martes, 20 de julio de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 21 DE JULIO


En el Carnaval de Santiago de Cuba


• Santos católicos que celebran su día el 21 de julio:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Daniel, prof. y Claudio, mártir y Santa Práxedes, virgen

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santa Práxedes, virgen y Santos Daniel, pf. y Claudio, mártir



• Natalicios cubanos:

Azcárate, Nicolás: -Nació en La Habana el 21 de julio de 1828. En 1854 se recibió de abogado en Madrid. Fue redactor de la “Revista de Jurisprudencia” (1856), colaboró en la “Revista del Pueblo” (1865). Fue electo para la Junta de Información por Güines, trasladándose a Madrid y estableciéndose en esta capital terminado el cometido asignado a su representación. Y allí fundó “La Voz del Siglo” y dirigió “La Constitución”. Regresó a La Habana en 1875, de donde tuvo que emigrar no obstante su reformismo y su espíritu conciliatorio expulsado por Valmaseda. En México, a donde fue, redactó el “Eco de Ambos Mundos”. Fue un decidido protector de las letras. Todos los jueves se reunían en su morada los ingenios más notables del país. En “Noches literarias” publicó los trabajos de sus contertulios. Nicolás Azcárate fue un gran señor y lo que es peor, un señor "demócrata". Cargado de talentos, dispuesto a hacer la felicidad del país... pero tenía que ser desde un salón elegante, con frase galana, con moderación, sin violencias, paternalmente... Fue siempre un "buen autonomista español"... ¿Era posible en aquella hora de Cuba? Cuando uno mide y compara a los hombres de Cuba, a los grandes hombres "conservadores" de Cuba, empieza a ver claro en el temple de José Martí y en su espíritu revolucionario y en su estadismo.

Cartas de José Martí a Nicolás Azcárate.



Luaces, Joaquín Lorenzo: -Nació en La Habana el 21 de julio de 1826, donde falleció el 7 de noviembre de 1867. Uno de los mejores poetas cubanos de todos los tiempos.



Molina, Luisa: -Nació en una finca cerca del río Canímar, en la provincia de Matanzas, el 21 de julio de 1821 y falleció en Sabanilla del Encomendador (Juan Gualberto Gómez) el 20 de abril de 1887. De familia pobre, de labradores, tuvo por única instrucción la de las primeras letras que le enseñó su madre y por toda cultura superior la que le proporcionaron algunos libros de versos de autores españoles y composiciones de Heredia, Plácido y la Avellaneda. En pleno campo nació y floreció su poesía espontánea, fluida y sensibilísimo sin desmerecer por la forma de otros poetas de más renombre. En “El Artista”, “El Almendares”, “El Yumurí” y “Brisas de Cuba” aparecieron sus composiciones y su nombre llegó a La Habana y también pasó al extranjero, figurando en la antología de Poetisas Americanos, de Cortés (París, 1875).



El 21 de julio en la Historia de Cuba

• 1895 -

- La Opinión Nacional en Uruguay.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 411-412 nos describe los acontecimientos del 21 de Julio de 1895 en la Historia de Cuba:

“Uno de los puntos cardinales del pensamiento político de Martí en relación con la independencia de Cuba fue la América latina. El forjador de la unidad de los revolucionarios de la Isla trabajó por la solidaridad de las Antillas. Pero aspiró a más: aspiró a que la causa de su patria sirviese de motivo para hacer una demostración de cooperación hemisférica. De esta esperaba Martí resultados felices para Cuba.

“Los dirigentes del movimiento separatista de Cuba mantenían fijas sus miradas en las naciones latinoamericanas con el propósito de percibir el efecto que en ellas producía la guerra iniciada en la Isla el 24 de febrero de 1895. Lo que en cualquiera de las repúblicas del Continente situadas al Sur del Río Grande se pensase e intentara respecto de esta Antilla tenía importancia especial para los que batallaban por su emancipación. Desgraciadamente, la América latina no se mostraba entusiasmada con la nueva lucha bélica desarrollada en Cuba. España había recobrado demasiados afectos y consideraciones entre los rectores de sus antiguas colonias, y éstos cuidaban de no enfriar sus relaciones con la potencia europea que había dejado de ser la metrópoli de la mayor parte de los países del Nuevo Mundo.

“En la República Oriental del Uruguay existían antecedentes favorables a la causa cubana. Estos precedentes debían de influir en la actitud del gobierno y del pueblo de la noble nación del Sur. Sin embargo, a mediados de 1895 la opinión oficial no concordaba allí con la popular acerca de la grave cuestión antillana. La opinión oficial se inclinaba a observar una conducta que no dañase las relaciones comerciales con España„ muy importantes por el mercado cabalmente de la Isla, donde se consumía mucho tasajo uruguayo. La opinión popular era afecta a la independencia de la tierra que de nuevo padecía y sangraba. Un cubano residente en Montevideo, Ramón Valdés García, informó en 21 de julio de 1895 a sus compatriotas situados en Nueva York:

“"La opinión nacional es aquí decididamente adepta a la causa de Cuba, y creo que podrían obtenerse no sólo manifestaciones de adhesión, sino también algunos recursos pecuniarios, siempre que al hacerlo se procediera autorizados por ese comité."

“El cubano que así habló desde Montevideo a los revolucionarios organizados en Nueva York añadió que era difícil lograr una actitud del gobierno del Uruguay acorde con la de su pueblo, evidentemente favorable a la causa de la Isla. El Uruguay oficial no quería perder las ventajas de su comercio con España, vinculadas en el mercado de Cuba. En cambio, el Uruguay popular, el Uruguay que sólo consultaba sus sentimientos, se hallaba en disposición de apoyar a Cuba moral y materialmente. De ambas líneas de conducta la segunda era la sincera. La opinión nacional en el Uruguay constituía uno de los sostenes espirituales del derecho que en la lucha contra el poder colonial movía a los cubanos.”




En Patriotas Cubanas
Por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta


Edelmira Guerra Valladares, nació en Colón, provincia de Matanzas; pero al estallar la guerra del 95 pasó a residir a Cienfuegos, a donde llevó todo el ardor acumulado en su patria chica.

Sensiblemente herida por el reciente asesinato de su padre, se propuso hacer cuanto pudiera para vengar el crimen cometido por los Chapelgorris de Guamutas, jauría celebre por sus muchas fechorías con los mambises cubanos.

Para laborar por la causa de Cuba, Edelmira Guerra fundó en Cienfuegos el Club Revolucionario denominado “Esperanza del Valle”, de donde tomó el nombre por el cual era conocida como agente de la Causa de la Libertad.

Cuanto valía y cuanto sirvió “Esperanza del Valle” y su Club, necesitaría un extenso volumen para narrar tan distinguidos servicios.

Las componentes del Club, valientes y arrojadas, incansables en la propaganda y en la acción, llegaron en su osadía a visitar al propio General Valeriano Weyler, cuando este estuvo en Cienfuegos, demandando de él algunos auxilios para los necesitados, recursos que obtuvieron de inmediato y que fueron utilizados en gran parte para remediar las necesidades más perentorias de los patriotas que luchaban en la manigua. Claro está que el objetivo de la petición planteada fue muy distinto del que se le expuso al colérico General Weyler. Muchas damas distinguidas de la Perla del Sur, fueron miembros activos de su Club. Entre ellas figuraron Clemencia Mena, Carlota Hernández Cargó, Anita Fernández y sus hermanas Carmen y María Guerra.

Terminada la guerra, a pesar de su grande y hermoso patriotismo, se vio olvidada de todos y murió, según el decir popular, casi sola, siendo llevada a una fosa común, en medio de la indiferencia general, aquella mujer de carácter dulce, amiga de los desamparados y patriota valerosa que expusiera tantas veces su vida por la libertad de Cuba.




En Próceres
Por: Néstor Carbonel


Tomás Estrada Palma
“Nació el 9 de julio de 1835.”
“Murió el 4 de noviembre de 1908.”


“No hay hombres enteramente grandes. Mejor dicho, no hay hombres grandes para éstos y para aquéllos, para los de opuestas simpatías y pasiones rivales. El basamento donde se levanta hasta ahora la figura de Tomás Estrada Palma, está formado de ternuras y de cóleras, de aplausos y de denuestos. La historia, mañana, pesando sus virtudes y sus errores, acaso logre colocarlo sobre justo pedestal. ¿Dónde nació? Donde otros grandes: en la vieja ciudad gloriosa, en la legendaria Bayamo. Siendo muy niño todavía, su padre rindióse a la muerte, por lo que quedó al cuidado único de la buena madre -paloma en el hogar y heroína en la guerra. Con algunos conocimientos ya -conocimientos primarios-, abandona el calor del hogar para venir a la Habana, ansioso de aprender, de nutrirse de enseñanzas. En la Habana, y después de permanecer algún tiempo en colegios elementales, pasa a la Universidad a cursar la carrera de leyes. Adelantado en los estudios del Derecho, marcha a Sevilla, con el fin de terminar en la universidad española la carrera comenzada. Pero no la terminó. Para graduarse estaba cuando, tal vez por contrariedades de su carácter, tal vez convencido de que no tenía vocación para abogado, abandona la tierra sevillana y va a Francia. Pasa allí una temporada, y vuelve luego a Bayamo, donde, apenas sacudido el polvo de los viajes, se pone al frente de sus cuantiosos intereses.

“Dicen los que le conocieron de joven, que a pocos seres en el mundo les ha sido dable saborear, como a él le fue, las dulzuras de la casa. En compañía de la madre, y en una hermosa hacienda de crianza llamada La Punta, situada sobre el Cauto, vivía entonces, sin más ocupación que los libros y el cariño. ¡Ah! y la de comprar -abolicionista como era por principio- todos los esclavos que se le presentaban. ¿Para qué? Para educarlos en la más estricta moral y enseñarles a leer y a escribir. Como es natural, este comportamiento le ganó el respeto y el afecto de aquellos míseros humanos. Como a padre lo veían los pobres negros, que lo llamaban como la madre y cuantos lo querían lo llamaban: Tomasico. Pero como para los amos y señores de la colonia, ser bueno era ser malo, Estrada Palma se hizo sospechoso y fue, desde luego, inscripto en la lista de los desafectos al Gobierno. A pesar de eso, solicitó y obtuvo el nombramiento de Teniente de Partido, -cargo sin retribución- del cuartón El Guano, en que se hallaba enclavada su finca. En el desempeño de tan insignificante puesto, se hizo sentir, ya combatiendo la vagancia, ya amparando de los inicuos planes del Capitán de Partido a numerosos paisanos suyos. Con frecuencia reunía en su casa a los campesinos de la comarca y les hablaba de deberes y derechos. Y cuando estimó que había hecho cuanto le era posible, renunció el referido cargo. Luego fue electo miembro del Municipio de Bayamo, en el cumplimiento de cuyas funciones lo sorprendió el grito lanzado en Yara por Carlos Manuel de Céspedes.

“¿No era conspirador Estrada Palma? ¿No estaba en el secreto de lo que se tramaba? Sí. El pertenecía a la logia masónica y al club de los revolucionarios. Pero era opuesto a todo movimiento armado que no contara con la preparación debida. Por eso la resolución de Céspedes lo sorprendió. Estrada Palma, al igual que otros conjurados, la estimó una grandísima imprudencia, y en vez de apoyarla, se prestó, en compañía de otras distinguidas personalidades, a ir a proponerle a Donato Mármol y a Pedro Figueredo y a otros jefes de la revolución -a nombre del Teniente Gobernador, Udaeta,- que depusieran las armas a cambio del indulto. Y tan de buena fe aceptó esta misión, que, al encontrarse con Pedro Figueredo y verlo resuelto, decidido a acompañar a Céspedes "a la victoria o al cadalso", herido en su amor propio, se dispuso a acompañarlo también. Días después entran en Bayamo, a sangre y fuego, Céspedes y su gente, y Estrada Palma se les suma entusiasta y decidido.

“Fue su primer cargo en el Ejército Libertador el de Secretario del General Donato Mármol. Cuando la Convención de Guáimaro, fue enviado a ella con la representación de uno de los distritos orientales. Luego fue electo Representante a la Cámara. En la residencia de la Cámara, en misiones de legislador, se encontraba cuando supo la noticia de que los españoles habían asaltado e incendiado el rancho, refugio de su madre, y se la habían llevado. Lloroso e iracundo corre al lugar, y comprueba la versión. El corazón se le salta del pecho, el sueño huye de sus ojos; la visión de la madre, blanca en canas, errante por los bosques, lo persigne. De pronto, recibe la nueva grata de que su madre vive y está a salvo. Vuela a su lado, ella le tiende al verlo los brazos, pero al querer él desasirla de su cuerpo, comprueba, espantado, que la anciana valerosa, a quien no habían abandonado las fuerzas para retar a sus secuestradores, le habían faltado ante la honda y tierna emoción de volver a ver a su Tomasico amado, y había dejado de existir al recibir el grato choque.

“Estrada Palma perteneció a la Cámara hasta que, efectuado el funesto movimiento conocido por de Las Lagunas de Varona, se indignó e hizo dimisión de su cargo. Cuando Spotorno escaló la Presidencia lo llamó para encargarle la Secretaría de Relaciones Exteriores. En el desempeño de tan elevado puesto, como en todos los que antes sirvió, mostróse entendido, incansable, honrado. En 1876 es electo Presidente por la Cámara, en sustitución de Spotorno, elección que el pueblo cubano todo pareció sancionar. Jurado el cargo, entra de lleno en el ejercicio de sus funciones: organiza su gabinete; y a poco introduce reformas admirables en el sistema de correos; regulariza la comunicación con el exterior; da vida a los centros secretos de las ciudades y villas y aldeas; investiga y concluye con los cientos de abusos que a la sombra de la bandera de la revolución venían cometiéndose; establece hospitales, crea talleres, labora, en fin, sin descanso por el bien de la República en armas... Vinieron después los días funestos de las discordias, de las rencillas entre los que luchaban por el mismo santo ideal. El localismo mataba la pujanza de la guerra, y con ella la esperanza de redención. La intriga tendía sus redes. Los cubanos, dijérase que no deseaban ser libres.

“Estrada Palma, abismado ante el desastre que se veía venir, echa a andar, seguido de su escolta, del territorio camagüeyano para el territorio oriental. El enemigo lo sigue de cerca. Dos columnas lo acechan. Le hacen fuego. El, con los suyos, que son pocos, les hace resistencia. Le dispersan la gente. Al fin, lo dejan solo: solo con su secretario José Nicolás Hernández, huyendo, perdido por entre maniguales durante varios días, hasta que la traición o la fatalidad lo hace caer prisionero de una guerrilla de desalmados cubanos. Atado como un malhechor es conducido ante el coronel Agustín Mozoviejo, perteneciente al Distrito de Holguín. Interrogado por éste acerca de su nombre y el destino que ejercía dentro de la revolución, contesta: -Tomás Estrada Palma, y ejerzo el destino de Presidente de la República. Al escuchar esta respuesta el coronel español, se desata en insultos. Como éstos, fueron muchos los vejámenes que recibió antes de llegar a Holguín, donde fue tratado decentemente. Conducido más tarde, por orden del general Martínez Campos, a la Habana, fue inmediatamente encerrado en la fortaleza de la Cabaña. Ya aquí, le colmaron de atenciones. Le ofrecieron ropa, cosa que él rehusó aceptar, tal vez esperando, como era natural, que algún cubano fuera a visitarlo y a ofrecerle lo que él no quería recibir de manos del enemigo. Pero fue en vano que esperara: ese cubano piadoso no llegó.

“Conducido a España, en calidad de prisionero, allí estuvo hasta que, firmada la paz del Zanjón, recuperó la libertad. De los presidios de España fue a Francia, donde permaneció corto tiempo. De Francia pasó a los Estados Unidos. Vencida la revolución, se dirige, decepcionado y triste, a Centro América. En compañía de otros cubanos, atraviesa las repúblicas de Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica, plantando al fin su tienda de peregrino en Honduras. Relacionado allí con el general Santos Guardiola, en ese tiempo Presidente de Honduras, es designado para ocupar la Dirección de Comunicaciones. Fue allí que contrajo matrimonio con una hija del presidente. Luego vino la muerte violenta de éste, y una gran agitación en el país. Con tal motivo se trasladó de nuevo a los Estados Unidos, fijando su residencia en un pueblo limpio y rodeado de montes del Condado de Orange, en Central Valley, lugar inolvidable para los cubanos.

“En Central Valley estableció un notable colegio, donde el hijo de nuestra América podía instruirse en los métodos modernos del poderoso país americano, sin renegar por eso de su tierra de arroyos serpenteantes, ríos caudalosos y cielo azul y alto. Fama bien ganada alcanzó Estrada Palma como educador. Allí, preparando los niños para que fuesen hombres útiles, moldeando almas y mentes, allí fue a sorprenderlo, a sacudirle el corazón la noticia de que José Martí, después de un viaje rápido por las emigraciones de Tampa y Cayo Hueso, había fundado el Partido Revolucionario y comenzaba a organizar la guerra nueva, pujante y definitiva, para conquistar y establecer la República. Tomás Estrada Palma, desde entonces, comenzó a laborar de nuevo por la redención de su país, al lado del genio inmarcesible desplomado en Dos Ríos. Y cuando aquél cae, acribillado por las balas, él lo sustituye como Delegado del Partido Revolucionario, puesto en que se mantiene hasta la terminación de la contienda.

“Firmada la paz, vuelve a su retiro de Central Valley, sitio adonde numerosos elementos políticos le dirigen una carta ofreciéndole la Presidencia de la próxima República. Después de cambiar impresiones, acepta su postulación, y es elegido Presidente. Y el 20 de mayo de 1902, toma posesión del alto cargo. Aunque tropezando aquí y cayendo en errores allá, gobierna tres años sin dejarse llevar de la venenosa influencia de los partidos políticos militantes. Mas luego, arrastrado por segundones aduladores, se afilia al Partido Moderado y acepta ir a la reelección. Entonces, a la sombra de su gobierno, se atropellaron derechos y se hizo befa de la justicia. Las elecciones verificadas en 1905 fueron una burla sangrienta al sufragio, primera conquista de la revolución libertadora. Reelecto en esas elecciones oscuras, poco más de un año le fue dable continuar en el poder. Una revolución poderosa lo amenazaba con derrocarlo violentamente. Frente a la probabilidad de que esto fuera un hecho, prefirió, antes que pactar con los revolucionarios, llamar al extranjero y dejarlo de nuevo dueño de la patria.

“Con la cabeza tenazmente en alto, como encarando al mundo, dos años después, murió en la capital de Oriente, reverenciado por sus fieles. Hoy sus restos reposan en el cementerio de Santiago de Cuba, entre silenciosos amigos y enemigos...”

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