viernes, 1 de octubre de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 2 DE OCTUBRE


Cámara antigua frente al Capitolio Nacional


• Santos católicos que celebran su día el 2 de octubre:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Los Santos Angeles Custodios, Santos Leodegario y Gerino, mártires

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Los Santos Angeles Custodios, Santos Leodegario y Cerino



• Natalicios cubanos:

Cowley Albirle, Angel José: -Nació en La Habana el 2 de octubre de 1797 y falleció el 5 de igual mes del año 1859. Huérfano desde su más tierna edad estudió como pobre en la escuela de Belén y aprendió latín, filosofía y medicina. En 1825 se doctoró en esta última carrera, en la cual adquirió renombre y fama. Dice Calcagno que fue en el ramo de la fiebre amarilla lo que Romay en el de la vacuna y Calcagno (padre) en el del cólera. Fue consultor mayor del Hospital de San Juan de Dios, secretario de la Junta Superior de Sanidad, catedrático de Filosofía y miembro de la Sociedad Patriótica. Publicó, entre otros, “Informe sobre Estudios Universitarios”, “Ensayos estadístico-médico”, “Ensayo sobre la fiebre amarilla” (impreso posteriormente en Francia), sobre la cual años más tarde había de pronunciar la palabra definitiva otro cubano eminente: Finlay. Y este humilde hijo del pueblo y de la pobreza, como padre se esmeró en cultivar para la ciencia a su hijo Rafael Angel, doctor en medicina también, el cual colaboró y dirigió revistas médicas donde publicara: “Fastos necrológicos de médicos”, “Breves noticias sobre la enseñanza de la medicina en la Universidad de la Habana”, etc. Editó con su peculio la famosa obra “Los tres primeros historiadores de Cuba”.



El 2 de octubre en la Historia de Cuba

• 1741 -

- Se suprimen los Alcaldes ordinarios de La Habana por los alborotos, escándalos e injusticias que cometían.

• 1695 -

- Gobierno de Diego de Córdova.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 557-558 nos describe los acontecimientos del 2 de octubre de 1695 en la Historia de Cuba:

“Por muchas que fuesen las riquezas ofrecidas por sus colonias a España, nunca saciaron la sed y necesidad de oro de la Corona. El Erario se hallaba generalmente en situación desastrosa. Momentos hubo, aun en el esplendor de la dominación española en el Nuevo Mundo, en que tuvieron los hacendistas de la Corte que aguzar su ingenio en busca de recursos monetarios. A veces surgieron procedimientos insólitos.

“Prueba de ello, y muy elocuente, la tuvo Cuba al venir a gobernarla el general de galeones Diego de Córdova Laso de la Vega, a quien trasmitió el mando el mariscal de campo Severino de Manzaneda en 2 de octubre de 1695. Córdova necesitó, para conseguir el gobierno de la Isla, desembolsar catorce mil pesos o escudos de plata, además de constituir una fianza de dieciséis mil quinientos. Este hecho no podía decir bien de la administración española. Lo que se evidenciaba era grave de toda gravedad, ciertamente. Razón de sobra tuvo quien aseveró que el medio escogido para enjugar los apuros de la Corona descubría la pobreza de su tesoro y de las inteligencias que la guiaban.

“Otra circunstancia notable ofreció la iniciación del gobierno de Diego de Córdova Laso de la Vega. Vino a desempeñar el cargo con la cláusula de cedérselo al general Diego de Viana Hinojosa, gobernador que había sido de la Isla, tan luego como éste saliera absuelto en una causa a que se hallaba sujeto. También denotaba esto la mezquindad de criterio reinante en la Metrópoli. Se colocaba por encima del interés público, que debía estar por sobre todo, el deseo de satisfacer personales ambiciones. Los problemas nacionales quedaban subordinados al resultado de combinaciones de baja laya.

“Córdova, que gobernó hasta septiembre de 1702, fue un gobernante juicioso y previsor. Reorganizó las milicias. Se ocupó en mejorar las defensas de La Habana. Repelió a los corsarios que la amenazaban con frecuencia. Cuanto a la riqueza del país, mucho hizo por fomentarla. Lejos de poner cortapisas a la agricultura, se convirtió en protector decidido de ella. Las vegas de tabaco tomaron incremento inusitado en las cercanías de La Habana. Más de veinte ingenios se levantaron en su tiempo. La ganadería, uno de los principales elementos de vida de Cuba, recibió asimismo impulso considerable. Tuvo, aun siendo presa de la concupiscencia, el raro acierto, como observó un historiador, de adinerarse cuando sus sueldos, derechos y honorarios no pasaban de cinco mil pesos anuales, sin suscitar las acusaciones y los odios que cayeron sobre muchos de sus iguales.”

• 1612 -

- En Cabildo de La Habana celebrado este día se leyó una carta de excomunión dada por el Arzobispo don Alonso Enrique de Toledo, en que mandaba descomulgar a todos los taberneros que vendiesen vinos a negros y a indios.




Tomás Estrada Palma
en Próceres
por Néstor Carbonel

“Nació el 9 de julio de 1835.”
“Murió el 4 de noviembre de 1908.”


“No hay hombres enteramente grandes. Mejor dicho, no hay hombres grandes para éstos y para aquéllos, para los de opuestas simpatías y pasiones rivales. El basamento donde se levanta hasta ahora la figura de Tomás Estrada Palma, está formado de ternuras y de cóleras, de aplausos y de denuestos. La historia, mañana, pesando sus virtudes y sus errores, acaso logre colocarlo sobre justo pedestal. ¿Dónde nació? Donde otros grandes: en la vieja ciudad gloriosa, en la legendaria Bayamo. Siendo muy niño todavía, su padre rindióse a la muerte, por lo que quedó al cuidado único de la buena madre -paloma en el hogar y heroína en la guerra. Con algunos conocimientos ya -conocimientos primarios-, abandona el calor del hogar para venir a la Habana, ansioso de aprender, de nutrirse de enseñanzas. En la Habana, y después de permanecer algún tiempo en colegios elementales, pasa a la Universidad a cursar la carrera de leyes. Adelantado en los estudios del Derecho, marcha a Sevilla, con el fin de terminar en la universidad española la carrera comenzada. Pero no la terminó. Para graduarse estaba cuando, tal vez por contrariedades de su carácter, tal vez convencido de que no tenía vocación para abogado, abandona la tierra sevillana y va a Francia. Pasa allí una temporada, y vuelve luego a Bayamo, donde, apenas sacudido el polvo de los viajes, se pone al frente de sus cuantiosos intereses.

“Dicen los que le conocieron de joven, que a pocos seres en el mundo les ha sido dable saborear, como a él le fue, las dulzuras de la casa. En compañía de la madre, y en una hermosa hacienda de crianza llamada La Punta, situada sobre el Cauto, vivía entonces, sin más ocupación que los libros y el cariño. ¡Ah! y la de comprar -abolicionista como era por principio- todos los esclavos que se le presentaban. ¿Para qué? Para educarlos en la más estricta moral y enseñarles a leer y a escribir. Como es natural, este comportamiento le ganó el respeto y el afecto de aquellos míseros humanos. Como a padre lo veían los pobres negros, que lo llamaban como la madre y cuantos lo querían lo llamaban: Tomasico. Pero como para los amos y señores de la colonia, ser bueno era ser malo, Estrada Palma se hizo sospechoso y fue, desde luego, inscripto en la lista de los desafectos al Gobierno. A pesar de eso, solicitó y obtuvo el nombramiento de Teniente de Partido, -cargo sin retribución- del cuartón El Guano, en que se hallaba enclavada su finca. En el desempeño de tan insignificante puesto, se hizo sentir, ya combatiendo la vagancia, ya amparando de los inicuos planes del Capitán de Partido a numerosos paisanos suyos. Con frecuencia reunía en su casa a los campesinos de la comarca y les hablaba de deberes y derechos. Y cuando estimó que había hecho cuanto le era posible, renunció el referido cargo. Luego fue electo miembro del Municipio de Bayamo, en el cumplimiento de cuyas funciones lo sorprendió el grito lanzado en Yara por Carlos Manuel de Céspedes.

“¿No era conspirador Estrada Palma? ¿No estaba en el secreto de lo que se tramaba? Sí. El pertenecía a la logia masónica y al club de los revolucionarios. Pero era opuesto a todo movimiento armado que no contara con la preparación debida. Por eso la resolución de Céspedes lo sorprendió. Estrada Palma, al igual que otros conjurados, la estimó una grandísima imprudencia, y en vez de apoyarla, se prestó, en compañía de otras distinguidas personalidades, a ir a proponerle a Donato Mármol y a Pedro Figueredo y a otros jefes de la revolución -a nombre del Teniente Gobernador, Udaeta,- que depusieran las armas a cambio del indulto. Y tan de buena fe aceptó esta misión, que, al encontrarse con Pedro Figueredo y verlo resuelto, decidido a acompañar a Céspedes "a la victoria o al cadalso", herido en su amor propio, se dispuso a acompañarlo también. Días después entran en Bayamo, a sangre y fuego, Céspedes y su gente, y Estrada Palma se les suma entusiasta y decidido.

“Fue su primer cargo en el Ejército Libertador el de Secretario del General Donato Mármol. Cuando la Convención de Guáimaro, fue enviado a ella con la representación de uno de los distritos orientales. Luego fue electo Representante a la Cámara. En la residencia de la Cámara, en misiones de legislador, se encontraba cuando supo la noticia de que los españoles habían asaltado e incendiado el rancho, refugio de su madre, y se la habían llevado. Lloroso e iracundo corre al lugar, y comprueba la versión. El corazón se le salta del pecho, el sueño huye de sus ojos; la visión de la madre, blanca en canas, errante por los bosques, lo persigne. De pronto, recibe la nueva grata de que su madre vive y está a salvo. Vuela a su lado, ella le tiende al verlo los brazos, pero al querer él desasirla de su cuerpo, comprueba, espantado, que la anciana valerosa, a quien no habían abandonado las fuerzas para retar a sus secuestradores, le habían faltado ante la honda y tierna emoción de volver a ver a su Tomasico amado, y había dejado de existir al recibir el grato choque.

“Estrada Palma perteneció a la Cámara hasta que, efectuado el funesto movimiento conocido por de Las Lagunas de Varona, se indignó e hizo dimisión de su cargo. Cuando Spotorno escaló la Presidencia lo llamó para encargarle la Secretaría de Relaciones Exteriores. En el desempeño de tan elevado puesto, como en todos los que antes sirvió, mostróse entendido, incansable, honrado. En 1876 es electo Presidente por la Cámara, en sustitución de Spotorno, elección que el pueblo cubano todo pareció sancionar. Jurado el cargo, entra de lleno en el ejercicio de sus funciones: organiza su gabinete; y a poco introduce reformas admirables en el sistema de correos; regulariza la comunicación con el exterior; da vida a los centros secretos de las ciudades y villas y aldeas; investiga y concluye con los cientos de abusos que a la sombra de la bandera de la revolución venían cometiéndose; establece hospitales, crea talleres, labora, en fin, sin descanso por el bien de la República en armas... Vinieron después los días funestos de las discordias, de las rencillas entre los que luchaban por el mismo santo ideal. El localismo mataba la pujanza de la guerra, y con ella la esperanza de redención. La intriga tendía sus redes. Los cubanos, dijérase que no deseaban ser libres.

“Estrada Palma, abismado ante el desastre que se veía venir, echa a andar, seguido de su escolta, del territorio camagüeyano para el territorio oriental. El enemigo lo sigue de cerca. Dos columnas lo acechan. Le hacen fuego. El, con los suyos, que son pocos, les hace resistencia. Le dispersan la gente. Al fin, lo dejan solo: solo con su secretario José Nicolás Hernández, huyendo, perdido por entre maniguales durante varios días, hasta que la traición o la fatalidad lo hace caer prisionero de una guerrilla de desalmados cubanos. Atado como un malhechor es conducido ante el coronel Agustín Mozoviejo, perteneciente al Distrito de Holguín. Interrogado por éste acerca de su nombre y el destino que ejercía dentro de la revolución, contesta: -Tomás Estrada Palma, y ejerzo el destino de Presidente de la República. Al escuchar esta respuesta el coronel español, se desata en insultos. Como éstos, fueron muchos los vejámenes que recibió antes de llegar a Holguín, donde fue tratado decentemente. Conducido más tarde, por orden del general Martínez Campos, a la Habana, fue inmediatamente encerrado en la fortaleza de la Cabaña. Ya aquí, le colmaron de atenciones. Le ofrecieron ropa, cosa que él rehusó aceptar, tal vez esperando, como era natural, que algún cubano fuera a visitarlo y a ofrecerle lo que él no quería recibir de manos del enemigo. Pero fue en vano que esperara: ese cubano piadoso no llegó.

“Conducido a España, en calidad de prisionero, allí estuvo hasta que, firmada la paz del Zanjón, recuperó la libertad. De los presidios de España fue a Francia, donde permaneció corto tiempo. De Francia pasó a los Estados Unidos. Vencida la revolución, se dirige, decepcionado y triste, a Centro América. En compañía de otros cubanos, atraviesa las repúblicas de Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica, plantando al fin su tienda de peregrino en Honduras. Relacionado allí con el general Santos Guardiola, en ese tiempo Presidente de Honduras, es designado para ocupar la Dirección de Comunicaciones. Fue allí que contrajo matrimonio con una hija del presidente. Luego vino la muerte violenta de éste, y una gran agitación en el país. Con tal motivo se trasladó de nuevo a los Estados Unidos, fijando su residencia en un pueblo limpio y rodeado de montes del Condado de Orange, en Central Valley, lugar inolvidable para los cubanos.

“En Central Valley estableció un notable colegio, donde el hijo de nuestra América podía instruirse en los métodos modernos del poderoso país americano, sin renegar por eso de su tierra de arroyos serpenteantes, ríos caudalosos y cielo azul y alto. Fama bien ganada alcanzó Estrada Palma como educador. Allí, preparando los niños para que fuesen hombres útiles, moldeando almas y mentes, allí fue a sorprenderlo, a sacudirle el corazón la noticia de que José Martí, después de un viaje rápido por las emigraciones de Tampa y Cayo Hueso, había fundado el Partido Revolucionario y comenzaba a organizar la guerra nueva, pujante y definitiva, para conquistar y establecer la República. Tomás Estrada Palma, desde entonces, comenzó a laborar de nuevo por la redención de su país, al lado del genio inmarcesible desplomado en Dos Ríos. Y cuando aquél cae, acribillado por las balas, él lo sustituye como Delegado del Partido Revolucionario, puesto en que se mantiene hasta la terminación de la contienda.

“Firmada la paz, vuelve a su retiro de Central Valley, sitio adonde numerosos elementos políticos le dirigen una carta ofreciéndole la Presidencia de la próxima República. Después de cambiar impresiones, acepta su postulación, y es elegido Presidente. Y el 20 de mayo de 1902, toma posesión del alto cargo. Aunque tropezando aquí y cayendo en errores allá, gobierna tres años sin dejarse llevar de la venenosa influencia de los partidos políticos militantes. Mas luego, arrastrado por segundones aduladores, se afilia al Partido Moderado y acepta ir a la reelección. Entonces, a la sombra de su gobierno, se atropellaron derechos y se hizo befa de la justicia. Las elecciones verificadas en 1905 fueron una burla sangrienta al sufragio, primera conquista de la revolución libertadora. Reelecto en esas elecciones oscuras, poco más de un año le fue dable continuar en el poder. Una revolución poderosa lo amenazaba con derrocarlo violentamente. Frente a la probabilidad de que esto fuera un hecho, prefirió, antes que pactar con los revolucionarios, llamar al extranjero y dejarlo de nuevo dueño de la patria.

“Con la cabeza tenazmente en alto, como encarando al mundo, dos años después, murió en la capital de Oriente, reverenciado por sus fieles. Hoy sus restos reposan en el cementerio de Santiago de Cuba, entre silenciosos amigos y enemigos...”



POR: GUIJE CUBA

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