Alexis: de vagabundo a pequeño empresario
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org – Frente a mí Alexis Navarro, de treinta años. Expone sus mercancías en “su” espacio de la galería de portales de Carlos III, una de las avenidas más transitadas de La Habana. Allí ejerce el comercio independiente, ilegal pero medio tolerado.
Larga hilera de vendedores en improvisadas áreas comerciales que el pueblo nombra irónicamente zonas francas porque no tributan al fisco. Hay otras próximas a la estación del ferrocarril y algunas más desparramadas por la capital.
Alexis cuenta que tenía dieciséis años cuando su mamá emigró. No conoció al padre. Matrimonio disfuncional. Abandonó la escuela de oficios, vagabundeaba, se aficionó a discotecas y alcohol, cometió hurtos y cumplió prisión, enfermó de sida. Siempre vagar sin rumbo, pero hace alrededor de un año su vida cambió, despabilada por los aires del trabajo particular.
-Empecé a recoger cosas y a vender, como otros. No me quejo, da para el diario. Malo es cuando la policía nos desaloja porque no estamos registrados ni pagamos impuestos. Dicen que afeamos la ciudad. Respondemos que en todas partes hay gente pobre, que no tenemos dinero para pagar licencia y comprar mercancías, que no hacemos mal a nadie, que resolvemos problemas a la población, pero no entienden. Exigen que desalojemos los portales. Amontonamos los bultos y vamos para otros portales hasta que se “enfríe” el que abandonamos. Pero no quiero ser injusto, los policías no son tan malos, no nos cogen presos, ni ponen multa, hasta pienso que sienten lástima por nosotros, pero reciben órdenes, ¿qué pueden hacer? Tampoco tenemos sobre nosotros a esos inspectores corruptos para que nos roben.
Alexis no se equivoca: ellos prestan útil servicio comercial. Venden a precios de ganga ropas usadas o muy usadas pero limpias (algunas sin tanta pulcritud), calzado, carteras de mano, portafolios, sartén, jarros, vasos, libros, juegos de carta, de dominó, cargadores de teléfono móvil y teléfonos de mesa de la era soviética, funcionan. Hay quienes encuentran el vaso de vidrio para su licuadora, o la resistencia eléctrica para la olla arrocera que no funciona, tal vez la pieza que no hay en talleres para su televisor antiguo roto y lamparitas de noche, tomacorrientes, conexiones hidráulicas, un sinfín de artículos, casi rarezas.
¡Y son los mejores comerciantes del mundo! Saben ponderar las cualidades de su mercancía y evitar que el cliente se vaya sin comprar. Basta que su cara muestre disgusto por el precio, rebajará de inmediato, sin siquiera regateo del cliente.
-¿Dónde obtenemos las mercancías? En todas partes. Zapatos abandonados en puertas de casas como es costumbre antigua, en latones de basura, vertederos. Encontramos mejores artículos en el Vedado, Miramar, Alta Habana, barrios de gente rica. Compran artículos nuevos en las shopping y botan los viejos. Yo recogí en Miramar un televisor en colores botado, pensé que tendría que pagar por el arreglo para poder venderlo, pero imagínese qué sorpresa cuando lo conecté a la electricidad: ¡funcionó! Me puse las botas. Lo vendí y obtuve el ciento por ciento de ganancia”.
Alexis toma postura altanera de patrón y declara enfático en la entrevista:
-¡Qué va! Yo apenas recojo mercancías. De un tiempo acá están los Comisionistas. Ellos “bucean” (escarban) en los contenedores de basura, rescatan artículos que pueden venderse, los proponen, nos arreglamos en los precios y así no tengo que abandonar mi puesto de trabajo.
Perece magia la rapidez con que colocan las baratijas sobre el piso y la exactitud en centímetros del territorio que ocupa cada vendedor. Jamás hay conflicto por espacio entre comerciantes.
Hombres y mujeres, jóvenes o ancianos, enfermos o sanos, alcohólicos, dementes o cuerdos, jubilados, sin techo. Socialmente excluidos, los menos favorecidos por la fortuna, clasificados por la teoría marxista como lumpen proletariado, escalón por debajo del proletariado, escoria social.
Paradójicamente, sin oportunidades para ellos, la restringida apertura al trabajo por cuenta propia insufla vida y categoría a estos desheredados de la fortuna que el gobierno no logra extirpar.
Personas serias en sus negocios, sonrientes, amables, inspirados en aquella libre empresa de antaño que el régimen erradicó hace medio siglo, que los jóvenes de hoy quieren conocer. Caricatura de comercio, ciertamente, pero real y apabullante.
cosanoalen@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario