lunes, 1 de febrero de 2010

Pensar en el futuro




Cubamatinal/ Después de vivir varios años en España, Carmen regresó a Cuba, donde nació. Vino a ver a los familiares y amigos que dejó y visitar la tumba de su madre, quien era muy anciana cuando le dio el abrazo de despedida.

Por Amarilis C. Rey

La Habana, 30 de enero /PD/ “Me parece un sueño estar de nuevo aquí”, dice mientras aprieta muy fuerte a una de sus mejores amigas, y agrega, como si quisiera encontrar una respuesta: “¿Hasta cuando va a ser esto? Cuba no tiene nada que ver con el mundo. Aquí todo está peor.”

A pesar de llevar tiempo de vivir afuera, Carmen aún habla muy bajo, como cuando protestaba al llegar el apagón, se rompía el motor del pozo del pueblo donde vivía y pasaba muchos días sin agua o la leche de sus hijas la vendían con retraso. En aquel momento, sentía miedo de clasificar como desafecta al gobierno. Hoy tiene miedo que “alguien” la escuche y le fastidien la entrada a su país.

“Yo me fui por mis hijas – comenta- pensando en el futuro, para que ellas no tengan que vivir en una doble moral, y fingir estar con el sistema para poder estudiar o trabajar y también para que vivan en libertad y no tengan que esconderse para decir lo que piensan. Pero aquello no es para nosotras”, exclama y mira a sus amigas: “La juventud la pasa mejor, pero uno extraña mucho.”

Durante decenios los cubanos han pagado un precio muy alto por escapar del medio que los rodea. Al principio el gobierno, que lleva 51 años en el poder, los tildaba de apátridas y contrarrevolucionarios. Hoy alega que son personas que emigran por motivos económicos.

“Yo logré sacar a mis hijas, que hoy son dos mujeres, pero nunca me voy a perdonar no haber estado al lado de mi madre en sus últimos momentos,” exclamó Carmen con una tristeza que no admite resignación.

A Ecuador, región centroamericana, van también hoy muchos cubanos. Reúnen a como dé lugar el costo del viaje, e invocan a la suerte a ver si alguna nativa los favorece con un matrimonio y así obtener la residencia y entonces poder entrar y salir libremente de su país de origen.

“Claro que también buscamos empleos y formas de sobrevivir pero lo fundamental es quitarnos esta desgracia y salir del país”, Afirmó Juan, un joven de 22 años, unas horas entes de tomar el avión hacia Quito. “Me voy con mucho temor y preocupación. Dejo a mi esposa ingresada con ocho meses de gestación y con amenaza de parto. Es nuestro primer hijo,” acotó el joven.

Para la esposa, una joven de 17 años, tampoco será muy fácil una despedida en estas circunstancias. Pero ambos acordaron que debían sacrificarse y pensar en sus vidas.

No faltaron lágrimas de todos los que rodearon a la pareja en su despedida.

Al siguiente día, los galenos decidieron inducir el parto a la joven debido a una gran pérdida de líquido y temor a una infección. Una operación fue el final de esta historia. Ahora el bebé lucha por su vida en una incubadora. Y su padre, a muchos kilómetros de distancia, también trata de luchar para mejorar su futuro.

En Cuba, cualquier sacrificio se hace nimio cuando se trata de emigrar. No importa para dónde ni cómo. Es, como muchos lo ven, la única posibilidad de sentirse realizados como seres humanos.

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