cubana de hoy no es mera coincidencia. Ha sido un proceso paulatino de violento despojo de las libertades fundamentales. Los años han pasado pero el monstruo del comunismo en Cuba, ese del que solo unos pocos visionarios sospecharon en sus primeros días de instalado en la Isla, permanece aquí.

El repaso de publicaciones periódicas de aquellos primeros momentos de una dictadura que aún nos oprime es un ejercicio más que necesario, no solo para quienes buscan entender lo que ha pasado y cómo fue que llegamos a este punto en que ejercer el oficio de informar con honestidad es considerado por el régimen cubano no solo delito sino “amenaza” para la seguridad nacional.

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