El repasador, un cuentapropista imprescindible
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -En días pasados recibí la
visita de una vecinita que cursa el segundo grado de la enseñanza primaria. La
niña se hallaba angustiada porque esa tarde su repasador había tenido que
dedicarse a otros menesteres, y por tanto no contaba con nadie que la ayudara a
hacer la tarea, la cual debía presentar al día siguiente en su escuela. Por
suerte, pude ayudar a la niña y la tarea quedó resuelta.
El hecho, sin embargo, dio pie para el advenimiento de una gama de meditaciones, las que, en su mayoría, giraron en torno a la involución que ha sufrido el sistema educacional cubano. Porque, en mi época de estudiante primario— años 60, o sea, ya instalado el actual gobierno—, no hacían falta los repasadores. El horario de clases en la escuela era suficiente para que los maestros transmitieran todos los conocimientos, lo que les permitía a los alumnos resolver las tareas en sus casas sin la participación de nadie más.
Ahora, en cambio, casi ningún muchacho puede hacer las tareas por sí mismo. Necesitan la ayuda de los padres o de un repasador, con el correspondiente desembolso monetario si se acude a este último, como es el caso de mi vecinita. A veces da la impresión de que los maestros están insuficientemente preparados, pero también puede suceder que el desgano con que acometen su tarea, debido a la falta de estímulos, los conduzca a un pobre desempeño en las aulas. Claro, no hay que descartar aquellos casos calificados por las autoridades como “actos de corrupción”, en los cuales el propio maestro “esconde la bola” en la escuela, y después cita a los alumnos, en horario extraescolar y cobrando sus servicios, para explicar cabalmente el contenido de las asignaturas. De una u otra forma, lo cierto es que los crecientes gastos que deben realizar los padres para que sus hijos hagan las tareas, pasen de grado, o simplemente aprendan de verdad, están dando al traste –aun más- con la tan cacareada “gratuidad” de la enseñanza en Cuba.
Hay que admitir que los repasadores— casi todos maestros jubilados o que abandonaron la profesión— no son de nueva aparición en nuestro panorama educativo. Pero antes de la ampliación del trabajo por cuenta propia, la labor de ellos no era reconocida oficialmente, lo que significa que trabajaban “por la izquierda”. Es decir, que no poseían visos de legalidad, aunque todos sabían que existían. Y esa innegable existencia obligó a las autoridades competentes a incluir a los repasadores entre las casi 180 actividades autorizadas a ser ejercidas por cuenta propia. Con ello se acepta explícitamente la necesidad del repasador, y por carambola se toma conciencia de las carencias que afronta la escuela cubana. Aunque, por supuesto, esto último se maneje con la mayor reserva.
Ah, y los repasadores sirven también, y en una proporción que aumenta de año en año, para preparar a los estudiantes del nivel medio que enfrentan los exámenes de ingreso a las universidades. Los repasadores conocen los tipos de ejercicios que tienen más posibilidades de aparecer en esos exámenes, por lo que sus repasos resultan muy eficaces. Si hiciéramos una encuesta entre los estudiantes que han logrado aprobar los referidos exámenes, sería difícil encontrar alguno que no haya recibido los servicios de un repasador.
Así las cosas, nadie duda de que, junto a los elaboradores de alimentos y los taxistas, los repasadores clasifican entre los cuentapropistas más demandados por la población. Porque, qué sería de la enseñanza en Cuba sin la presencia de ellos.
El hecho, sin embargo, dio pie para el advenimiento de una gama de meditaciones, las que, en su mayoría, giraron en torno a la involución que ha sufrido el sistema educacional cubano. Porque, en mi época de estudiante primario— años 60, o sea, ya instalado el actual gobierno—, no hacían falta los repasadores. El horario de clases en la escuela era suficiente para que los maestros transmitieran todos los conocimientos, lo que les permitía a los alumnos resolver las tareas en sus casas sin la participación de nadie más.
Ahora, en cambio, casi ningún muchacho puede hacer las tareas por sí mismo. Necesitan la ayuda de los padres o de un repasador, con el correspondiente desembolso monetario si se acude a este último, como es el caso de mi vecinita. A veces da la impresión de que los maestros están insuficientemente preparados, pero también puede suceder que el desgano con que acometen su tarea, debido a la falta de estímulos, los conduzca a un pobre desempeño en las aulas. Claro, no hay que descartar aquellos casos calificados por las autoridades como “actos de corrupción”, en los cuales el propio maestro “esconde la bola” en la escuela, y después cita a los alumnos, en horario extraescolar y cobrando sus servicios, para explicar cabalmente el contenido de las asignaturas. De una u otra forma, lo cierto es que los crecientes gastos que deben realizar los padres para que sus hijos hagan las tareas, pasen de grado, o simplemente aprendan de verdad, están dando al traste –aun más- con la tan cacareada “gratuidad” de la enseñanza en Cuba.
Hay que admitir que los repasadores— casi todos maestros jubilados o que abandonaron la profesión— no son de nueva aparición en nuestro panorama educativo. Pero antes de la ampliación del trabajo por cuenta propia, la labor de ellos no era reconocida oficialmente, lo que significa que trabajaban “por la izquierda”. Es decir, que no poseían visos de legalidad, aunque todos sabían que existían. Y esa innegable existencia obligó a las autoridades competentes a incluir a los repasadores entre las casi 180 actividades autorizadas a ser ejercidas por cuenta propia. Con ello se acepta explícitamente la necesidad del repasador, y por carambola se toma conciencia de las carencias que afronta la escuela cubana. Aunque, por supuesto, esto último se maneje con la mayor reserva.
Ah, y los repasadores sirven también, y en una proporción que aumenta de año en año, para preparar a los estudiantes del nivel medio que enfrentan los exámenes de ingreso a las universidades. Los repasadores conocen los tipos de ejercicios que tienen más posibilidades de aparecer en esos exámenes, por lo que sus repasos resultan muy eficaces. Si hiciéramos una encuesta entre los estudiantes que han logrado aprobar los referidos exámenes, sería difícil encontrar alguno que no haya recibido los servicios de un repasador.
Así las cosas, nadie duda de que, junto a los elaboradores de alimentos y los taxistas, los repasadores clasifican entre los cuentapropistas más demandados por la población. Porque, qué sería de la enseñanza en Cuba sin la presencia de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario