Cuba actualidad, Jaimanitas, La Habana, (PD) Conocí al Coky hace unos años, en el 2003, cuando arreció la crisis.
Era flaco y jocoso. A cada problema le hallaba una salida.
Vivía en su casucha destartalada de la calle Tercera, pared con pared con el viejo Crispín, al que en el pueblo llaman filósofo popular, una verdadera fuente de información ciudadana.
El Coky era un ex recluso, que trabajaba en comunales barriendo la calle, y pescaba a veces en un corcho de poliespuma construido por él mismo.
Pero ni la pesca ni la basura le alcanzaban para vivir. No todos los días enganchaba algo en el mar, sino una vez al mes, y el salario que le pagaban en comunales se le iba en los mandados de la bodega y en el agromercado.
Coky me contó una vez que había vivido un tiempo en Estados Unidos y al regresar lo metieron preso. Estaba decidido a "escapar otra vez de esta gran prisión", pero no me dio más detalles. Tampoco le pregunté, porque en aquel tiempo en que lo conocí siempre andaba borracho y comiendo los desperdicios que encontraba en la playa: gallinas sacrificadas a Oshún en trabajos de santería, o los pescados muertos que recalaban en la orilla. O cualquier otro bicho que apareciera muerto por ahí.
Una noche lo vi cocinar una gata, que desolló con suma maestría. Era una gran gata blanca, muy dócil, traída de su casa por Rascacio, como venganza contra su esposa Amatista después de una discusión familiar. La esposa había recogido al hijo y se fue a dormir a casa de la tía. Rascacio cogió a la gata, que era la mascota de Amatista, y la llevó al degolladero.
Mientras la cocinaba, el Coky impartió una clase magistral sobre cómo cocinar gatos. "Se lavan las piezas con abundante agua. Se vierte poca grasa en una olla mediana y se sofríe por diez minutos. Luego se añade zumo de limón y puré de tomate. Si no se cuenta con esos ingredientes, se pueden suplantar con orégano de la tierra... o culantro... o albahaca... Se cocina a fuego lento por treinta minutos. Y se sirve con pan".
No quise comer gata aquella noche. Pero Rascacio repitió durante "la cena" que estaba deliciosa. Y el Coky chupó hasta el último hueso.
Ahora me cuenta Crispín, que el Coky ha logrado marcharse otra vez para Estados Unidos, en un corcho. Que el Coky no era un vagabundo cualquiera, sino un "kamikaze comando" capturado durante una incursión a Cuba para matar a Fidel Castro. Estuvo catorce años preso. Al salir tuvo que trabajar en comunales, pescar, y comer hasta gatos, para sobrevivir.
"No podía ni salir de la provincia", dice Crispín, mientras devela la verdadera historia de su vecino Coky. "Estaba estrictamente vigilado las 24 horas del día. ¡Y gracias que se fue del país! Porque yo estaba temiendo que se comiera no solo a los perros y a los gatos, sino que se comiera a algún borracho... o a un loco... que de todas formas nadie iba a reclamar. ¡Incluso comerme a mí, que dormía a solo unos pasos de su madriguera!"
Para Cuba actualidad: frankcorrea4@gmail.com
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