martes, 19 de mayo de 2015

Los campesinos no admiten más teques políticos


Es que ese Estado sigue apostando, en buena medida, por los estímulos morales, esas armas melladas del socialismo estalinista, en lugar de transitar íntegramente por los senderos del estímulo material

(foto tomada de Internet)
(foto tomada de Internet)
LA HABANA, Cuba. -Acaba de concluir el XI Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) sin que, al parecer, se vislumbre una solución definitiva para un asunto que mucho afecta al cubano de a pie: los altos precios de los productos del agromercado.
Por supuesto que un incremento en los niveles de producción, con el consiguiente aumento de la oferta, debe de contribuir a la disminución de los precios. Sin embargo, las evidencias indican que no es posible ignorar el papel que en este sentido le corresponde también a la comercialización.
Tanto en los días previos al Congreso, como en las sesiones del evento, los jerarcas de la ANAP, en especial su presidente Rafael Santiesteban Pozo, insistieron en la necesidad de elevar el trabajo político-ideológico con los campesinos, con el objetivo de que incrementen sus ventas al Estado, y de esa manera mejoren los abastecimientos en los mercados agropecuarios estatales (MAE), que son, por lo general, los que comercializan a la población a más bajos precios.
Conviene destacar que, apenas una semana antes del inicio del XI Congreso, el 8 de mayo, apareció en el periódico Granma una información proveniente de la provincia de Holguín con el título de Verdades severas, que reflejaba el malestar del Comité Provincial del Partido Comunista en ese territorio ante el hecho de que los productores, en su mayoría campesinos, no le venden al Estado. La queja de los comunistas holguineros se refería a “manifestaciones nefastas, entre ellas egoísmo de productores y comercializadores privados de alimentos agrícolas, ineficiente actividad organizadora y fiscalizadora de las entidades del Ministerio de la Agricultura, debilidades del Sindicato de Trabajadores Agropecuarios, y grietas severas en el trabajo político-ideológico de la ANAP”.
El referido trabajo periodístico ejemplificaba las peripecias holguineras del plátano macho; un surtido desaparecido de los MAE, pero muy presente en los mercados agropecuarios de oferta-demanda, en las carretillas de los vendedores ambulantes, y en otros establecimientos operados por cuentapropistas. Claro, eso sucede porque los suministradores de estas tres figuras comercializadoras son los denominados “intermediarios privados”, a quienes sí les venden los campesinos productores.
¿Y por qué los campesinos les venden a los intermediarios privados y no al Estado?, podrían preguntarse algunos. Muy sencillo: mientras que los burócratas estatales han querido imponer precios de compra que los campesinos consideran insuficientes, debido entre otras cosas al aumento de los costos de producción, los intermediarios privados se avienen a las reglas del libre mercado y pagan los precios que fijan los productores.
A primera vista parece contradictorio que el Estado cubano, poseedor de casi todos los recursos de la nación, sea incapaz de competir con simples comercializadores privados. Es que ese Estado sigue apostando, en buena medida, por los estímulos morales, esas armas melladas— esas sí son melladas de verdad— del socialismo estalinista, en lugar de transitar íntegramente por los senderos del estímulo material. ¡Esa herencia maldita del Che Guevara!
En una de las intervenciones más importantes de este XI Congreso, el zar de la economía, Marino Murillo, anunció la implementación, a partir del próximo 1ro de junio, de “precios estandarizados” para el acopio de los productos del agro. Es decir, que el Estado se dispone a aumentar los precios de compra a los productores en renglones como la leche, al arroz y los frijoles, todos correspondientes a la “canasta básica” que se distribuye mediante la libreta de racionamiento. Mas, nada dijo Murillo acerca de las compras estatales para abastecer los raquíticos MAE.
De todas formas, no es la primera vez que el Estado anuncia aumentos en los precios de acopio, que al final no acaban de satisfacer a los campesinos, los que ya no creen en consignas ni arengas ideológicas.
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ACERCA DEL AUTOR

Orlando Freire Santana
Orlando Freire Santana
Orlando Freire. Matanzas, 1959. Licenciado en Economía. Ha publicado el libro de ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2005, y la novela La sangre de la libertad, Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, 2008. También ganó los premios de Ensayo y Cuento de la revista El Disidente Universal, y el Premio de Ensayo de la revista Palabra 

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