miércoles, 1 de abril de 2015

El éxodo del Mariel: terrorismo de estado


Contra la “escoria”, los actos de repudio, las golpizas y las humillaciones. Contra la Florida una invasión de desempleados

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Carteles de los actos de repudio durante el éxodo de El Mariel (1980)
GUANTANAMO, Cuba. —  Primero de abril de 1980, un ómnibus fue proyectado contra la entrada de la embajada del Perú en La Habana, sus ocupantes  penetraron en ella y solicitaron asilo político. Desgraciadamente el suboficial de la PNR Pedro Ortiz Cabrera perdió la vida en el  suceso. Al hecho siguieron otros  sumamente traumáticos para muchos cubanos debido a su violencia. Todos quedarían grabados indeleblemente en la memoria colectiva de la nación y revelarían la naturaleza terrorista del régimen cubano.
Fidel Castro  exigió al gobierno peruano la entrega inmediata de las personas que habían entrado por la fuerza en la sede diplomática. De haberlo complacido  largas penas de cárcel y el fusilamiento habrían sido indudablemente las sanciones aplicadas.  Pero el  gobierno de Perú no aceptó y el régimen cubano adoptó una medida que, como las demás tomadas por  esos días, hizo parecer a sus testaferros que la pelota había sido colocada en  terreno del  adversario.
Las medidas tomadas por  Fidel Castro
Fidel Castro ordenó  retirar la protección y vigilancia alrededor de la sede diplomática incitando a todo cubano que quisiera emigrar a que entrara en ella. Muy pronto miles de personas, procedentes de todas las ciudades y pueblos del país, abarrotaron el lugar convirtiéndolo en un reservorio tangible del descontento que ya minaba a la sociedad.
El crecimiento del número de compatriotas que deseaba emigrar se hizo evidente y el gobierno, con el objetivo de desalentar las salidas que  había propiciado, hizo del terror su método disuasivo por excelencia. Fue la primera vez que se aplicaron en el escenario público cubano los actos de repudio. Las golpizas y humillaciones abundaban por doquier. Las masas, alentadas por los grupos de poder y  dirigidas por individuos de muy dudosa conducta social violaron las más elementales normas de respeto a la dignidad humana y el país convivió varias semanas con prácticas fascistas que lo mantuvieron en vilo hasta que la comunidad internacional protestó enérgicamente.
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Los repudios instigados desde la televisión y la prensa, durante el éxodo del Mariel
El gobierno exigió a los refugiados en la embajada y a todos los que deseaban emigrar que tenían que presentarse en sus centros de trabajo o de estudio para que les entregaran la baja. Los desempleados tenían que solicitar el documento ante los CDR (Comités de Defensa de la Revolución). Ese era el requisito indispensable para obtener el permiso de salida que permitía a las turbas interceptar a los solicitantes para atacarlos.
Otra acción política desvergonzada
Tuvieron que pasar  algunos años,  tener acceso a otras informaciones  y, sobre todo, leer y escuchar testimonios indubitables en Radio Martí y aquí mismo, para entender la magnitud de los hechos  y la perversidad del gobierno en esas jornadas denigrantes de nuestra historia.
Con el único objetivo de obtener provecho en una confrontación donde siempre sería mirado como víctima debido a la grandeza política, militar, económica y moral del contrincante, Fidel Castro sacó de las cárceles a peligrosos delincuentes, los introdujo en la embajada para crear el caos y luego exigió que las embarcaciones que venían en busca de familiares se los llevaran. Junto con ellos, viajaron no pocos enfermos mentales, se conoció después,
Fue una hábil jugada, pero de efímero valor y reveladora de la esencia anti ética del régimen, cuyo objetivo inmediato era descalificar a los nuevos emigrantes a quien la cúpula gobernante calificó de “escorias”. Pero también pretendía limpiar las cárceles cubanas y exportar hacia EUA potenciales elementos perturbadores de la sociedad, que Hollywood reflejaría en populares películas como Scarface.
El tiempo, el implacable, el que pasó… 
35 años después de estos sucesos muchos de los cubanos que fueron catalogados como “escorias”, gracias a su trabajo honesto y a una sociedad que no es perfecta pero sí garantiza todas las libertades humanas, disfrutan en los EUA de una vida donde quizás la añoranza por la patria ocupe un lugar importante,  pero en la cual  viven  según su modo de pensar, dignamente.
Acto de repudio contra las Damas de Blanco
Acto de repudio contra las Damas de Blanco
El Mariel no fue un éxito del castrismo, todo lo contrario. Un alto dirigente de entonces, Carlos Rafael Rodríguez, admitió ante una revista mexicana que la revolución no tenía nada de que enorgullecerse por lo ocurrido. Se rumora que fue el detonante del suicidio de Haydeé Santamaría y objeto de análisis en la carta de despedida que Osvaldo Dorticós  escribió a Fidel Castro antes de morir  por otro pistoletazo. Fue una victoria pírrica  que muy  pronto perdió el brillo artificial de los oropeles que los testaferros del castrismo le endilgaron para loar la supuesta genialidad del líder. Sus abusos, crímenes todavía impunes e iniquidades quedaron al descubierto para develar la esencia fascista de los métodos usados por las turbas alentadas y apoyadas por la policía y los dirigentes políticos.
Desde entonces los actos de repudio contra las sedes diplomáticas mal vistas por el gobierno cubano y los opositores pacíficos, especialmente  las extraordinarias Damas de Blanco y los aguerridos miembros de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), no han dejado de practicarse en las calles y ante los domicilios de los hostigados.
Esto, unido a la represión  y vigilancia constante de las fuerzas de la seguridad del estado  así como la negativa del gobierno a respetar los derechos políticos y civiles fundamentales, demuestra  que el terrorismo de estado es una práctica enquistada en el castrismo. Los norteamericanos no deberían olvidarlo, mucho menos ahora cuando detrás de pingües dividendos intentan suprimir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

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