viernes, 30 de noviembre de 2012

Señales de humo

| Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -En estos días, vísperas del inicio de temporada alta para el turismo, resulta notable el escaso número de visitantes europeos en La Habana. Pero entre los que han venido, también se aprecia a ojos vista la buena impresión que les causa el aumento de pequeños negocios particulares, muy en especial restaurantes y cafeterías. Son las nuevas señales de humo que está lanzando el régimen para despistar a los de afuera, mientras adormece a los ingenuos de adentro.
Nuestros caciques se niegan a reanimar los recursos productivos del país con la única variante que les queda a mano, que es la libertad de empresa. Pero como a la vez están obligados a dar la impresión de que algo se mueve, parecen haber resuelto ensayar con esta especie de vidriera aperturista que son ciertos restaurantes y cafeterías privados de especial relumbre, cuya cifra crece ahora casi a diario, en locales que se ubican en sitios céntricos de la capital, muy bien surtidos e iluminados, con excelente servicio, pero con precios inasequibles para la gente que depende de un empleo y un salario mensuales.
Son establecimientos que sirven, sobre todo, para aligerarles a los turistas el aburrido ambiente nocturno de La Habana, y para crear la falsa imagen de un alza en el poder adquisitivo de los habaneros. Aunque ya sabemos que tanto el dinero con el que se han abierto y se sostienen estos locales, como el que gastan en ellos los consumidores nacionales, procede en lo esencial de la emigración.
Sin embargo, a no pocos visitantes extranjeros les he escuchado por estos días expresiones particularmente elogiosas al respecto, y también comentarios del tipo “al fin Cuba está cambiando”, o “avances como el de la apertura de estos comercios ya no pueden tener vuelta atrás, van directos a la recuperación económica”.
Por otro lado, tampoco entre nosotros faltan los que se entusiasman ante tales reformas timbiricheras, al punto que ya se ven instalados en el capitalismo. Y como soñar no cuesta, supongo que estén soñando con el capitalismo de Alemania o Suiza, no con el de una islita subdesarrollada y, para colmo, con todas sus estructuras hechas trizas, después de medio siglo de dictadura totalitaria.
Según tales entusiastas, para tomar el rumbo correcto y definitivo sólo nos falta que el régimen elimine la doble moneda, algo que –dicen- ocurrirá en el año 2015.
En tanto, la producción agrícola e industrial -verdaderas bases económicas del país-, continúan estancadas. Y no hay que ser economista, sino menos que medianamente racional, para comprender que en Cuba no existen posibilidades de recuperación económica mientras el gobierno no disponga de un capital que no posee, y al que podrá tener acceso únicamente cuando cambie sus estructuras políticas, o sea, cuando esté en condiciones de ofrecer una amplia apertura, con reales garantías, a la inversión extranjera de gran monto.
Ningún otro cambio puede esperarse entonces, por ahora, más allá de pequeñas engañifas y remedios de muy superficial calado en lo económico, destinados a actuar como respuestas aliviadoras para las demandas del pueblo, y al mismo tiempo como pruebas de crédito ante la presión internacional.
La conformidad ante el hecho de que se emprendan aquí cambios mera y superficialmente económicos como maniobras para evitar o demorar los cambios políticos, está haciendo coincidir a los cómplices y a los críticos del sistema, en virtud de un pragmatismo reductor que no refleja menos los deseos de los propios analistas que la actitud que éstos prevén en las reformas del régimen.
Sin embargo, la realidad es testaruda. Y desde su praxis, nos está indicando que no pueden ser realmente significativos los cambios en nuestra vida económica sino provocan o amoldan o arrastran reajustes en los presupuestos políticos.
Quizás el régimen haya llegado tan lejos en el entretejimiento (totalizador, obsesivo, enfermizo) de sus redes de poder, que ya no le resulte factible hacer nada, mucho menos en materia económica, estableciendo límites entre sentido práctico y politización, por muy astutamente que intentase hacerlo. Todo es político para nuestros caciques. Y en política, todo se les reduce al dogma que aconseja la asfixia del individuo como ente independiente, así que peligroso, opuesto a la homogeneización social que sirve de base a su monopolio de la fuerza.
Dado que es así, conviene que tengamos identificados los componentes esperanzadores o consoladores de las tales reformas o transformaciones económicas que, según los ingenuos, son hoy un adelanto de nuestro futuro en libertad.
Porque si se trata del incremento de vidrieras aperturistas como las de marras, o de la fementida desestatización de la agricultura que ahora ensayan, más nos valdría no ilusionarnos en la víspera, pues, con todo y lo que digan, es muy poco probable que estas variantes económicas constituyan prioridad para el régimen, quien las tiene marcadas como amenazas en el plano ideológico. En el mejor de los casos, si se viese obligado a transigir, trataría de seguir contaminándolas con sus condicionantes políticas, hasta un punto en que no resulten efectivas.
En cuanto a la eliminación de la doble moneda, en algún momento el régimen se verá obligado a asumirla, porque no tiene alternativas. Pero lo que sí se aprecia más claro que el día es que hoy está muy lejos de contar con las condiciones mínimas para hacerlo. Así que tendrá que operar del mismo modo irresponsable y chapucero con que creó la doble moneda: violentando la maltrecha economía del país. Lo bueno es que la forma en que lo haga demostrará otra vez que su juego con la doble moneda es mucho más político que económico.
Si, cumpliendo las expectativas de los soñadores, la supuesta unificación monetaria del año 2015 se consiguiese mediante un proceso racional y auténticamente efectivo, tal medida representaría por sí sola la mayor victoria política que puede obtener hoy el régimen, en tanto significa que ha logrado remontar la crisis económica y que está en condiciones de elevar en concreto el valor de la moneda nacional, de implementar ajustes entre los salarios y los precios de productos y servicios y de garantizar normales afluencias en el mercado.
Pero si, en cambio, esta eliminación de la doble moneda responde a manejos superficiales, o a efectos remediadores que no se fundamentan en avances de la economía nacional (estables, sólidos, palpables a simple tiro de ojo en la calle), el régimen estará certificando que no le queda nada por hacer en materia económica ni política, como no sea continuar imponiéndose durante un tiempo más, a la tremenda y con rejuegos de astucia condenados al estercolero.
También les quedaría la disyuntiva de pactar en serio con el capital extranjero, pero eso es algo que muy probablemente no hagan, pues a ellos no les interesa el progreso y el bienestar de los cubanos. Su meta es esperar la muerte viviendo como millonarios a costa de nuestro sacrificio, mientras posan de anticapitalistas.
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