Para los revolucionarios, el porvenir ya pasó. La ruta del futuro será de sobrevivencia. Ni siquiera podrán imitar a los chinos. El hombre común será quien decida la futura democracia
martes, marzo 10, 2015 | Rafael Alcides | 1 Comentario
LA HABANA, Cuba. — Llamemósle Hermes, todo cuanto él ahora diga será en privado. No he de develar su identidad, pero por sus cargos de otro tiempo, su voz merece ser escuchada. Sabe que vivimos días confusos, y que lo serían mucho más si Fidel sobreviviera a Raúl. No es de creerlo, pero tampoco sería imposible. Ahora bien, de ser respetuosa la naturaleza, para él las cuentas están muy claras.
Tenemos en La Habana quince mil albergados, es decir personas cuyos hogares se derrumbaron y vienen viviendo por ahí como se pueda, algunos de ellas desde hace veinte años o más, y tenemos unas ciento cincuenta mil con “anuencia de albergue”, es decir personas que debieran estar albergadas pero que no lo están por falta de albergues, ciento cincuenta mil personas a las cuales hasta sin aguaceros pudiera caerles el techo encima en cualquier momento, ciento cincuenta mil personas, en fin, que al acostarse por la noche se abrazan con sus familiares de la casa y se despiden como si se fueran para la guerra. Ciento sesenta y cinco mil personas, entre albergados y por albergar, que, según el arquitecto Miguel Coyula, en conferencia dictada en la UNEAC, hacen en número una población igual a la de Matanzas.
Súmesele a esta amenaza política –dice Hermes— el hecho de que La Habana, con excepción de Nuevo Vedado, donde todavía no está apuntalada está con las cabillas fuera de la placa, y agréguesele sus graves problemas con la plomería interior, con el alambrado eléctrico, con la carpintería… Cambiar una ventana, una sola (y la mayor parte de ellas están desechas por el comején) cuesta 100 cuc o más.
Males estos no privativos de La Habana, son de toda Cuba. Por qué esto ha sido así, no es el caso, pero importa preguntarse, continúa diciendo Hermes, si los cubanos, desaparecidos Fidel y Raúl, estarían dispuestos a seguir naciendo y muriendo en tales condiciones. Ni su salario le permitiría detener el deterioro de su vivienda, ni el banco podría en base a ese salaria facilitarle créditos como no fuera, cosa imposible, a ciento cincuenta o doscientos años, pero aun concediéndoselo, de dónde sacaría el país cemento y maderas para tan monumental reconstrucción. Luego entonces, estamos frente a un problema creado por el socialismo para el cual no tiene el socialismo solución.
Ahí es donde está la cosa, señala Hermes. Ahí. Si en otras partes son los “sin tierra”, aquí serán los “sin techo”, “los apuntalados”, “los que no quieren esperar a verse apuntalados”. En esa dramática población, algo más del setenta por ciento del fondo habitacional del país, ahí es donde ve él la garantía del Cambio, del tránsito hacia la democracia. Claro, todo esto, recalca, desaparecidos Raúl y Fidel. Y lo ilustra.
Raúl y Fidel eran héroes, venían de una guerra, fundaron una religión con eso, y empezaron regalando casas, regalando automóviles, otorgando becas, en fin, durante años fueron los Reyes Magos, tuvieron a su favor el mal trabajo diplomático de los americanos en esos años, y la gente soñaba con haber estado en la guerra de ellos. Pero sus futuros sucesores, nombrados de dedo, y por tanto gente como los demás, fuera de la destrucción dejada en herencia por los Reyes Magos de ayer, qué podrían ofrecer.
Pensar en esto, recomienda. Hacer números. La ruta del futuro será un práctico, no ideológico, un asunto de sobrevivencia. Quien venga detrás ni siquiera podría ponerse a imitar a los chinos. Decepcionado como está el país después de todo el porvenir que le ofrecieran medio siglo y pico atrás, ahora que el porvenir ya pasó como hemos visto, todo lo que al cubano le huela a socialismo le hará empuñar con mayor y más decidida firmeza su hacha secreta. Vivimos en el tiempo de Internet, señala Hermes, y por si no bastara con el desarrollo que nos muestran los países que se salieron de las utopías socialistas, tenemos en Cuba a la vista el bienestar alcanzado por quienes ayer mismo se independizaron y se pusieron a producir por su cuenta.
Por todo esto Hermes duerme a pierna suelta. Le caen bien sus comidas, y se ríe oyendo los pronósticos pesimistas de los oráculos del momento. Sabe, como le demuestran sus números, que quien al parecer no era político, ese hombre común que ve envejecer su casa sin poderla arreglar o que se le ha caído ya, será al cabo quien decida la cuestión de la futura democracia aun en el caso de que Fidel sobreviviera a Raúl.
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