PUBLICADO PARA HOY 17 DE JULIO
Por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana,(PD) Se comenta, que los prometidos cambios estructurales y de concepto, cobrarían mayor visibilidad a partir del último cuatrimestre del año en curso.
Es posible que haya algo de verdad en esos rumores. La realidad empuja a la puesta en práctica de medidas urgentes, si se quiere evitar un escenario donde los, desde hace mucho tiempo irrefrenables niveles de anarquía, entre otros problemáticos asuntos, igualmente crónicos e intensos, vayan más allá de lo permisible y terminen en un caos incontrolable.
Los signos de descomposición tanto del tejido económico como social, se manifiestan cada día con mayor fuerza.
Aunque los jerarcas del régimen quieran retrasar el reloj de la historia, o ajustarlo a su tiempo e intereses, es muy difícil que puedan lograr el éxito en su totalidad.
Lógica y coyunturalmente, es impensable que un sistema de tales características pueda prevalecer, a mediano o largo plazo, sin adoptar una serie de cambios profundos en todas las áreas posibles, con especial atención en la economía.
El miedo a encaminarse por la senda de la apertura, es de cierta manera una reacción natural de una élite de poder que se ha vivido atrincherada en el inmovilismo.
La descentralización económica, incluso aplicada en su mínima expresión, podría generar una dinámica de cambios que darían al traste con una buena parte de los principales argumentos que sustentan el sistema de partido único y la validación del estado como instrumento para satisfacer los propósitos de una dictadura.
Según parece, en aras de salir del estancamiento y conservar la mayor cuota de poder, el gobierno intentará la implantación de un modelo con ciertas similitudes al vietnamita.
Algo así como el aumento de las licencias para los inversionistas extranjeros, permitirle a los nacionales el disfrute de ciertas libertades económicas y el discreto aumento de la tolerancia en materia de derechos civiles prescindiendo de una cobertura legal con el fin de no perder la oportunidad de actuar con la mayor libertad, de acuerdo a las circunstancias.
Los más avezados analistas dentro de la cúpula de poder, están conscientes de que más vale apostar por un pragmatismo light que continuar sobre los endebles fundamentos de una ideología en extremo conservadora y muy cercana al naufragio.
De cualquier forma, dado el cúmulo de problemas internos y frente a un convulso escenario internacional, los riesgos de inestabilidad a la hora de desmontar algunas de las piezas más obsoletas del sistema, estarán presentes.
No es iluso, creer en nuevos movimientos en el camino de las reformas. Lo complicado, es adivinar la magnitud de estos y su ritmo.
La élite quiere conservar sus abundantes prerrogativas por un lado y por otro no sabe cómo afrontar los desafíos hoy multiplicados por su arrogancia y su torpeza.
La revolución socialista fue un fiasco. Las pruebas van saliendo poco a poco. Cuba quedará como un experimento fallido en el que se invirtió más de medio de siglo.
Un país ineficiente, descapitalizado, con cientos de miles de burócratas viviendo del cuento y millones de trabajadores dedicados al robo como medio de subsistencia.
Ojalá y se pueda desactivar a tiempo la bomba social. Habrá que trabajar con la precisión de un relojero y sin tanta morosidad. Un estallido sería algo catastrófico, devastador, infortunado.
Pensemos que no todo está perdido. Quizás, entre las voluminosas decepciones quede algún retazo de esperanza.
oliverajorge75@yahoo.com
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