Escrito por Gladys Linares
Lawton, La Habana
8 de marzo de 2011,
(PD) Aquella mañana sería difícil para Adelaida: ya no había mensajero en la posta médica. Como parte del plan de "reducción de plantillas infladas", estos fueron de los primeros en ser despedidos en el sector de la salud, así que Adelaida debía buscar personalmente los resultados de sus análisis al policlínico. Ya podía imaginarse el mal rato que pasaría mientras la técnica trataba de encontrar los suyos entre otros mil análisis revueltos, y el calor, la confusión y la aglomeración de pacientes en aquel pasillo oscuro donde tendría que esperar.
Con determinación y mucha paciencia, Adelaida emprendió el camino hacia el policlínico. Al llegar, no la golpeó la habitual impresión de desahucio, como esperaba. En cambio, le pareció que los pisos brillaban más que nunca, y un rincón que ella recordaba oscuro, estaba ahora bien iluminado. Seguramente sería impresión suya, pensó. Pero cuando ya no tuvo dudas de que soñaba, fue al aproximarse al área de espera: una empleada de impecable bata blanca, preguntaba amablemente a los recién llegados cuál era su asunto, y luego les indicaba a dónde dirigirse, y así se mantenían organizadas las colas para el médico de guardia o la enfermería.
Adelaida llegó junto a la ¡¿sonriente?! empleada y le planteó su propósito. Se sorprendió cuando esta le respondió que hoy solamente podrían entregarle los resultados a su enfermera o doctor, pero añadió, en tono conspirativo, que si quería recogerlos personalmente podía regresar al día siguiente.
Aquello le pareció sospechoso, pero por pena no se atrevió a preguntar por qué. Cuando ya se iba, ocurrió algo que la ayudó a aclarar sus dudas: llegó un señor que preguntó por el Director, pues necesitaba su firma en una dieta médica. La empleada, sin perder ni una gota de amabilidad, le explicó: "En este momento no puede ver al Director. Está atendiendo a unos funcionarios del Ministerio de Salud Pública, que vinieron a hacer un "control y ayuda".
gladyslinares42@yahoo.com
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