viernes, 17 de diciembre de 2010
LOS GUIJES, UN MITO CUBANO
Por Lucas Garve
Mantilla, La Habana, 18 de diciembre de 2010, (PD) La insularidad cuenta como uno de los factores que incidieron en la formación de los mitos cubanos. Esta circunstancia está presente en la idiosincrasia de los habitantes y estos la reflejaron al crear todo un sistema de mitos.
Hay quien afirma que los mitos es uno de los legados de los primeros pobladores del archipiélago cubano y otros van más allá y los vinculan a las diferentes migraciones que la tierra cubana ha acogido.
Entre estos mitos resalta el mito de los güijes o los jigües. El investigador folklorista cubano Samuel Feijoo recoge la voz en el libro Vocabulario Cubano de Constantino Suárez. En este aparece clasificado como un cubanismo, o sea, una voz de origen cubano. Por su parte Alfredo Zayas, uno de los primeros presidentes cubanos, también lexicógrafo, en su volumen Lexicografía Antillana, identifica la palabra como una voz caribe. Esteban Pichardo Moya reafirma su origen indio, como para añadirle el gusto por un siboneyismo latente en el siglo XIX entre poetas y estudiosos de las raíces en una búsqueda identitaria, influenciados quizás por el romanticismo.
La cuestión es que el mito del güije ha llegado con fuerza hasta nuestros días, pero a diferencia de los primeros folkloristas, ahora lo representan con la figura de un negrito con pelo largo y trenzado. Así se concibió su figura actual realizada por escritores y diseñadores para llevarlo a emisiones infantiles en las pantallas de los televisores.
Un negrito chiquitico con un rabito, dientes chiquito, muy travieso y huidizo es como lo describen hoy. Un informante de 52 años, de origen campesino por la zona del central Australia, en Jagüey Grande, en la cercanía de la Ciénaga de Zapata, cuenta que en los antiguos barracones del central vivía un negro muy viejo por los años 60 del siglo pasado que le llamaban el Diablo. Este hombre tenía un güije amarrado como única compañía. Asegura que mucha gente de los alrededores lo vieron en la barraca donde habitaba el viejo palero.
Los güijes son también nombrados como chichiricú o chicherecú. En el origen del mito se les relaciona con una de las formas asociadas al mito de las sirenas en Cuba. Más lo definitivo es que están asociados a las corrientes de los ríos, a los fondos de las charcas donde también residen las Madres de Agua, otro de los mitos cubanos de origen aborigen.
Luís Bustamante, en su Enciclopedia Popular Cubana, citado también por Feijoo, liga la figura del güije con las sirenas y ejemplifica con una estrofa de Nicolás Manzini:
“Es el güije un anfibio, una sirena / Que se oculta en los campos con esmero/Y solo deja ver su tez morena/ Cuando amenaza un hecho extraordinario/ De presagio funesto al vecindario”.
Otros investigadores ya del siglo XX, como es el caso de Martínez Moles, trinitario de origen, apunta sobre las coincidentes características físicas del güije con las de las sirenas: “Su forma es la de un pez, mejor dicho de un cetáceo, cabeza de negro y cola de pescado”.
Además de traviesos, a los güijes los acusan de ser enamoradizos. Antonio Bachiller y Morales, en 1848, ya habla del personajillo y lo relaciona con una india que vivía en la zona de Bayamo, en la región oriental de la isla. Mujer de belleza simpar, al convertirse al cristianismo se le nombró Ana Luisa y dio su nombre a una laguna de las cercanías de su morada. Los güijes enamorados hicieron de esa laguna su morada preferida porque en sus aguas vivía el espíritu de la india cristianizada.
Así constatamos que el mito del güije es entre los mitos cubanos, el más perdurable en el imaginario popular.
garvecu@yahoo.com
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