lunes, 1 de febrero de 2010
El Cristo de La Habana
Cubamatinal/ Así como sobre el monte de Concorvado, a la entrada de la bahía de Río de Janeiro, se levanta el Cristo con sus dos brazos protectores que amparan la urbe y sus más de 10 millones de habitantes, sobre la loma de La Cabaña y a las puertas de la bahía habanera se yergue la estatua de Jesús de Nazaret, que extiende su brazo derecho defensor a los más de dos millones de habitantes de la capital cubana.
Por Oscar Mario González
La Habana, 31 de enero /PD/ El brazo izquierdo descansa sobre el pecho y por ser este brazo el del corazón, muchos consideran la pose como presagio de un gran mal, de un inmenso dolor cernido sobre la república. Los que así piensan tienen en cuenta que 15 días después de la inauguración del monumento entraba Fidel Castro a la gran urbe al frente de la caravana triunfal, iniciándose así medio siglo de comunismo a la criolla con todo su rosario de errores y horrores. Mirado el asunto desde tal ángulo, la premonición resultó verdadera.
La estatua de 320 toneladas de peso está compuesta por 67 piezas y descansa sobre una base cuadrada de tres metros. La altura de 51 metros sobre el nivel del mar permite observarla desde cualquier punto de la ciudad; la obra, por su parte, conserva los ojos vacíos para dar la impresión de que mira hacia todos desde cualquier punto que se le observe.
Casi nacida y totalmente criada en la etapa revolucionaria, sufrió la misma animosidad que todo lo relacionado con la religión. Durante las tres primeras décadas del actual proceso político, fue silenciada y hasta se trató de ocultar su presencia mediante la indiferencia, el descuido y la dejadez. Arbustos y malezas cubrían el entorno y a falta de pararrayos, varias descargas eléctricas alcanzaron el mármol de su imagen durante los años 1961, 1962 y 1986. Cierta tolerancia religiosa iniciada a finales de los años 1990 así como el impulso turístico de cara al Periodo Especial aconsejaron su restauración y promoción como monumento objeto de interés para el visitante foráneo.
Hoy la imagen se le muestra al turista y hasta se organizan excursiones a su alrededor; pocos recuerdan que durante tres décadas estuvo condenada al ostracismo y sumida en el olvido. Su asentamiento, ubicado en los predios de una ex fortaleza militar, la ausencia de turistas , la ojeriza hacia todo lo que oliera a religión, y la leyenda negra que sobre esta estatua se cierne, propiciaron su exclusión.
No pocos afirman que la obra, develada el 25 de Diciembre de 1958 por el entonces Cardenal Arteaga, fue mandada a construir por la señora Marta Fernández de Batista en agradecimiento al Dios encarnado luego de haber librado a su esposo de una muerte segura la tarde del 13 de Marzo de 1957 durante el asalto a la entonces sede presidencial cubana.
Esta versión es rechazada por otros, mayormente partidarios del gobierno comunista, quienes alegan que la autora de la escultura, la artista cubana ya fallecida Gilma Madera, ganó el concurso para la construcción de la obra en 1956 mucho antes del ataque al Palacio Presidencial.
A una conclusión podemos arribar cuando nos acercamos a tan controvertida obra: la estatua del Cristo de la Habana está viva de milagro. Las descargas eléctricas que han hecho blanco en su rostro, el abandono sufrido, la indiferencia y la tirria de que ha sido objeto por parte de los comunistas, constituyen razones suficientes para que de su imagen marmórea no quedara ni una partícula. Para regocijo, orgullo y satisfacción de todos los cubanos, quiso Dios, el destino o la casualidad, según se estime, que perdurase y que sobre el cuadrilátero de sus cimientos hoy acudan los niños así como los jóvenes enamorados para que el Padre Celestial les bendiga la unión.
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