domingo, 28 de febrero de 2010

La ceguera del cobarde

“Sea varón y quédese ahí, porque a veces insulta a la distancia y cuando estamos cara a cara no hablamos”, le dijo el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, a Esteban en la Cumbre del Grupo de Río en México, y éste contestó: “Vete al carajo”. El incidente nos revela que, Esteban, como buen cobarde, ante una débil amenaza es capaz de cualquier vileza; aunque también nos muestra la sicología de un tirano.

opinan los foristas

Para precisar sobre la sicología del tirano ayuda mucho la reflexión que hace Sófocles en “Edipo Rey”. Esta obra nos brinda un enigma: la causa de la peste que asolaba a Tebas. La peste no eran ratas o piojos o culebras venenosas. La peste, en realidad, eran la tiranía y sus manejos. Edipo es un tirano que reúne en su personalidad y conducta todas las lacras: desconoce la jerarquía y dignidad del prójimo debido a su narcisismo; tiene tanto odio que enajena antiguos vínculos y hasta lazos de sangre; no ama ni le alcanza lo mucho que ya tiene; lo asaltan accesos de furia; grita fuerte e insulta, es grosero; tiene una incesante paranoia, que no le da reposo; es incapaz de escuchar los buenos consejos cuando se oponen a sus deseos o puntos de vista y considera enemigos detestables a quienes los formulan; no soporta ninguna derrota; no admite errores; es impotente para comprender al otro que, si no se doblega, lo acusa de enemigo; le hierve el anhelo de venganza contra quienes considera un obstáculo para sus ambiciones, aunque antes lo hayan servido como súbditos obedientes.

“Edipo Rey” también revela que una tiranía puede instalarse por decisión popular. Edipo es elegido por los ciudadanos de Tebas; aunque eso no garantiza que una vez en el trono, mantenga la ley y merezca ser alabado como demócrata. Además, todo tirano adopta medidas despóticas: castigar, destituir, descalificar, perseguir, desterrar y hasta matar. El tirano es rencoroso; prefiere permanecer ensimismado, encerrado, sólo accesible a los aduladores, para sostener su mundo ilusorio, autista; ignora la piedad y el perdón, que considera signos de peligrosa debilidad o derrota; jamás se pone en el lugar del prójimo, al que, en general, desprecia cuando no le sirve; cree que todo le pertenece, es por eso que se dedica a confiscar los bienes ajenos; no lo frena el pudor al mentir, en especial cuando asegura que ayuda a los pobres; pero los pobres siguen siendo pobres, para constituir su ejército ciego, ignorante, que lo apoya para continuar atornillado en el poder; dice gobernar para todos, pero es mentira, porque excluye sin clemencia a quienes no bajan la cabeza ante él ni doblan las rodillas; le fallan las percepciones debido a la omnipotencia de su mente inmadura; su soberbia requiere una reiterada convalidación de los aduladores, que deben servirle halagos todos los días; es un negador tenaz de la realidad, a la que le impide que llegue a su retina. Por eso, Edipo termina arrancándose los ojos, pues se negaron a ver.

Cuando ya había perdido su cetro, y, pese a semejante debacle quería seguir mandando, su sucesor, el tirano Creonte, le reprochó: “No quieras mandar en todo, Edipo, cuando incluso aquello en que triunfaste no te ha dado provecho en la vida”. Es, sin dudas, ¡la ceguera del cobarde!

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