Él, porque sabe que en el peor de los “más allá” no se puede disfrutar de la miel del poder, ni aconsejar a sus amigos gobernantes cómo partirles la cabeza a los opositores. Yo, porque quiero ver libre a mi país
miércoles, abril 1, 2015 | Tania Díaz Castro | 8 Comentarios
LA HABANA, Cuba. — Dicen que si Fidel decidió cambiar su pesada ropa militar por las cómodas y ridículas piezas de vestir deportivas, no fue por un capricho de viejo. Sus dedos artríticos ya no podían abotonarse la camisa y mucho menos subirse el zipper de la portañuela.
También dejó de leer su propia Revista Bohemia, porque las hojas son demasiado finas.
A mí me ocurre igual. Abrocharme una blusa me resulta más difícil que escribir una crónica para CubaNet y las hojas de Bohemia, me hacen recordar que este año cumplo 79.
Aún así, ni Fidel ni yo nos queremos morir todavía.
El, porque sabe que en el peor de los ¨más allᨠno se puede disfrutar de la miel del poder, ni aconsejar a sus amigos gobernantes cómo partirles la cabeza a los atrevidos opositores.
Yo, porque quiero ver libre a mi país.
Si lo pienso bien, como viejos y medios parientes que somos, tal vez nos parecemos en algunas cosas. A mí me importa un bledo si me entierran o me incineran y Fidel, que se sepa, aún no ha dicho ni media palabra sobre dónde quiere que vaya a parar su cadáver.
Mucho menos le hace ninguna gracia que especulen sobre su muerte. Lo dijo por lo claro en septiembre del 2011, cuando ironizó sobre la importancia que el mundo le daba al final de sus días.
¨A mí me hacen gracia los tipos esos que se ponen a hacer augurios como si para mí fuera una mala noticia morirme¨, expresó el Comandante Invicto en aquellos momentos.
Sus médicos de cabecera, que seguramente saben de los deseos del anciano monarca por vivir muchos años más, hacen todo lo posible por evitar esa ¨mala noticia¨.
Todo para que cumpla 140 años, como aseguró el Dr. Selman, jefe durante años del colectivo médico.
Para llegar a esa edad, le recomendaron convertir a Punto Cero en el ambiente más adecuado para ese fin: bien alejado de las masas.
Con el dinero de esas masas duerme en cámara hiperbárica, al estilo del difunto millonario Michael Jackson y disfruta de una dieta propia también de millonarios, que viene de Italia en aviones especiales, compuesta de alimentos macrobióticos, arroz integral especial, vegetales exóticos y algas frescas de origen japonés.
Dentro de cinco meses Fidel Castro cumplirá 89 años.
Desde hace algún tiempo, Raúl Castro está pensando qué hacer con su hermano muerto. En 2012 viajó a la desmerengada URSS y visitó las momias del comunismo. Según medios de prensa rusos, no dejó de pasar por el laboratorio donde embalsamaron a Lenin, con la idea de destripar allí mismo el cuerpo de Fidel.
Fidel no mencionó nunca este hecho. Quién sabe si le aflige eso de morir en una horrible cama Fowler y dejar a un pueblo sin vacas, sin peces y sin pan y repletas sus cárceles de opositores pacíficos y miles de víctimas de leyes absurdas e injustas, inventadas por él.
Como es un dictador con más de medio siglo de servicio, lo conocemos bien. Seguramente en sus últimos momentos de vida, los de lucidez, lamentará no haber muerto en un gran acto heroico y no como un ser común y corriente entre sábanas y rostros compungidos que lo miran.
Por ejemplo, en 1961, en Girón, cuando se encaramó sobre un tanque de guerra, según las fotos, para luchar contra los yanquis.
O al año siguiente, cuando al desatar una guerra mundial, desapareció como Matías Pérez, con toda su isla en el mar.
Pero nunca en la cama, no señor. Tampoco de un tiro perdido en una cacería de patos. Mucho menos de un hartazgo de moringa.
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