Latinoamérica/ Argentina, Reino Unido y la guerra que no vendrá
Cubamatinal/ El capitán de la nave ordenó al vigía, sentado con las piernas entrecruzadas alrededor del palo mayor, que observara con atención los promontorios que se levantaban al noroeste, una mañana de 1520. Esteban Gómez, preocupado por escapar de la extenuante expedición de Fernando de Magallanes, prefirió dejar a las islas sin nombre. Delegó ese trabajo al británico Jonh Strong, quien nombró Falkland al estrecho que las separa en 1690. En 1764, unos franceses que pasaron por allí les llamaron Maluinas o Malvinas.
Por Julio Antonio Aleaga Pesant
La Habana, 25 de febrero /PD/ Lograda la independencia en 1816, los argentinos, ocupados en peleas internas por las Provincias Unidas del Rio de la Plata, no prestaron atención a las islas hasta 1820 en que proclamaron su jurisdicción. Hasta ese momento estuvieron bajo “soberanía española” y sin colonización. Beneficiándose de la conflictiva situación sudamericana, en 1833 desembarcaron los súbditos de Albión, plantaron bandera y establecieron Port Stanley. Dos años después, con el gobierno de Rosas, los argentinos formaron un Estado centralizado moderno, aunque no el fin de sus guerras intestinas.
Durante 100 años, a los políticos bonaerenses les importó poco la presencia británica sobre las islas Falkland. Pero en 1960, a raíz del proceso de descolonización mundial y de las cada vez mayores pretensiones imperiales en el Cono Sur, Argentina retomó el tema de las islas. Desde entonces ha sido desagüe de crisis internas y refugio de las bajas pasiones chauvinistas.
Tomar soberanía sobre las islas Falkland fue la salida del dictador General Leopoldo Galtieri al conflicto de gobernabilidad y credibilidad del gobierno militar. El 31 de marzo de 1982 lanzó una invasión con 15 000 tropas mal armadas y peor adiestradas. Durante las diez semanas de la ocupación, su popularidad se elevó a límites previstos, hasta que el 14 de junio se rindieron más de 14 mil hombres a unas tropas británicas inferiores en número y que habían cruzado el atlántico de norte a sur. La derrota militar de la dictadura argentina, devolvió la democracia al país.
Las tiranías de Cuba y Argentina mantenían desde 1976 un alto nivel de comunicación diplomática, expresada en la colaboración para evitar ser sancionadas ambas en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por violaciones a las libertades individuales y políticas. Brindar apoyo diplomático al uso de la fuerza para resolver un contencioso internacional, con la justificación del latinoamericanismo, no fue problema moral para el gobierno de Fidel Castro. El respaldo a la invasión fue diplomático, pero en círculos militares cubanos se manejó la posibilidad de enviar instructores, tropas y armamento.
Ahora, con un decreto firmado por la Presidente argentina, Cristina Kichtner sobre el paso de buques hacia esas islas desde el continente, las aguas del Atlántico Sur vuelven a enturbiarse. Los analistas señalan la posibilidad de que la medida sea una repuesta a la severa crisis de credibilidad y gobernabilidad interna que enfrenta la presidencia en Buenos Aires.
Los británicos, vencedores de la Guerra de las Falkland hace 28 años, se las toman con calma. No obstante enviaron tres navíos de la armada a la zona, mientras dejan en manos de la cancillería (Foreing Office) las respuestas al caso.
Sea cual sea el final de la crisis, los demócratas cubanos reciben otra señal de las inconveniencias del latinoamericanismo en política exterior. La dictadura se mantendrá en silencio y apartada del contencioso, preocupada en sus problemas internos, en salvar a Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela o en las negociaciones que mantiene en estos días con españoles y norteamericanos.
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