España predica democracia en calzoncillos
Llama la atención que, nuestros más contumaces críticos suelen ser españoles, signo que demuestra no solo una pobre memoria histórica, sino también la persistencia de esa controvertida relación del tipo “te odio, mi amor” entre Cuba y España, nacida desde siglos pasados entre una pequeña colonia capaz de prosperar y generar grandes riquezas gracias al tesón, al talento y al trabajo de los cubanos, y una decadente metrópoli que –-pese a que un día llegó a poseer un imperio “sobre el cual no se ponía el sol” – nunca dejó de ser una de las más pobres y atrasadas de Europa, arrastre que permanece hasta hoy.
Desde luego, la incapacidad política de la corona española de aquellos tiempos no es atribuible a su pueblo. Tampoco son reflejo de algún tipo de limitación o minusvalía de los españoles los largos años de dictadura franquista, con su cuota de represión, persecuciones a los disidentes, fusilamientos, censura de prensa, culto a la personalidad de un líder con supuestas dotes extraordinarias, y todos los demás ingredientes propios de los regímenes dictatoriales de cualquier color ideológico, que terminaron solo tras la muerte natural del caudillo.
La pérdida de la vida de decenas de miles de españoles por masacres o por ejecuciones, los encarcelamientos y el éxodo, fueron la marca inicial de la dictadura.
Son muchas más las similitudes que las diferencias entre los procesos dictatoriales de ambas naciones y los padecimientos de sus pueblos, que las diferencias por consideraciones personales. Por estas razones resulta tanto más inverosímil el desprecio de ciertos españoles por los cubanos, y más inexplicable su imaginaria superioridad cívica o moral.
Quizás sería más coherente que esos detractores que actualmente pretenden dictar cátedra sobre democracia a los cubanos, que se dirigen a nosotros con ofensiva condescendencia y hasta pretenden instruirnos sobre lo que debemos hacer para derrocar el poder de los Castro, se encargaran de fustigar a los empresarios españoles que invierten sus capitales en Cuba, apoyando con ello el sostenimiento de la dictadura y la explotación de los asalariados cubanos, y burlando los esfuerzos y sacrificios de varias generaciones de opositores y las aspiraciones democráticas de la mayoría.
Puede que a los cubanos nos reste mucho por aprender en materia de civismo y democracia, pero recuerden los iberos intransigentes que se sientan tentados a juzgar, que no es digno de una nación orgullosa predicar en calzoncillos.
- A propósito de un comentario publicado en Cubanet (3/12/2013) a un artículo de Mario J. Viera
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