domingo, 6 de marzo de 2011
¡Zapata siempre!
Escrito por Leonardo Calvo Cárdenas
Boyeros, La Habana
7 de marzo de 2011,
(PD) "Zapata vive en el corazón de todos los cubanos". Esa frase en una voz firme de mujer me hizo darme cuenta que en la cálida mañana del 23 de febrero no estaba solo en los calabozos de la unidad de policía del municipio 10 de Octubre, adonde había sido conducido por los agentes de la policía política castrista que me detuvieron cuando intentaba llegar a la sede del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR), donde los miembros de la institución y otros invitados nos disponíamos a conmemorar con una velada cívico-cultural el primer aniversario del vil asesinato del prisionero político Orlando Zapata Tamayo.
Esa mañana, antes de ser arrestado, varios vecinos y transeúntes ocasionales de la barriada del Vedado me dieron cuenta del intenso operativo armado en los alrededores de la sede del CIR y de las primeras detenciones de varios de nuestros compañeros.
Como hace un año en ocasión de la muerte de Zapata Tamayo, una intensa oleada represiva, matizada por decenas de detenciones a lo largo de todo el país, demuestra el pánico y la intolerancia del régimen de La Habana ante la determinación de los opositores y activistas de derechos humanos de rendir el tributo y el homenaje que merece ese humilde cubano que supo lavar con su sacrificio y su propia vida la ignominia con que la dinastía anti cubana enloda el presente y compromete el futuro de nuestra sufrida nación.
El sacrificio de Zapata Tamayo dejó claro al mundo algo que no era necesario demostrar: hasta qué punto llega la indolencia racista y la vocación criminal de los gobernantes cubanos. La firmeza de un sencillo trabajador negro lo llevó a entregar su vida para reclamar derechos y valores que son elementales e indeclinables para cualquier hombre de bien.
La cobarde inhumanidad de los déspotas los llevó a una vez más menospreciar la entereza de los débiles. Le negaron a Zapata Tamayo el agua por diez y ocho días y quedaron atónitos ante la entereza del héroe para entregar su vida por sus principios. Abusaron y manipularon el dolor de una madre en el momento límite de su sufrimiento. Lanzaron toda su furia fascistoide contra las valerosas familiares de los presos de conciencia. Pero finalmente tuvieron que sucumbir ante la firmeza de los cubanos que se niegan a ponerse de rodillas.
El martirologio de Zapata Tamayo y el ejemplo de las Damas de Blanco generó atención y condena generalizada desde el mundo civilizado y obligó a los gobernantes cubanos a retroceder de alguna manera en su enfermizo ensañamiento contra los presos políticos y sus familiares. La gallardía y los gladiolos de las Damas de Blanco siguieron adornando nuestras calles y las autoridades de La Habana se comprometieron a liberar a todos los presos políticos, aunque esto implicara el destierro de la gran mayoría y la permanencia en prisión de media docena de ellos que se niegan a abandonar el país, casi cuatro meses después de cumplido el plazo previsto.
Los gobernantes cubanos y sus testaferros represivos parecen estar bien conscientes de los índices de rechazo que generan en el pueblo llano que sufre cada día lo caro que nos cuesta a los cubanos mantener en el poder a los que han convertido a nuestra nación en escenario de la mentira, la corrupción, la desesperanza y toda suerte de depauperación material y moral. Las espirales de represión e intolerancia desatadas en los últimos meses no son más que un planificado diseño de terrorismo de Estado para disuadir a los agobiados ciudadanos de convertir su descontento y su extendido rechazo en oposición abierta al régimen.
En el aniversario de la muerte de Zapata Tamayo los luchadores pro democracia de Cuba dejaron a un lado por unos instantes sus diferencias ideológicas y programáticas, incluso las divisiones de criterios e intereses que a veces ocupan demasiado protagonismo en el ámbito de la política alternativa nacional. A lo largo de todo el país nos unimos en un solo haz para demostrar en las calles y en los calabozos que el miedo de los déspotas está justificado porque, para bien del futuro de Cuba, Zapata y su legado no morirán jamás.
elical2004@yahoo.es
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario