1960
Inicia el régimen comunista cubano la primera reconcentración (al estilo Weyler) de 300 familias campesinas de la Sierra del Escambray, acusados de ser simpatizantes de las guerrillas, separando a padres de sus hijos y a las mujeres de los hombres, muchos no volvieron a verse.
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La Prensa de Ecuador denunció que el Embajador de Cuba Mariano Rodríguez Solveira, estaba financiando una campaña de agitación política, aprovechándose de una disputa fronteriza entre Perú y Ecuador, lo que provocó disturbios y manifestaciones a favor de Fidel Castro.
1961
El guerrillero Rogelio Fonseca Fonseca cae en un enfrentamiento con fuerzas del régimen en las cercanías de Corralillo, provincia de Las Villas. Era campesino.
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La guerrilla comandada por el capitán Julio Emilio Carretero Escajadillo ataca el cuartel de milicias de Polo Viejo, cerca de Trinidad, provincia de Las Villas, ocupando el área y llevándose las armas. En el combate las milicias tuvieron cuatro bajas.
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La delegación del Movimiento 30 de Noviembre envía una carta al departamento de policía de Filadelfia solicitando permiso para una protesta ante el consulado mejicano de esa ciudad. La demostración era para protestar por el apoyo del gobierno de Méjico al régimen castrista. Según dijeron todas las delegaciones del movimiento en EU y América Latina también realizarían protestas.
[Fuente: https://www.latinamericanstudies.org/belligerence/FBI-30-Nov-Movement.pdf]
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Hidalberto Sánchez Real es fusilado en el central Adela de Remedios provincia de Las Villas. Estaba alzado en las guerrillas que combatían el régimen.
1962
El opositor Felipe Benítez es asesinado por la Seguridad del Estado en Pinar del Río.
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El preso político Tomás Aquino Sevillano fallece en el Reclusorio Nacional de Isla de Pinos debido a la orden dada por la dirección del penal de retirar los toldos que resguardaban a los presos de las frías temperaturas de esa época del año.
1963
El opositor José Zamora es arrestado en La Habana y posteriormente asesinado en el reparto Fontanar de esa ciudad.
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La muerte de Oriol Acosta
Por Luis G. Infante PP .# 34028
5 de agosto 2013
El día 5 de agosto de 1971, fue un día extremadamente caluroso en la prisión de Las Alambradas de Manacas, provincia de Las Villas. Alrededor de las dos de la tarde, la modorra nos agobiaba a todos y el sudor pegajoso resbalaba por nuestros cuerpos. El único lugar para librarnos de que el sol no nos diera directamente eran las infernales barracas con sus techos de fibrocemento. Algunos cabeceaban mientras intentaban leer algún libro, y otros al fondo o en los costados, se cobijaban bajo un estrecho alero.
De pronto, el pesado silencio que reinaba en el ambiente fue interrumpido por voces y gritos provenientes del frente de las edificaciones, del otro lado de la alambrada que limitaba nuestro perímetro. Era el forcejeo que se producía entre un grupo de presos que eran retornados por la fuerza a esta prisión y la guarnición que los agredía brutalmente.
La tranquilidad y la soñolencia fueron reemplazadas por la solidaridad y los del lado de acá de la trifulca, levantaron sus voces y avanzaron hacia la cerca que impedía el paso. La guarnición fue reforzada de inmediato. La adrenalina se desbordó ante el abuso y la agresión y comenzamos a gritar.
La indignación iba escalando y en este punto, mientras se intensificaba la golpiza y los reclusos se defendían, el director del penal, el teniente Abraham Claro ordenó a sus guardias a disparar contra la población penal en el patio. El fuego de fusil barría el terraplén para evitar que los reclusos llegaran a la cerca y la saltaran. Los prisioneros, todos dispersos en diferentes puntos se tiraron al suelo; algunos buscaron resguardo detrás de una hondonada en el declive del terreno entre las barracas y la cerca del perímetro, otros quedaron expuestos peligrosamente a las balas.
Uno de los nuestros se desplomó, era Oriol Acosta, que con una bala en la cabeza, comenzó a sangrar profusamente con su masa encefálica esparcida a su alrededor. Varios presos se arrastraron intrépidamente bajo la balacera hasta el caído para prestarle algún tipo de auxilio. Era inútil.
Después de 15 minutos de disparos indiscriminados, en la que algunos impactaron la fachada en las que nos encerraban, un preso yacía tendido en tierra, mientras otros heridos tuvieron que ser trasladados y atendidos en centros médicos cercanos fuera de la prisión. Los compañeros por los que se originó la confrontación fueron devueltos a otra prisión.
Fueron momentos de horror como tantos otros, vividos en otras circunstancias similares.
Oriol había salido recientemente de una celda de castigo en la misma prisión de las Alambradas de Manacas y le faltaba menos de diez días para extinguir su sanción y salir en libertad; pero su espíritu de rebeldía, su solidaridad y hermandad, lo hizo tomar parte de la protesta que le costó la vida. Oriol había colaborado con las guerrillas anticomunistas de su zona y era natural del Central Constancia en la provincia de Las Villas.
Para el resto que sobrevivió al tiroteo, la vida en la cárcel fue aún más terrible. Nos embargaba el luto, la rabia y el dolor. La dirección del penal extremó sus crueldades, fuimos puestos en celdas de castigo, se suspendieron todas las visitas de familiares y el correo, no podíamos salir de las barracas; la comida llegó a ser incluso más escasa y el tratamiento médico fue eliminado. La incomunicación fue total.
Ese día 5 de agosto de 1971, la tiranía castrista añadió otra víctima a su larga lista de crímenes.
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