jueves, 31 de enero de 2013


José Martí, el gran ausente

 | Por Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Tomás, un anciano de unos setenta años, pretende reequilibrar su economía, vendiendo caramelos de menta en la parada de ómnibus más cercana a su casa. Con pensión de unos 200 pesos cubanos (unos 9 dólares), con la que apenas logra alcanzar la segunda semana de cada mes, sobrevive al final de toda una vida de trabajo como obrero en una fábrica de herrajes sanitarios.
Por su parte, Ernestina, una mujer todavía joven, reemprende a pie el camino de regreso a su casa, después de recoger a su hija pequeña en la escuela. Ella salva la distancia a paso apresurado para tener tiempo de volver a salir y dedicarse a revender por el barrio ropa que le manda un hermano que vive en el extranjero. En ambos casos, la difícil búsqueda del equilibrio económico constituye la preocupación primera del día a día.
Mientras las desequilibradas vidas de estos pobres ciudadanos y otros millones de cubanos, la inmensa mayoría, transcurren en medio de la agonía cotidiana, en La Habana acaba de celebrarse el Tercer Encuentro Internacional por el Equilibrio del Mundo, a propósito del 160 aniversario de nacimiento de José Martí, nuestro Apóstol nacional.
El encuentro contó con la participación de más de 800 personas, entre ellos ex – presidentes, intelectuales y laureados con premios internacionales. Los ponentes expresaron sus ideas para reevaluar los preceptos martianos y reinterpretarlos a la luz de los acontecimientos mundiales.
Pero volvamos a le realidad; paradójicamente, en la tierra natal de José Martí, donde se celebra el rimbombante encuentro, a pesar de lo que pregona la propaganda oficial, Tomás me afirma categóricamente que no se respetan las leyes. Y Ernestina sostiene que las ideas martianas no se ajustan a la realidad, porque Martí habló y escribió sobre solidaridad y respeto, algo que ella no encuentra en la sociedad cubana actual: “Se han perdido tanto los vínculos familiares y entre los vecinos, que en la actualidad se vive un sálvese quien pueda, mientras las desigualdades sociales se incrementan”.
Ernestina cita como ejemplo reciente en que su hija se enfermó y tuvo que acudir al médico especialista. A esa hora fue necesario remover cielo y tierra para conseguir el turno médico en poco tiempo y para obtenerlo se vio precisada a “mojar” con un regalito a la secretaria del policlínico.
Realmente, la ética propugnada por José Martí en su ideario no se practica en Cuba. Martí fue un promotor del civilismo y valoró altamente el respeto a los ciudadanos y la protección de éstos por las leyes. También defendió la libertad de expresión, imprescindible para que una sociedad garantice el crecimiento material y espiritual de los ciudadanos.
Al igual que Tomás y Ernestina, los cubanos hoy padecemos desamparo social y legal. El aplastante poder de las autoridades y su impunidad dejan a los ciudadanos completamente indefensos e incapaces de hacer valer sus más elementales derechos.
Aunque José Martí no dejó un sistema filosófico estructurado como tal, a través de toda su obra es posible hallar un conjunto de ideas en las que la preocupación mayor está volcada hacia la búsqueda de una armonía entre Estado, sociedad e individuo.
Sería mejor que, en lugar de celebrar propagandísticas y costosas reuniones internacionales para honrar a Martí, nuestro gobierno lo honrrara con su proceder, ocupándose en hallar vías para mejorar las paupérrimas vidas de los cubanos, como Tomás y Ernestina, garantizándoles el ejercicio de sus derechos humaanos y civiles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario