viernes, 26 de septiembre de 2025

Un día como hoy, septiembre 26, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, septiembre 26, en nuestra lucha contra el castrismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió al comunismo.

Comparta estas efemérides. Gracias.

PROHIBIDO OLVIDAR.

1960

Las milicias del régimen capturaron en la Sierra del Escambray a los siguientes guerrilleros: Eulogio Cantero Sorí “Cabilla”, Jose Ramón Quintero Artíles, Orlando Quintero Artíles, Jose A. Palomino Colón, Mamerto Gálvez Abrahantes, Antonio López Muñoz “Hueso”, Rolando Cárdenas Rodríguez, Rolando Blanco González, Oscar Pérez Martínez, Jesus Astero López, José Miguel Chávez Herrera, Eduardo Calderín Blanco, Ramon Díaz Cruz, José Figueras Perera, Eduardo González Cruz, Miguel Yánez Hernández, Mario Martínez Frías, Pedro García Rodríguez, Julio Daniel García Rodríguez, Ramón Gálvez Rodríguez, José Borges León, Angel V. Rodríguez del Sol, Fidel Vega López, Rene del Toro Arias y Rafael Bermúdez Ortega.

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Rafael Martínez López es fusilado en Santa Clara, LV.

[Hay discrepancias según distintas fuentes consultadas en cuanto a la fecha y lugar donde perdió la vida Martínez López]

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Jose Borrero, ex miembro de las fuerzas armadas de Cuba, es fusilado en Boniato, Oriente.

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En EE.UU. se lleva a cabo el primer debate presidencial televisado en la historia del país entre John F. Kennedy y Richard Nixon el cual fue visto por sesenta millones de personas. 

1961

En la Sierra del Escambray, en Las Villas, fueron detenidos el excapitán rebelde Ramiro Lorenzo Vega, Humberto Nápoles Valle y Santiago García. Un Tribunal Revolucionario integrado por Claudio M. López Cardet, José Peláez Fernández, Leonel Matos Rosales y actuando como fiscal Jorge Gómez, los condenó a 10 años de prisión.

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Un Tribunal castrista de Santiago de Cuba, condenó a pena de muerte por fusilamiento al ex oficial del ejército rebelde Marcos Antonio Vázquez Gómez. También fueron sancionados en la misma causa, Orlando Rabí Benítez, Santos Tamayo Bermúdez, William Acosta Fonseca, Erasmo Quesada Mora, Raúl Suárez, María Barrera Meléndez, Osvaldo Loyo Cano, Félix Carbonell Rosales, Justo Massague Figueredo, José Quesada Reyes, Celsor Leyva Cruz, Javier Mora Castro, Guillermo Carbonell Rosales, Radamés Carrazana Mora, Fernando Galardy, Andrés Mosteller Domínguez, Norma Corrales Vázquez, Godofredo Garda Soler, Francisco Sueiro Alarcón, Julián Acosta Infante, José M. Nuñez Trejo, Waldo Hernández Gonzales, Mariano Vázquez Vázquez y Francisco Vera González.

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El régimen castrista anuncia el arresto de 12 hombres acusados de conspirar para atentar contra la vida de Fidel Castro. Entre los detenidos se encuentra Alfredo Izaguirre Rivas, antiguo director del diario El Crisol y Luis Torroella. De los 12, cuatro fueron detenidos en Las Villas, cinco en La Habana y 3 en Oriente.

Fuente: Enrique Ros. El Clandestinaje y la Lucha Armada Contra Castro, página 263.

1963

En el Condado, Las Villas son fusilados los guerrilleros Ricardo Faura Suzante, Rafael Espín y uno conocido como “Titi Mata Pena”.  

1973

Roberto Pereda López era investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CENIC) de La Habana y estaba bajo sospecha por su amistad con un destacado científico que había solicitado asilo, por su negativa a realizar determinados trabajos científicos y por declarar abiertamente su oposición al Gobierno. Le dijo a su familia que sabía que su vida estaba en peligro. El 26 de septiembre de 1973 se fue a trabajar y nunca más lo encontraron. Dejó dos hijos, de doce y trece años.

A finales de los años 60 se había negado a realizar algunas investigaciones. Su hijo fue condenado posteriormente a varios años de cárcel por negarse a servir en misiones internacionales mientras estaba en el servicio militar obligatorio.

[Fuente: Personal and telephone interviews with son, 2006 and 2007. Cuban American National Foundation, Quilt, 1994. Written testimony of son, Alex Pereda, Input Form, April 10, 2006. / Archivo Cuba.]

1974

José Rodríguez Mosquera,preso político "plantado" que se negaba a usar el uniforme de prisioneros "rehabilitados” y pasó años vestido sólo con calzoncillos en las húmedas celdas de la fortaleza colonial de 200 años. Murió por los malos tratos y la falta de atención médica. Según su madre y su hermano, las autoridades penitenciarias se negaron a brindarle tratamiento médico durante más de un mes y medio y no podía orinar, lo que provocó que sus tejidos "explotaran" y causó su muerte.

Source: Photo and notes in the archive of former political prisoner Abel Nieves Morales of the testimony of mother and brother, indicating that Jesús Rodriguez Mosquera died on 26 Sept. 1974. Interamerican Commission on Human Rights, OAS, 1976, Chapter 1: Situation of political prisoners in Cuba. / Archivo Cuba.

1986

Ormis Argeo Frómeta Caballero. Visitó a su hermano, un preso político en la prisión Combinado del Este en La Habana, encontrándolo con indicios visibles de tortura. Le dijo a las autoridades de la prisión que lo denunciaría internacionalmente y le advirtieron que si lo hacía lo matarían. Cuando regresó a su casa en Guantánamo, fue atropellado por un camión.

Fuente: Testimony of Rodolfo Frometa, brother and former political prisoner, aired on WAQI-Raido Mambí, April 15, 2005. Testimony of Rodolfo Frometa, by telephone with Armando Lago, Ph.D, from Miami, April 16, 2005, and by telephone with M. Werlau, 3/18/2017.

1987

 Ramón Lanza Ortega muere en la prisión Combinado del Este de la Habana al negársele por parte de las autoridades penitenciarias los medicamentos que requería.

2014

Yunisleidis López Rodríguez, de 23 años, tenía dos niños pequeños. Había sufrido el acoso de la Seguridad del Estado, que buscaba expulsarla con sus hijos del hogar por su activismo en el Movimiento de Educación Cívica y Verdad. Le había contado a la disidente Sirley Avila que a su novio, agente del régimen, le habían ordenado asesinarla y que había sido amenazada de muerte por individuos vinculados al estado (lo cual denunció a la policía). Dos días después, un hombre entró a su casa y la apuñaló 18 veces frente a sus dos hijos. Varios meses después, en mayo de 2015, Sirley Avila fue brutalmente atacada con machete por el cual perdió una mano y sufrió graves heridas en las piernas.

Source: Testimony of Sirley Avila, November 8, 2019, Washington, DC. Yunisledy Lopez Rodriguez: asesinada en Cuba el 26 de septiembre 2014, May 3, 2016, https://www.youtube.com/watch?v=imPZNR1d4k8, Uploaded by FreeCubaFoundation. John Suarez, Universal Periodic Review of Cuba and Sirley Avila Leon: The case the Castro regime would like to disappear,Notes from the Cuban Exile Quarter: May 9, 2018,

2023

El opositor Elio Norkis Sanamé Durán es asesinado en la estación de la policía nacional revolucionaria donde se encontraba detenido.

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Ucrania, con el apoyo de la Unión Europea, está en posición de combatir y recuperar todo el territorio ocupado por Rusia.

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Mi padre vivió y murió por sus ideales.

Por María C. Werlau.

Mi padre, Armando, era originario de Camagüey, Cuba. Luchó en la Sierra Maestra bajo el mando de Che Guevara. Él y sus dos hermanos, Francisco y Julio, se unieron al Ejército Rebelde para liberar a Cuba de la dictadura de Batista. Aunque eran jóvenes, su compromiso con la restauración de la democracia y el estado de derecho era profundo. Mi padre era particularmente anticomunista y, de hecho, se lo comentó a Che Guevara durante una conversación en la montaña. Más tarde, en sus memorias sobre la lucha contra Batista, Che escribió que los hermanos Cañizares habían regresado «para luchar como traidores en la invasión». Los tres hermanos abandonaron la montaña con un grupo que se rebeló en protesta por el asesinato premeditado de un joven miembro del Ejército Rebelde. Un protegido de alto rango de Che, Lalo Sardiñas, había disparado contra el joven recluta, de origen humilde, por quitarse los botines, a pesar de la orden de no hacerlo, ni siquiera para dormir. Fidel y Che intervinieron para anular el código legal del Ejército Rebelde y el crimen quedó impune. Tras pasar unos meses escondidos en Cuba, mi padre, sus hermanos y un amigo pudieron exiliarse en Estados Unidos. Mientras estaba en la clandestinidad en La Habana, conoció a mi madre. Ella era miembro del Movimiento 26 de Julio y apoyaba la lucha contra la dictadura de Batista desde la resistencia urbana. Se casaron en Miami el 17 de noviembre de 1958. El 1 de enero de 1959, al amanecer, Batista huyó del país y las fuerzas revolucionarias tomaron el poder. Mis padres llegaron en uno de los primeros aviones que aterrizaron en Cuba con los líderes del Movimiento 26 de Julio en el exilio. Mi madre, embarazada de varias semanas, me llevaba en su vientre. Mi padre ocupaba un alto cargo en el Instituto Cubano para la Estabilización del Azúcar (ICEA), una agencia gubernamental clave para la economía cubana. Sin embargo, mis padres se mostraron muy preocupados por la situación política y quedaron consternados por las ejecuciones y los juicios sumarios que el nuevo gobierno de Castro había iniciado. Al darse cuenta de que Castro no tenía intención de restaurar la democracia, mi padre se unió a la oposición clandestina que se organizaba rápidamente contra Castro, a la que se habían sumado muchos veteranos de la lucha contra Batista. Finalmente, un antiguo compañero de armas de la Sierra le advirtió a mi padre que se estaba preparando un expediente para arrestarlo. En aquellos días, quienes eran acusados de conspirar contra el gobierno eran ejecutados rápidamente. Así que, en mayo de 1960, salimos del país de urgencia y llegamos a Miami. Yo tenía solo ocho meses y mi madre estaba embarazada de seis meses de mi hermano.

Ese otoño, Estados Unidos organizó y entrenó en secreto una fuerza militar de exiliados cubanos para invadir Cuba y derrocar a Castro. Mi madre suplicó a mi padre que no se uniera a la operación. Tenían dos bebés y, recién llegados al exilio, apenas tenían dinero. Pero él insistió en que, como había contribuido a que Castro llegara al poder, su deber moral —con sus hijos y con Cuba— era ayudar a derrocarlo. Mis tíos Julio y Francisco, así como el esposo de mi tía, José, se unieron a la Brigada. Cuatro esposas y siete niños pequeños se quedaron en Estados Unidos, orando y esperando. Mi padre partió hacia los campamentos de entrenamiento en Guatemala el 18 de enero de 1961. Nunca más lo volvimos a ver. Por suerte, mis tíos lograron regresar. La invasión comenzó el 17 de abril de 1961. En la Bahía de Cochinos, mi padre y su hermano Julio formaban parte de un pequeño grupo que luchó con gran tenacidad y logró evitar ser capturado durante cuatro días. Desconcertados por la falta de apoyo aéreo prometido, y superados en número, fueron atacados por los aviones de Castro, que se suponía estaban inhabilitados. Sabían que la invasión estaba condenada al fracaso, así que intentaron atravesar las fuerzas revolucionarias para unirse a la guerrilla en la Sierra del Escambray. Exhaustos y hambrientos, se durmieron. Un grupo de milicianos les disparó y se desató un tiroteo. Él y un amigo, Manuel Rionda, resultaron gravemente heridos por metralla y disparos. Sus captores se negaron a llamar a los servicios médicos y obligaron al resto del grupo a abandonarlos. Ni Manuel ni mi padre fueron vistos jamás de nuevo. El gobierno comenzó a realizar detenciones masivas de civiles tan pronto como comenzó la invasión. Mis abuelos en Camagüey fueron detenidos con miles de cubanos sospechosos de tener ideas contrarrevolucionarias. Tras su liberación, cuando mi abuela supo de la probable muerte de mi padre y la detención de mi tío, se sumió en una profunda tristeza y sufrió un infarto. Por suerte, sobrevivió. La muerte de mi padre —real o presunta— coincidió con su cumpleaños. Las familias en Cuba buscaban desesperadamente a Manuel y a mi padre. El gobierno cubano se negó a proporcionar información o confirmar sus muertes, a pesar de las insistentes peticiones, incluso a través de la Cruz Roja Internacional. A la madre de Manuel le extorsionaron una considerable suma de dinero, difícil de conseguir en Cuba en aquellos días. La promesa de devolver los cuerpos para su entierro fue solo una estafa de un miembro del ejército cubano que se aprovechó de la desesperación de una madre. Mientras mi tío Julio estaba detenido con el resto de los prisioneros de la Brigada, las familias de los presos sufrieron aún más. Las visitas de familiares que aún estaban en la isla eran oportunidades para que el gobierno de Castro los humillara y abusara de ellos. Mi abuela contó cómo las mujeres eran desnudadas, registradas de forma irrespetuosa y burladas. Entre las cosas horribles que presenció, vio a las guardias femeninas de la prisión tirando la prótesis mamaria de una mujer mayor que había ido a visitar a su hijo. De vuelta en Miami, nuestra vida estaba llena de dificultades. Mi madre y sus padres, con muy poco dinero, tenían a su cargo dos bebés y varios adolescentes traumatizados. Algunos primos habían sido enviados de Cuba sin sus padres para escapar del comunismo, como parte de un programa de la Iglesia Católica llamado "Operación Peter Pan". Muchas amigas de mi madre estaban pasando por la misma situación: sus maridos habían sido capturados, heridos o muertos. Muchos no murieron en combate. Fueron perseguidos después de agotar su munición o ejecutados en el acto. Nueve miembros de la Brigada fueron asesinados por asfixia: sus captores metieron brutalmente a más de cien hombres en un remolque cerrado y sin ventilación. El camión tardó ocho horas en llegar a La Habana, mientras los hombres imploraban piedad. Unas semanas después de la invasión, mi madre estaba en la consulta de un médico en Miami por dolores de cabeza crónicos, probablemente causados por el estrés. Tomó una revista Life con un reportaje fotográfico de la invasión. Allí vio una foto que, según ella, era de mi padre, aparentemente muerto. Cuando mi tío fue liberado de la prisión, confirmó que había atado la placa de identificación de mi padre a sus pantalones, ya que se había desprendido por las balas, como se ve en la foto. Supe de la existencia de esta fotografía a los diecisiete años. Mi madre se negó a mostármela. Ni siquiera la guardaba en casa. Fui a la biblioteca de la universidad local y la encontré, pero no se lo dije. Años después, en 1981, recibí información de un hombre muy insistente que vivía en Las Vegas, quien me dijo que mi padre y su primo estaban vivos en una prisión en Cuba. Describió los ojos verdes intensos de mi padre, sabía que era de Camagüey y habló de él y de sus dos hermanos por sus nombres. Esta noticia me impactó profundamente y traté desesperadamente de confirmarla. Para no someter a mi madre a una agitación emocional, llamé a mis tíos para pedirles ayuda. Tras una investigación, descubrieron que el hombre era un presunto espía de Castro que vivía en Estados Unidos. Supusimos que solo quería aprovecharse de quien pudiera, probablemente siguiendo órdenes. Mi madre no supo de este incidente hasta años después, pero esta cruel broma no pudo haber llegado en peor momento. Unos meses antes, mi familia había sufrido una pérdida devastadora: mi querido hermano, Armando Cañizares III, había muerto en un accidente de tráfico a manos de un conductor ebrio. Mi hermano tenía diecinueve años cuando nos lo arrebataron. Mi dolor fue profundo en muchos sentidos, pero una de las cosas que más me duele es saber que él necesitaba un padre más que yo, y yo lo necesitaba mucho. La pérdida de mi padre también marcó para siempre a sus padres y hermanos. Ni siquiera puedo hablar de lo que le hizo a mi madre, es demasiado doloroso. La familia extendida y muchos amigos también lloraron su pérdida. He visto repetidamente cómo el efecto de estas pérdidas es como una piedra en el agua, reverberando en círculos concéntricos, causando dolor a muchas personas, en diferentes niveles de intensidad según su cercanía con la persona fallecida. Este tema está presente en mi trabajo en el Archivo de Cuba con los familiares de quienes han fallecido. Si bien quienes pierden la vida pagan el precio más alto, hay muchas más víctimas a diversos niveles. Mis abuelos paternos lograron salir de Cuba y llegaron a Estados Unidos en 1965. El destino de su país estaba sellado: un sistema sostenido por el odio y la mano dura parecía irreversible. Habían sufrido la pérdida de su hijo, la separación de todos sus hijos y nietos, y el fracaso de los intentos de liberar a Cuba en la Bahía de Cochinos y durante la rebelión del Escambray. Sus tierras fueron confiscadas por el Estado comunista. Sin otro lugar adonde ir, tuvieron que quedarse en su casa, en lo que antes era su rancho, soportando humillaciones diarias y viendo cómo ineptos funcionarios destruían el fruto de su trabajo. Recuerdo con claridad la llegada de mis abuelos al aeropuerto de Miami. Tenía seis años. Fue un día muy especial; mi hermano, mis primos y yo estábamos muy emocionados, pues nunca los habíamos visto. ¡Incluso nos faltamos a la escuela! Mi abuela tenía fama de ser muy estricta y de carácter fuerte; el solo hecho de estar cerca de ella me asustaba. Sin embargo, desde el primer momento conectamos. Me decía que verme era como ver a mi padre. Efectivamente, era una mujer muy fuerte, pero siempre se le humedecían los ojos cuando se mencionaba el nombre de mi padre. Sé que mi tío Julio, quien estuvo con mi padre en la Bahía de Cochinos, nunca superó su muerte ni el trauma de su fracaso al intentar liberar a Cuba... aún después de tantos años. Se adoraban y siempre estuvieron juntos. Uno de mis primeros recuerdos es verlo sentado en los escalones de su casa en Miami, con una camisa a cuadros de manga corta, recién liberado de una prisión cubana, observando a su pequeña hija y a mi hermano y a mí mientras jugábamos. Debía tener solo tres años, pero ya comprendía que estaba muy, muy triste. Mi otro tío, Francisco, falleció en 2005. Tras la invasión, arriesgó su vida en numerosas ocasiones como miembro de los equipos de infiltración organizados y financiados por la administración Kennedy para apoyar la resistencia en Cuba. Mi madre siempre guardó con cariño una hermosa concha que él le trajo de uno de esos viajes. Mis cuatro abuelos ya fallecieron y nunca volvieron a ver su tierra natal. Mi abuela materna, que murió en 1998, tenía una personalidad increíblemente alegre. Sufrió muchas penas en silencio, nunca se quejó de nada y fue divertida y llena de humor hasta el último día de sus 91 años. Sin embargo, sus últimas palabras, al morir, fueron un anhelo por su querida Santiago de Cuba, que no había vuelto a ver en 37 años: «Ah, las calles de Santiago...». En su mano, aferrada con fuerza, llevaba una pequeña estatuilla de plata de la Virgen de la Caridad, la patrona de Cuba, una de las pocas cosas que pudo llevar consigo al exilio. Mi tío, el único hermano de mi madre y mi figura paterna...

Mi madre nunca volvió a casarse. Ella y mi padre se habían amado profundamente. Estaba profundamente comprometida con la libertad de Cuba y trabajó incansablemente por los derechos humanos, incluyendo como directora del grupo Madres contra la Represión (M.A.R.) y del Proyecto Sociedad Libre, para el cual ayudó a fundar el Archivo de Cuba. Falleció de cáncer en julio de 2008, tras una larga lucha contra la enfermedad. Su amor por la patria y la libertad, su compromiso con la justicia y la paz mundial, su profunda fe en Dios y su serenidad ante las grandes dificultades y el sufrimiento, me inspiran constantemente. Pero me duele pensar en la profunda tristeza y frustración que sufrió durante gran parte de su vida por la persistencia del régimen totalitario en Cuba y la larga tragedia del pueblo cubano. Todas estas personas buenas, a quienes tanto amé, partieron de este mundo con el corazón apesadumbrado por no ver su amada patria libre ni poder regresar. Su historia refleja la de muchos cubanos que han sufrido profundas tragedias. Y, en muchos sentidos, como solía decir mi madre, hemos sido afortunados, porque pudimos escapar y vivir en libertad; quienes permanecen en la isla lo tienen mucho peor. El dolor compartido pesa más porque esta larga pesadilla no ha terminado. Algún día, creo, Cuba será libre y el pueblo cubano finalmente decidirá su propio destino, en paz y con esperanza en el futuro. Mientras tanto, ese sueño sigue vivo. Es nuestro deber hacerlo realidad.

New Jersey, abril de 2006, actualizado en noviembre de 2009. Maria Werlau es directora ejecutiva y cofundadora de Cuba Archive. Esta es la única foto que tengo con mi padre. Se autoriza la reproducción y redistribución de este material, siempre que se cite la fuente.

Armando Cañizares Gamboa. Muerto  en combate en Bahía de Cochinos el 4-21-1961.jpg



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