miércoles, 6 de febrero de 2013


Estampas surrealistas

 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Carlos, con 50 años de edad, es un padre de familia que ha transitado por todos los oficios, particulares y estatales, desde administrador del mercado habanero de Cuatro Caminos hasta botero. Ayer, lleno de felicidad, me dijo que estaba trabajando en casa de un canadiense.
Sus palabras cargaban la euforia del que ha logrado una quimera. Indagué en qué consistía su empleo. Me contó que era jardinero dos veces por  semana y también limpiaba la piscina. Le pagan cuarenta dólares, pero además recoge las sobras en la cocina, y ya le han regalado un par de zapatos, varias camisas y un velocípedo para su hijo, todo de uso pero en muy buen estado. En  el cambio de tono y en los  gestos me parecía estar viendo hablar al canadiense.
Antes de morir en su tercer intento por atravesar el estrecho de Florida, Mandy, un guantanamero asentado en Jaimanitas, me dijo que estaba  dispuesto a irse para cualquier país, aunque fuera de esclavo. Pidió que al morir sus cenizas fueran echadas al mar, para ver si las olas las llevaban a otra parte y reencarnaba en otro sitio. En su segundo intento había perdido la dentadura al ser lanzada la balsa contra los arrecifes de Santa Cruz, y por mucho esfuerzo que hacía, no lograba ponerse una prótesis. El dinero que le pedían los particulares era una enormidad, y el Estado, para asistirlo, le exigía el cambio de dirección para La Habana, un trámite sumamente engorroso que llevaba años intentando realizar sin resultado. Mandy dejó de sonreír  para que no le vieran la  boca vacía. Lo embargó un profundo estrés. Decidió lanzarse otra vez al mar en aquel frágil corcho de poliespuma que no aguantó los embates, y naufragó Dios sabe dónde.
Antonio Medina, alias el Rasta, probable recordista nacional en intentos de salidas ilegales fallidas, 20, comenzó la construcción de un submarino con dos tanques de aluminio y un motor de lavadora, dice que para cruzar el estrecho y llegar a Estados Unidos. Pero tuvo que detener el proyecto porque no halló la forma de almacenar oxígeno. Como al Rasta nada lo desanima, construyó una balsa con pomos plásticos vacíos, amarrados dentro de sacos de yute, bastante firme y segura, que tal vez hubiese servido, pero fue confiscada por la policía. Ahora está almacenando nylon de todo tipo para construir un globo. Y se está capacitando en sustentación y corrientes  de aire.
En la realidad cubana los escritores de ficción tienen un panorama inexplorado. Solo deben plasmar con objetividad en sus libros las historias, tal y como ocurren. Igualmente los periodistas oficiales, si se decidieran a plasmar la realidad, tendrían un gran horizonte de temas y perspectivas, en esta Isla prodiga en surrealismo; pero, al margen del talento, los paraliza su subordinación al régimen, que aunque los critica, les paga y les impune pautas. En este caso, su pauta es resaltar “los logros y el  crecimiento” de la revolución y el socialismo.

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