martes, 14 de mayo de 2013


Aimée Cabrera
cadecaCuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) La amabilidad, los buenos modales, las reglas de urbanidad, y la lógica, parecen haberse ido desde hace mucho, como se fueron también el anón, la piña de la oda y hasta la madre de los tomates.
En las entidades estatales, así como en los espacios dedicados a la gastronomía y otros, se niegan a que las personas usen los baños o se guarezcan de un repentino chubasco.
El local puede estar vacío pero hay que admitir que la cabeza y las entrañas de quienes prohíben o establecen ciertas medidas tampoco pueden estar muy llenas de deseos de ayudar y brindar información o servicio.
Es común ver a las personas sentadas en los contenes, en busca de sombra en pleno mediodía porque el portero del banco solo admite que entre un número determinado de usuarios. Y que conste, que la plaga de la haraganería y el maltrato se ha extendido, con su secuela de colas interminables en las sucursales bancarias computarizadas, durante todo el mes.
Por eso, no sorprende que los ancianos que cobran su chequera en estos centros se quejen, y con razón, porque el agente de guardia no puede tener personas de pie en el vestíbulo. Por supuesto que él cumple órdenes de arriba, de los que no tienen que hacer cola e imponen el maltrato desde sus oficinas con aire acondicionado.
Ni gerentes ni subordinados se atreven a violar estas disposiciones "de arriba" porque ponen en peligro sus puestos de trabajo, si por casualidad llegara, de manera repentina, un miembro del clan de los "por encima".
Así se ven las filas interminables de personas de cualquier edad, algunas con impedimentos físicos, no solo afuera de un banco, sino en las oficinas de la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA), no importa que tenga portales, o amplio vestíbulo como la oficina de Águila y Dragones (la antigua Compañía de Teléfonos).
Similar desatención se puede apreciar en la CADECA de 23 entre K y J, en El Vedado, donde mandan a entrar de cinco en cinco. Los asientos pueden permanecer vacíos, pero está prohibido que alguien entre y se siente aunque argumente sentirse mal.
Ni hablar de entrar y sentarse en una instalación gastronómica si no va a consumir.
Si está fatigado, siéntese en el contén de la acera. Si es diabético, lleve un poco de azúcar, agua y un abanico.
En esos lugares, el que entra y se sienta tiene que consumir. No importa si no hay nadie. Los rostros de los dependientes se transfiguran cuando alguien se atreve a desafiarlos. ¡Pa fuera, pa la calle! como el vulgar estribillo musical, parecen estar a punto de exclamar porteros, dependientes y funcionarios.
Para Cuba actualidad: aimeecabcu2003@yahoo.es
Foto: Aimee Cabrera

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