lunes, 1 de agosto de 2011

Cubilete


Escrito por Rogelio Fabio Hurtado


Marianao, La Habana


1 de agosto de 2011,


(PD) Cuando Fidel Castro, en marzo de 1968, desencadenó la Ofensiva Revolucionaria desde su tribuna en la escalinata universitaria, no sabía que también estaba sentenciando dos pasatiempos masculinos que probablemente formaron parte de su juventud: el cubilete y el billar.

Hablaré hoy del primero de ellos. Lo mismo en la bodega del asturiano Ángel Custodio que en el cafetín de Don Goyo, a media mañana o ya al atardecer, los hombres se congregaban en torno del cubito de cuero que uno de ellos enarbolaba haciendo trepidar espectacularmente los 5 dados, mientras los demás permanecían expectantes, hasta que el ademán del otro clavaba con un golpe seco el cubilete en el siempre húmedo maderamen del mostrador, entre los vasos mediados de cerveza y el platico con aceitunas que iba por la casa.

Los rivales solían reiterarse, y cada uno contaba con sus adeptos, que secundaban con euforia el tiro del suyo, mientras los del otro, no menos escandalosos arengaban al adversario.

Un partido, por lo general a 10 patas, podía tardar horas, pues entre cubiletazo y cubiletazo, los jugadores aprovechaban para tirarse puyas y otros fogonazos verbales, tan acalorados que por momentos parecía inminente la trifulca, pero se daban otro buche y, un poco más colorados, volvían al ruedo, hasta que el vencedor celebraba con los suyos su victoria, los derrotados pagaban la cuenta y todos quedaban convocados para el día de mañana, cuando volverían a traquetear los dados y a correr saltarines por el mostrador, hasta quedar fijos como Ases, Reyes, Mujeres, Cundangos, Gallegos o Negritos

Los jugadores eran mecánicos, chapisteros, lecheros, jardineros o albañiles. Pura clase obrera, quienes si no eran propietarios de sus medios de producción, sí lo eran de su tiempo libre. Por cierto, no recuerdo haber visto jugar al cubilete en Miami.

rhur46@yahoo.com

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